Manel Loureiro: «Soy un puñetero caos, necesito a mi lado alguien racional»
El escritor, ganador del Premio Fernando Lara de novela con 'Cuando la tormenta pase', nos habla de su infancia, sus manías, su carácter y su familia
Manel Loureiro gana el Premio de Novela Fernando Lara con 'Cuando la tormenta pase'
Manel Loureiro: «Soy un puñetero caos, necesito a mi lado alguien racional»
Si existiera la receta para un 'best seller', todos escribiríamos uno. Manel Loureiro los va coleccionando, pero no tiene ningún secreto. Cada novela le llega «como un ruido que crece poco a poco. De todas formas, más que las ideas importan las historias, que ... son las que conforman el universo en el que te mueves». El de 'Cuando la tormenta pase' es la pequeña isla de Ons, donde se va gestando un inquietante juego de ambiciones, odios larvados y venganzas sin escapatoria posible. Manel comparte mucho con su protagonista, Roberto Lobeira, también escritor: «Los dos necesitamos conocer el paisaje, somos muy meticulosos. Pero él es un metomentodo». Cada uno tiene sus secretos para la escritura: Manel, por ejemplo, acaba su jornada escribiendo una palabra terminada en 'a': «Es una casualidad hecha causalidad, es que soy muy maniático».
Todo su perfeccionismo es también una excusa para sentirse más libre: «La vida es imperfecta y es difícil que todo salga bien. Mi abuela decía que hay que hacer las cosas bien para que salgan aproximadas». Y luego, dejarse llevar. Intenta ser detallista: «Creo en los pequeños mimos y en los detalles cuando nadie los espera. Hay que ser consciente de que los demás tienen problemas para preocuparte por ellos y demostrar interés. No me gusta ser impersonal». Aunque pasa largas temporadas aislado en la escritura, se define como «un anárquico total, un puñetero caos que necesita alguien racional a su lado. Soy muy nervioso, fui un niño hiperactivo que ha llegado a adulto sin perderse». Para ello se aferra a las rutinas: «Es la única forma de mantener el control». Se define como «un animal nocturno porque en la noche reina la creatividad».
Manel reconoce que es «muy romántico. Es fundamental serlo. Somos seres gregarios, y a mí me gusta cuidar a quien quiero, arrancarle una sonrisa a diario». Gracias al amor, con su relación con la actriz Ana Milán, se convirtió en 'el novio de' y conoció la vorágine de la prensa del corazón: «La verdad es que todo aquello fue una auténtica pesadilla». Prefiere el perfil bajo.
Una de las experiencias más importantes de su vida ha sido la paternidad: tiene dos hijos, Manel y Roi, de los que se siente muy orgulloso. «El mayor es una copia de mí, el pequeño se parece a su madre», nos explica: «No puedo evitar cabrearme con sus defectos y virtudes, pero he aprendido a entender que son personas con sus propias personalidades y verlas desarrollarse es un espectáculo. Ser padre te da la vuelta a la vida, las cosas irrenunciables dejan de tener valor, lo cambiarías todo por tus hijos».
A Manel le da paz escribir «porque se apaga todo el ruido y resulta muy gratificante». Y le sacan de quicio «la deslealtad, la falta de empatía y de humanidad. Me molesta que la gente no entienda que lo que hace tiene un impacto en los demás». Y frente a otros escritores que viven la promoción como una pesadilla, a él le divierte: «Me encanta hablar y socializar, conocer gente, por eso me gustan las entrevistas, porque dialogo, conozco gente nueva, comparto ideas con los demás». Tiene suerte, es un hombre feliz: «He transformado mi pasión en mi profesión. Eso es un lujo». Y, además, disfruta mientras se acumulan los éxitos: acaba de ganar el Premio Fernando Lara y espera el estreno de la película basada en su exitosa 'Apocalipsis Z'. La vida parece estar de su parte.
La foto: el niño que soñaba con superhéroes
A los 5 años, Manel ya era un perfeccionista que cuidaba con mimo los detalles. Si su disfraz era el de Superman, pero el de Christopher Reeves, ya se dedicaba con ahínco a crear el caracolillo característico que coronaba su frente: «Mi madre me pillaba todo el tiempo intentando colocármelo. Ya apuntaba manera con mi carácter obsesivo. Era un niño soñador que leía mucho desde pequeño». También escribía, para lo que buscó un pseudónimo: «Mathías Martin, en homenaje a un autor alemán especializado en cuentos infantiles». A los once años empezó a robar. Pero no lo imaginen con un antifaz cargando una bolsa llena de tesoros ajenos: Manel iba a casa de sus abuelos y se iba llevando, poco a poco, los libros de Julio Verne encuadernados en piel.
Manel Loureiro de pequeño
«Era un crío bastante reservado. No era de juegos, hasta que estallaron las hormonas adolescentes», recuerda el escritor. «Crecí en un hogar muy feliz, con mis padres alimentando mi necesidad de soñar. Cuando dejé la toga y fui a explicarles mi decisión, me preguntaron si pensaba vivir del cuento». Ellos ya intuían que aquél sería su camino. Su pudiera viajar en el tiempo y reencontrarse con aquel niño, Manel le daría pocos consejos: «Le diría que todo va a ir bien, que tenga paciencia porque hasta los sueños más salvajes se cumplen. Nada más, porque la curiosidad es el motor de la vida, así que es que mejor que se haga preguntas, que no se desanime y disfrute del camino».
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