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«De no haber sido por el desastre del Hindenburg, el dirigible se hubiera mantenido como un medio de transporte de lujo»

El periodista e historiador Jesús Hernández, arroja un poco de luz a la explosión del dirigible nazi

MANUEL P. VIllatoro

Gran interesado por la historia sobre la Segunda Guerra Mundial, y apasionado de las anécdotas militares, Jesús Hernández es uno de los pocos escritores españoles (sino el único) que ha dedicado su tiempo a estudiar unos de los desastres aéreos más mediáticos del SXX: el accidente del dirigible Hindenburg , el cual, un 6 de mayo de hace 75 años , se precipitó contra el suelo dejando una huella imborrable en la memoria colectiva. Hernández, Licenciado en Historia Contemporánea y en Ciencias de la Información, publicó en 2010 el único libro en nuestra lengua que trata sobre el zeppelín destruido, «El Desastre del Hindenburg» (Tempus, 2010), y, con más de una decena de obras a sus espaldas es, sin duda, uno de los españoles que más sabe sobre este suceso en la actualidad

-¿Por qué decidió escribir un libro sobre éste desastre?

Precisamente porque, de forma incomprensible, no había nada en las librerías sobre uno de los episodios más destacados del siglo XX, ni escrito por un autor español ni traducido de otro idioma. Al menos, el que quiera saber algo sobre el Desastre del Hindenburg dispondrá de mi libro para conocerlo.

-¿A que cree que se debe el que en España no haya muchos autores que se hayan aventurado a escribir sobre el Hindenburg?

Ninguno lo ha hecho. Para escribir sobre la guerra civil no faltan autores, pero para hacerlo sobre episodios importantes de la historia contemporánea no los hay. Creo que existe entre nosotros un cierto complejo para abordar esos temas; vemos normal que los ingleses nos expliquen nuestra guerra civil pero nosotros no nos vemos capacitados para narrar hechos de fuera de nuestras fronteras. Desgraciadamente, también hay desinterés por parte del gran público sobre estos episodios a no ser que Hollywood les dedique una película. Espero que algún día eso cambie.

-En su libro, explica que pudo sentir los sentimientos tenían las personas que viajaban a bordo ¿Podría explicar esa visión humana de los viajeros?

En el Hindenburg los viajeros podían pasear por las cubiertas, escribir cartas, leer, sentarse a admirar el paisaje y hasta saludar a la gente que veían en tierra. Los menús eran sofisticados y las damas se ponían sus mejores galas para la cena. Luego tomaban champagne mientras escuchaban música de piano y después se proyectaba una película. La noche podía acabar en el bar, tomando un whisky y fumando un buen habano. Sólo hay que compararlo con nuestros adocenados viajes en avión.

-¿Qué le ocurrió el 6 de mayo al Hindenburg?

Después de atravesar el Atlántico procedente de Alemania, a las 19.25 del 6 de mayo de 1937, el Hindenburg trataba de aterrizar en la base naval de Lakehurst (Nueva Jersey), en una tarde tormentosa con aparato eléctrico. Al lanzar los amarres y hacer contacto se debió producir la chispa que acabó incendiando la nave en apenas 40 segundos.

«La causa del accidente sigue siendo un misterio»

-Aunque han pasado 75 años siguen existen muchas teorías en referencia al accidente

Si, la causa del accidente sigue siendo un misterio y, a pesar de que se han realizado innumerables estudios, todavía no se ha dado con la clave que lo explique. La más aceptada es la de una fuga de hidrógeno de las bolsas interiores, que explotó al saltar una chispa provocada por la electricidad estática. También se cree que la chispa pudo surgir de un motor, o que el hidrógeno se fugó por la capa exterior. Igualmente, se ha especulado con un sabotaje o incluso el disparo de una pistola que se halló entre los restos. En los últimos años, se ha insistido en culpar a la pintura exterior. De todas estas hipótesis hay indicios pero ninguna prueba en firme, por lo que el enigma continúa.

-¿A cuál otorga una mayor credibilidad?

Creo que fue una coincidencia improbable e irrepetible de varios factores; humedad, electricidad estática, alguna fuga, el tipo de pintura y una inoportuna chispa. De hecho, se ha intentado reproducir en laboratorio esas circunstancias y no se ha dado todavía con la proporción exacta de cada una para provocar un incendio tan extraordinariamente rápido como el que sufrió el Hindenburg. Todavía falta por escribir el último capítulo de esa tragedia.

-A pesar de la explosión y la desplome, muchos tripulantes y viajeros consiguieron salvarse ¿Como lo hicieron?

Hubo mucha suerte. La distancia al suelo, unos quince metros o menos, permitió que pudieran saltar a tierra e incluso algunos afortunados pudieron bajar después casi a ras de superficie y con cierta tranquilidad. La rotura de los tanques de agua también ayudó a disminuir los efectos del incendio. El que sólo muriesen 35 personas es algo casi milagroso.

-¿Qué significó para el régimen nazi, propietario del dirigible, que éste tuviera un accidente de tales magnitudes?

Fue un golpe muy duro para Hitler. El Hindenburg era un símbolo del poderío de la Alemania nazi y su destrucción puso en entredicho ante todo el mundo la avanzada tecnología germana, de la que el Tercer Reich hacía ostentación. Además, tras el accidente se cancelaron los vuelos en dirigible con pasajeros. Tan sólo el Graf Zeppelin II llegó a hacer algunos vuelos de prueba con personal de la compañía a bordo.

El accidente «fue el certificado de defunción del dirigible como medio de transporte»

-¿Y para la aviación en aquella época?

Fue el certificado de defunción del dirigible como medio de transporte y la apuesta definitiva por el avión. Supuso un final injusto para un medio de transporte aéreo que todavía tenía mucho potencial de desarrollo. El accidente gozó de una enorme cobertura mediática a través de la radio, la prensa y los noticiarios cinematográficos; el horror que provocó hizo que la gente diera la espalda al dirigible.

-¿Qué ventajas ofrecía el viajar en dirigible?

Viajar en dirigible era mucho más cómodo para los pasajeros en comparación con el avión, al poder moverse libremente por la nave. Al volar bajo, se podía ir admirando el paisaje. Parádójicamente, volar en dirigible era también más seguro que hacerlo en avión. El Graf Zeppelin, el antecesor del Hindenburg, cruzó 144 veces el Atlántico sin sufrir ningún percance. El alcance era también mucho mayor en comparación con los aviones.

-Y el Hindenburg, ¿En qué era superior al resto?

Era mucho mayor que sus predecesores y disponía de más espacio para los pasajeros; esta sección estaba en el casco del dirigible, en vez de las góndolas de los anteriores. También contaba con un eficaz sistema de calefacción, de los que los otros carecían. El diseño del interior estaba muy avanzado para la época, podría pasar por uno actual, e incluso contaba con un piano y hasta sala de fumadores.

-¿Cree que los viajes en dirigible hubieran continuado mejorándose de no ser por el accidente del Hindenburg?

Sin duda. Aunque no hubiera podido competir con el avión,. Creo que de no haber sido por el desastre del Hindenburg, el dirigible que se hubiera mantenido como un medio de transporte de lujo destinado a viajes de placer.

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