Alejo Sauras: «Si hubiera existido el poliamor cuando tenía 20 años, lo habría probado»
El actor, que estrena en el Teatro Bellas Artes de Madrid la función 'La ilusión conyugal', recuerda su infancia rebelde y nos habla de su carácter y los problemas de pareja
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Iniciar sesiónCada pareja es un mundo. Y cada mundo se rige por unas reglas. En 'La ilusión conyugal', Alejo Sauras lo vive de manera descarnada, pues el personaje que interpreta en la función se enfrenta al juego que le propone su esposa: destapar las infidelidades ... que ha cometido durante el matrimonio. La idea es descubrir cómo es realmente su relación, poniendo en marcha una perversa y divertida maquinaria: «Quería una comedia que no fuera de gags sino que lograra provocar la sonrisa del espectador todo el rato, que lo enganchara con cierta intriga, que fuera ágil, rápida», explica el actor, que se estrena como productor: «Buscaba empezar con algo con lo que pudiera aprender, con un director cómplice. Y Antonio Hortelano lo tenía muy claro».
Alejo Sauras reconoce que jamás plantearía ese juego teatral a su pareja: «Jamás. No porque me fuera infiel, que me dolería, sino porque no quiero saberlo. No quiero que mi pareja deje de hacer algo que desea hacer y eso le genere frustración. Otra cosa es que me utilice para una doble vida». La perversa trama le ha hecho pensar: «¿Qué es mejor, ser sincero y destrozar al otro o callar y vivir tranquilo? ¿Pero se lo cuento como un acto de generosidad o en el fondo es egoísta, porque lo que busco es limpiar mi conciencia?». Y no hablamos de la infidelidad en sí, sino también de la mera tentación: «Si nuestra pareja nos leyera el pensamiento y viera lo que deseamos… Al final, reprimirse es una forma de traicionarse a uno mismo porque no estamos haciendo lo que queremos hacer».
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La solución puede pasar por algo tan de moda como el poliamor: «Me parece un avance social importante. Ojalá hubiera existido cuando tenía 20 años, lo habría probado. No sé si me hubiera gustado, aunque hablo desde la cultura en la que he crecido y pienso que, de haberla planteado, me hubieran mandado a la mierda. Pero todo depende de nuestras inseguridades. Y porque hablamos de relaciones amorosas, en las que los sentimientos nos afectan mucho más. En la amistad todo es más liviano».
Alejo sigue considerándose un soñador: «Si no lo eres no te puede ir bien en esta profesión. La ilusión es nuestra gasolina y los sueños calman el dolor de los palos que recibes». Su gran pasión son los viajes: «Me fascina recorrer el mundo, descubrir culturas. No viajo como turista, necesito mi tiempo para sentir que formo parte de la realidad que visito». Se considera perfeccionista, «pero solo en el trabajo. En la vida soy más relajado. No soy ni constante ni ordenado. Si se me rompe algo, tardo semanas en arreglarlo». Y es detallista por temporadas: «No es que sea emocionalmente inestable, pero voy por épocas. A veces soy un poco más desastre y tengo abandonados a los míos».
No es un hombre cuadriculado: «La rutina me agobia, voy improvisando». Y tiene horarios de artista: «Antes era mucho más nocturno, pero es que de noche me concentro más, así que aprovecho para estudiar. Los fines de semana me gusta quedar con los amigos y salir a tomar algo». Le da paz que su gente esté bien, «es mi línea de flotación. El resto de paces no me preocupan, la vida es un sube y baja constante». Y le saca de quicio que las cosas no salgan a la primera: «En una obra de teatro se tarda en encontrar al personaje, soy consciente de ello, pero me frustro».
La foto: un rebelde con causa
Se trata de un pequeño tesoro que nos ha costado conseguir: «Todas mis fotos de pequeño se perdieron para siempre. Me las pidieron en producción para un capítulo de 'Al salir de clase' y me las perdieron. El bajón me duró dos años». Menos mal que su hermana se ha convertido en guardesa de su memoria y conserva lo poco que se salvó del desastre. Aquí tienen al pequeño Alejo hecho un chulapo, el terror de la pradera: «Es que yo era un desastre, un rebelde que daba muchos problemas. Tantos que en veranos me mandaban a Asturias a casa de unos amigos de mis padres y yo me dedicaba destrozarlo todo. Mi hermana, que me saca tres años, era mi referente. Ella intentaba vigilarme para que yo no diera la nota, pero a mí me gustaba investigarlo todo y me metía en mil líos. Pero también era un niño muy alegre, divertido y cariñoso. Cuando vuelvo al pueblo y me reconocen, me dicen '¡Qué bueno, pero malo malo eras!' Y me cuentan las faenas que les hice».
Alejo echa de menos aquellos tiempos «Es que mis padres eran un poco 'hippies' en un su forma de pensar y por eso nos mandan fuera de veraneo». Fue tan feliz que si pudiera mandarle un mensaje a su yo de aquellos años, no le diría nada: «Es que fue una infancia tan bonita que no la tocaría, no quisiera que cambiara nada. Lo que más disfruté es la facilidad de hacer amigos en cualquier parte. Nunca tuve ansias de liderar, solo de divertirme».
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