Ondina, madre de nueve hijos: «Hay que tener claro que no se puede llegar a todo»
Ella y su marido explican cómo consiguen cada día «sobrevivir» al reto de trabajar y que sus hijos se conecten con las clases online
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Iniciar sesión«Nuestra casa parece cada mañana un centro de alto rendimiento», asegura Pablo Gutiérrez, director de Campus Life de la Universidad CEU San Pablo y padre de nueve hijos (de 17, 16, 14, 12, 10, 9, 7, 5 años y la pequeña de diez meses). ... Su mujer Ondina, profesora en la misma universidad y médico de Familia en un centro de Urgencias, reconoce que es así, y que tener conectados a todos y lograr introducir correctamente los códigos de cada clase ha sido «más complicado que entrar en los ordenadores del Pentágono».
Esta familia numerosa está pasando por diferentes fases durante el confinamiento. Las primeras semanas, Pablo asegura que fueron las más difíciles porque el cambio «nos pilló a todos desprevenidos y no teníamos ordenadores para que cada uno de mis hijos se conectara con el colegio y había que establecer turnos. Todo fue muy frenético. Una verdadera locura. Después, por Semana Santa, conseguimos intentar normalizar un poco todo en la medida de lo posible, gracias a que las mayores se conectaban desde su móvil y a que la madre de una de las compañeras de mi hija sabía por lo que estábamos pasando y nos dejó un Ipad, lo que nos ayudó a ganar en tranquilidad porque, de esta manera, ya teníamos cuatro terminales más los móviles. Eso sí, los problemas técnicos siguen sin darnos tregua: un ratón que se queda sin pilas, un altavoz que no suena, unos auriculares que no se escuchan bien... Cada día una sorpresa».
Pablo reconoce que tanto ajetreo por lograr que las claves funcionen, ayudar a cada hijo con dudas, resolver los problemas técnicos, hacer fotos a los deberes, mandarlos por mail..., «mientras intento hacer mi trabajo o mi mujer el suyo, ha motivado mucha tensión y en otros momentos desesperación, mal humor, gritos y enfados. No soy un padre modelo en este aspecto. Pero —explica—, si el tono de voz se me va de las manos, pido perdón a mis hijos. Es positivo que ellos escuchen de sus padres la palabra perdón y que también entiendan la situación. Lo que no puede ser es que respondamos a todas sus demandas al instante. Se trata, además, de una oportunidad para que aprendan a saber esperar y a distinguir el momento en el que pueden o no solicitar algo. Siempre hay que buscar el lado positivo», explica Pablo.
Eso sí, cuando tiene una reunión, o su mujer que impartir una clase, se encierran en su dormitorio para estar más tranquilos y lejos del alboroto familiar. «En alguna ocasión —confiesa Ondina— me ha ocurrido que, dando clase a mis alumnos de Psicología de la Facultad de Medicina, se ha despertado mi bebé que estaba detrás de mí en la cuna y he tenido que llamar a alguno de mis hijos para que se lo llevara porque no paraba de llorar o de hacer gracias. En estas situaciones hay que intentar dar normalidad a los imprevistos familiares».
Ondina reconoce que en el WhastApp del grupo de madres del colegio siempre le preguntan cómo se organiza con 9 hijos. «¡Pues cómo puedo! —asegura entre risas—. Al principio fue muy duro porque al llegar a casa después de una guardia me iba directa a la ducha y no dejaba que ninguno de mis hijos me tocara. Lo que me he dado cuenta es que la tristeza por lo que había visto durante el día en Urgencias se me quitaba cuando mis hijos me contaban lo que habían hecho o con las ocurrencias de los más pequeños. Han sido como mi terapia. Lo más importante para sobrevivir al estrés de cada día —destaca— es tener claro que no se puede llegar a todo. A veces veo a uno de mis hijos jugando en el salón y, ¿qué voy a hacer? Pues dejarle. ¿Que me encantaría que estuviera repasando sus letras? Pues, claro. Pero ya se conectará más tarde a hacer los deberes. Si intento hacer todo en cada momento me vuelvo loca. Hay que ser consciente de las limitaciones de cada uno, y así se lo hemos manifestado a los profesores. Hay que ser realistas», concluye.
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