¿Aparentar felicidad o expresar lo que sentimos? El dilema de esta Navidad
Dafne Cataluña, psicóloga y fundadora del Instituto Europeo de Psicología, explica las consecuencias de ocultar nuestras emociones con nuestros familiares
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Iniciar sesiónLlegó la Navidad. Con ella, los buenos deseos, la alegría, la fiesta, las ganas de celebraciones... O no. Este año ha sido especialmente duro para muchas personas por los devastadores efectos del coronavirus en nuestras vidas. Frente a la alegría de estas fechas, ¿cómo debo ... mostrarme?, ¿manifiesto mi estado de ánimo real?, ¿finjo estar alegre?
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Según Dafne Cataluña, psicóloga y fundadora del Instituto Europeo de Psicología , en Navidad (de la misma manera que pasa en cualquier otra época del año) aparentar, interpretar un papel o actuar en contra de lo que pensamos nos hace sentirnos aún peor, porque no mostramos nuestras emociones de forma auténtica . «La alegría es una emoción y, como tal, lo funcional es expresarla cuando realmente se siente. Eso sí, no es recomendable dejarnos llevar por emociones como la tristeza de forma prolongada porque puede convertirse en algo que poco a poco va comiendo un pedacito más de nuestra vida, hasta que no deja casi nada libre de tristeza».
¿Cómo debemos expresarnos delante de nuestros familiares?
Es importante contextualizar un poco. No es lo mismo haber perdido a un familiar cercano y hacer todos un esfuerzo por mantener la alegría que nos produce poder estar juntos, incluso a pesar del dolor por la pérdida, que encontrarnos en una situación en la que tengo mala relación con mis parientes, a los que veo dos veces al año. En la primera situación es natural darnos permiso para sentir la ausencia, recordar y llorar a la persona aunque intentemos mantener la compostura lo más posible. En la segunda es frecuente llegar a acuerdos de no agresión donde, a pesar de las diferencias, se mantenga una parcial aceptación de todos los presentes.
La fortaleza de la honestidad en la clasificación FORTE se define como la capacidad natural de una persona para mostrarse tal cual es, para actuar bajo la sinceridad, no ocultar información y con la sensibilidad suficiente como para hacerlo sin herir los sentimientos de los demás. Nos aporta una sensación de satisfacción cuando la usamos de forma equilibrada y, sobre todo, si sabemos adaptarla a situaciones específicas.
Lo ideal es poder mostrarse natural, relacionarse y actuar con la familia y con los amigos según los valores, ideales, necesidades y deseos compartidos, pero no siempre se produce esta circunstancia. Cuando no es así, podremos encontrar el equilibrio entre la honestidad y la amabilidad con un análisis previo, estableciendo las líneas que no estamos dispuestos a cruzar y con una comunicación constructiva y al mismo tiempo asertiva para solicitar a los demás lo que necesitamos.
¿Nos ayuda a paliar nuestra tristeza?
Evitar sentir ciertas emociones negativas es una estrategia que a veces utilizamos casi sin ser conscientes de ello porque son desagradables, y el ser humano tiende a alejarse de lo que no nos hace sentirnos bien. Lo que muchas veces no sabemos es que, psicológicamente, la evitación nos encadena a esa emoción que justamente queremos evitar, porque no la afrontamos y entonces no la superamos.
Harina de otro costal es cuando caemos en la tendencia opuesta, que consiste en dejarnos arrastrar por la tristeza. Como ocurría en la película «La historia interminable», la tristeza es una emoción que actúa como las arenas movedizas que finalmente atraparon al caballo Ártax. Una de las características de la tristeza es que nos inmoviliza, nos quita la energía para que nos quedemos en un estado propicio para la reflexión. Pero puede llegar a paralizarnos tanto que perdamos el interés por lo cotidiano, las ganas de disfrutar junto a las personas que queremos y que nos dificulta ver los detalles bonitos de cualquiera de nuestros días.
Por eso, para salir de la tristeza es fundamental salir de la inmovilización, activarnos y centrarnos en algo que nos haga sentirnos mejor, no como un método de evitación, en absoluto, lo hacemos como una herramienta de manejo emocional que me permite darnos el tiempo suficiente de tristeza, pero no tanto como para que nos ahogue.
Ese punto de equilibrio entre la escucha de la emoción y transformar mi estado para sentirme mejor es un camino que se recorre desde la auto-observación y la autorregulación, se va descubriendo y perfeccionando con cada experiencia.
Detrás de una «falsa felicidad» ¿hay personas fuertes que saben aparentar y «ocultar» su estado de ánimo, o débiles por no expresar sus sentimientos a los demás?
Podemos pensar en el símil de la sal. «Forzar» la alegría para que los demás se sientan mejor en un determinado momento puede ayudarme a disfrutar más de una situación puntual que puede que no se repita en mucho tiempo, como una comida familiar. Un poquito de sal hace más sabrosas las experiencias. Sin embargo, si casi siempre suelo aparentar que estoy bien, aunque en el fondo me siento fatal, y no quiero ser un estorbo, porque pienso que bastante tienen los demás con lo que les ha tocado vivir, o que no me merezco el cuidado o la atención de los demás, entonces ahí se nos ha ido un poco la sal de las manos.
En el segundo caso, a veces nos ayuda pensar sobre cómo pensamos nosotros sobre las personas que vienen a por nuestra ayuda, que nos cuentan que no se sienten bien, que están pasando una mala racha o que necesitan un momento de cariño. Es altamente probable que en tu pecho se haya activado la compasión, que hayas sentido el dolor de la otra persona y que de forma auténtica te preocupes y quieras ayudar. ¿Qué nos hace pensar que los demás no sienten lo mismo, que también sienten esa compasión de forma positiva? Y que, incluso, les hace sentirse mejores personas cuando pueden ayudar a alguien a sentirse mejor….
¿Qué consecuencias tiene incluso mentir a los hijos para que no nos vean tristes?
La mentira indiscriminada e injustificada no es la mejor vía, ni la mejor solución a la hora de relacionarnos con los demás. Pero esto no quita para que, en ciertas ocasiones, con el uso equilibrado de la honestidad, sí se utilice con el objetivo de no preocupar a nuestros allegados, muchas veces los propios hijos.
Cuando esto pasa, una de las consecuencias a nivel personal que puede aparecer es el sentimiento de culpa. Habrá que sopesar si el beneficio supera al coste.
En realidad, ¿qué hay de malo en que tus hijos te vean triste si de verdad hay motivos para ello? Nada en absoluto, justo al contrario. Ver que normalizas la tristeza les ayudará a hacerlo a ellos cuando les ocurra porque somos sus modelos. Así que si se lo explicas tal cual lo sientes y adaptando el lenguaje a su edad, lo podrán comprender sin necesidad de mentirles.
¿Cuáles son los mejores consejos para actuar correctamente?
Lo que mejor nos hará sentir es un uso equilibrado de la fortaleza de la honestidad, mostrarnos tal cual somos con sensibilidad y empatía. Una estrategia que nos puede ayudar a relacionarnos de forma más saludable con los pensamientos y las emociones es hacer un curso de mindfulness o atención plena. Si además podemos unirlo a la gestión emocional conseguiremos un gran tándem para tomar distancia de lo que ocurre y no sobrerreaccionar o caer en la evitación.
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