Andrés Piedrahita, el discreto oropel del hombre de Madoff en España
Cinco años después de la estafa, el financiero ha rehecho su fortuna. Continúa con su vida de lujo pero con disimulo
maría cuesta
Hace cinco años, tener dinero no era motivo suficiente para ser considerado un verdadero triunfador. Además de ser rico había que parecerlo. Durante los últimos coletazos de 2008, la crisis ya comenzaba a remover los mercados financieros, pero aún se dejaba caer con cierta timidez ... por la economía real. El reinado social de los grandes «brokers» se mantenía prácticamente intacto, el culto al dinero fácil seguía vigente y el triunfo en los negocios era una muestra de inteligencia superior a un título de doctorado. Andrés Piedrahita, embajador en España de Bernard Madoff , supo nadar como nadie en esas dulces aguas. Sibarita hasta el extremo, había hecho del vivir bien su profesión. Con un bagaje de apenas cuatro años de residencia en la capital, el colombiano se convirtió en el espejo en que toda la «jet» madrileña se quería mirar. Todos deseaban vivir como él. Y él trabajaba para vivir mejor que nadie. Pero el 11 de diciembre de 2008 impactó como una roca a propulsión en aquel cristal de lujo y pretensión, haciendo añicos las aspiraciones de grandeza de miles de fortunas.
Hace ya cinco años desde que se derrumbó la pirámide financiera más glamourosa que se recuerda , y algunas cosas han cambiado para el que sin duda fue el hombre de moda entre las grandes fortunas españolas. Pero muchas otras siguen igual. Continúan los safaris en Kenia, las Navidades en Mustique y los veranos al sol de Mallorca . Aunque del muelle de Palma ha desaparecido el yate y del aeropuerto de Torrejón el avión privado. Tampoco cuenta ya con su espectacular apartamento en la Quinta Avenida de Nueva York con vistas a Central Park, que vendió sin ni siquiera haberlo podido estrenar. El lujo sigue siendo un «must» en la vida de los Piedrahita, pero ahora, crisis mediante, prefieren que no se les note demasiado.
Se terminó la fiesta
La huella social ha sido, quizá, la más profunda. «Andrés se dio cuenta de quiénes eran sus verdaderos amigos cuando estalló el escándalo. Él aseguró haber sido un estafado más, pero pocos le creyeron y le clavaron muchos cuchillos. Estaba horrorizado por todo lo que se decía», asegura uno de los contados invitados que todavía frecuentan su lujosa casa en Puerta de Hierro. Entre sus más fieles se encuentra en posición destacada el empresario Alberto Cortina. Juntos protagonizaron uno de los mayores pelotazos bursátiles de estos tiempos de turbulencias financieras: ganaron en torno a 100 millones de euros por cabeza con su inversión en la compañía de moda Michael Kors , una de las revelaciones bursátiles del 2011 y una exclusiva oportunidad de inversión a la que sólo unos pocos pudieron optar.
Pero si algo terminó aquel jueves nuboso y frío, cuando Madoff fue detenido por el FBI tras confesar que los 20.000 millones de dólares (14.000 de euros) de su fondo se habían evaporado en un esquema ponzi, fueron «las mejores fiestas de Madrid». En la imponente casa decorada por Luis Bustamante , Andrés y Corina Noel, su impoluta y delgadísima mujer, recibían como nadie a la «crème de la crème» de la alta sociedad. Por la parcela de casi una hectárea -por la que Piedrahita pagó en 2003 cerca de 10 millones de euros a la familia de banqueros Herrera y a la que incorporaría además la finca aneja-solían desfilar Isabel Preysler y Miguel Boyer, Cortina y su esposa Elena Cué... También José Manuel Entrecanales, Juan Abelló y Ana Patricia Botín con su marido Gillermo Morenés.
Las «garden party» de aquel verano de 2008, cuando la familia regresó de su obligado descanso en la villa en Palma, no han vuelto a repetirse desde entonces. Los jardines, eso sí, siguen cuidados hasta el empeño, y custodiados por reproducciones de los guerreros de terracota y originales de Botero , aunque por ellos ya no pasean tantas celebridades como en los buenos tiempos. «En realidad las fiestas eran parte de su trabajo. Andrés alardeaba de nivel de vida como gancho para sus inversores, ya no tienen sentido», explica uno de sus allegados.
Aristocracia
En aquellos jardines se hablaba de barcos, de golf, de lo fantásticas que son las Navidades en Mustique, pero también de dinero. La mayor parte de las inversiones en la gestora de Piedrahita, Fairfield Greenwich Group (FGG), germinaron allí, entre los canapés y el postre. Fernando Fernández de Córdova, hijo del duque de Arión, era la mano derecha de Piedrahita en Fairfield , un nombre ilustre para terminar de cerrar el círculo. Su mujer, la venezolana María Teresa Pulido Mendoza, también se incorporó como socia de FGG tras una sólida carrera como banquera privada para Europa en Citigroup. «M&T», como la llamaban cariñosamente, era el perfil técnico que completaba a la perfección la aristocracia de su marido.
Piedrahita disolvió su boutique financiera pocos días después de conocerse la estafa, tras haberse esfumado más de 7.000 millones de dólares de sus clientes. Pero mantuvo la relación con los Fernández de Córdova, a quienes sigue viendo en sus restringidas cenas, que aún sirve un camarero con guante blanco. El colombiano se ha dedicado en cuerpo y alma a resolver sus asuntos legales y, hace un año, consiguió cerrar un acuerdo con las víctimas, a los que pagó 50 millones a cambio de esquivar un engorroso juicio por negligencia, enriquecimiento indebido e incumplimiento de obligaciones fiduciarias, según desveló «Vanity Fair».
Borrón y cuenta nueva para un rico amante del lujo que ha cambiado la pompa por el disimulo.
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