Alejo Sauras y sus vacaciones solidarias en Mali: «Me marcó para siempre»
En 2011, se sumó a la expedición de la Fundación Voces para construir una escuela en el país africano
Antonio Albert
Alejo Sauras se encuentra enfrascado en los ensayos de ‘Edipo (a través de las llamas)’, que se estrena el próximo 11 de agosto en el Festival de Mérida . «Si me llegas a preguntar hace unos días, te habría dicho que estoy agobiadísimo, ... perdido, pero ahora estoy tranquilo gracias al director, Luis Luque , que saca lo mejor de ti y te ayuda a encontrar el personaje sin hacerte sufrir», cuenta. A la compañía se le ha pedido que guarde cuidado con la Covid, así que Alejo solo sale de casa para ir a los ensayos y al gym, «a liberar un poco la tensión». No se queja, puede salir al jardín cada tarde y estudiar acompañado de su perra mientras toma un baño: «Soy un privilegiado, a pesar del confinamiento puedo relajarme y olvidar las tensiones del trabajo. En esta profesión o tienes todo o no tienes nada, va por ciclos, y ahora mismo yo lo tengo todo, televisión y teatro».
Pobreza extrema
Verano 2011. Las fotografías las toma su compañero Antonio Abeledo , ahora representante de actores. Juntos, acompañados de amigos como Raúl Peña, acudieron a un curso de teatro que la Fundación Voces organizaba en Mali, donde habían adquirido un terreno y planeaban la construcción de una escuela. Aunque el país era por entonces el quinto más pobre del mundo, la idea era generar un espacio abierto para el aprendizaje y entablar relaciones que permitieran a los alumnos abrirse a un mundo nuevo.
El shock cultural fue enorme: «Es gente generosa, honesta, con unas costumbres arraigadas, que no tenían ni comida ni agua, pero lo compartían todo contigo. Era llamativo que carecieran de los más mínimos bienes materiales pero quisieran aprender arte, porque no solo estaba la escuela de interpretación, también había un conservatorio de música», recuerda.
Alejo, al que nadie reconocía por las calles pero al que muchos niños se le acercaban, sonrientes y extrañados, al ver por primera vez en la vida a un hombre blanco. «Ten en cuenta que para ir a por agua tardaban dos o tres horas, cargando unas garrafas pesadas. Y luego te servían un cuenco de arroz hervido en el que comíamos 20 personas», insiste Alejo en su empeño por celebrar la generosidad de los más humildes.
Pero no todo fue una experiencia positiva: «Fue un viaje con claroscuros, porque Mali también es un país muy machista. Me dejó impactado descubrir la ablación de las niñas. Me parece una práctica atroz. Además, muchas chicas tenían que irse antes de acabar la jornada para hacer las labores del hogar y atender a sus maridos». Sauras recuerda especialmente a una de las alumnas: «Teníamos una chica que era una actriz maravillosa. Eran cinco hermanos, pero dos habían muerto y a ella la habían casado. Sin embargo, decía que su marido era ‘muy liberal’ porque le daba permiso para asistir a clase. Pero cuando le sugerimos que viniera a España a probar fortuna, nos dijo que eso era impensable».
Lección de vida
Alejo nunca pudo volver a Mali para ver los avances de la escuela porque estalló un sangriento conflicto bélico y la guerrilla se atrincheró en el pueblo. Todo el proyecto quedó suspendido. De esa experiencia veraniega tan intensa como apasionante, el actor aprendió una lección: «Ese viaje me dejó una huella, me marcó para siempre, porque descubrí que nosotros, en nuestro primer mundo, desperdiciamos nuestra vida en la búsqueda de cosas cuando la felicidad está en otra parte». Para Alejo, la felicidad está subido a los escenarios.
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