fotomatón
Kate, de universitaria a princesa
Kate es una mujer una mujer llegada de la clase media, y no da un ruido
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Iniciar sesiónEl documental que compone el funeral de Isabel II de Inglaterra nos trae a la familia, próxima y no tanto, y ahí está en lo alto Kate Middleton, que resulta Megan Markle, pero al revés, por empezar abreviando. Crecen por ahí defensores ... de una, y detractores de la otra, porque en las tertulias de peluquería lo que importa es el pleito. Megan es una chica rebelde, modernilla, sonreidora y más bien alérgica a la atadura. Eso, y que fue actriz y separada, para escándalo de los policías de la normativa de realeza.
En los aprecios gana Kate, que es una mujer llegada de la clase media, y no da un ruido. Al contrario. Resulta, ya, una de las figuras de mayor consenso, dentro de la familia real británica. Gasta esbeltez, y gentileza, y otras finuras. Es lo que las suegras duras llaman una chica ideal.
Conviene, para su retrato, recordar su boda. Y aún mejor, el día siguiente a su boda, que fue el día de inaugurar una vida. Hablamos del 30 de abril de 2011. Hay una Kate, que es la particular, antes de ese momento, y luego la profesional de palacios. Se acabaron los fastos de fantasía, y comenzó su oficio de consorte, que viene cumpliéndose con más fiesta que pena.
Quiero decir que aquel día de después fue una víspera, porque tocaba funcionar de esposa de Guillermo, porque Kate ingresó al fin en la realeza con papeles, y porque las chicas a veces se sueñan princesas, aunque pocas se despiertan princesas propiamente dichas, como es el caso. La boda resultó el bodón, el «sí, quiero» puso broche a los telediarios, y se vendieron todas las artesanías de mercado que aparejan estos shows del amor, desde réplicas del vestido de ceremonia de pedida hasta unos preservativos alegres con la bendición de Patrimonio Nacional.
El vestido, por cierto, fue un enigma de mucha cháchara, porque Kate se encargó tres trajes de novia fastuosa, para así mantener seguro el secreto de la sastrería nupcial. De alguna manera, en aquellas fechas, Kate no fue una novia, sino 2 tres. Estos caprichos de «corte y confección» le ponen mucha amenidad a los prólogos de estas bodas show, que luego se resuelven siempre en una orgía de pamelas. Beckham estuvo en el banquete, al costado de Reyes o ministros. Kate fue la musa de la primavera internacional, y luego se ha empleado como una más de la familia, según la agenda de Buckingham Palace.
En aquella boda se invirtieron unos treinta millones de euros, pero Londres vivió una apoteosis turística, como si ahí se jugara un Mundial de fútbol, como si ahí se hubiera celebrado la boda del siglo, que es un poco o un mucho la final del Mundial de las bodas, zona pamelas ilustrísimas.
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Kate estudió Bellas Artes, y en el trote de la vida universitaria conoció a Guillermo. Y hasta hoy, cuando son ambos Príncipes de Gales. Hoy, el Rey Carlos III es el suegro de Kate, según ley, y ella ha logrado sostener Kate como nombre, y no tanto Catherine, triunfando así sobre los rigores dinásticos, que siempre prefieren lo más pomposo. Se ha metido, en fin, en una existencia de protocolo, pero a bordo de su nombre corto, y próspero. Así se llama una princesa que llegó de la calle.
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