La última plegaria: todo empieza y todo acaba en ti, Pedro

Del estupor a la expectativa. Del pesimismo al miedo. Los sentimientos han ido evolucionando desde la tarde del miércoles en esa dirección. Son pocos, muy pocos los que han hablado estos días con el todavía presidente del Gobierno. Algunos dirigentes con una relación muy fluida con él reconocen no haber podido o no haber logrado contactar con él.

Algo se ha roto. Nadie alcanza a saber la profundidad de la herida. Pero sin negar el fondo del argumentario, aquello de los bulos y la ultraderecha, lo cierto es que son decenas de dirigentes los que ya reconocen que el asunto de la mujer del presidente ha tensado al partido. Ya se reconoce, y es un primer paso, que sus actividades privadas han sido, como mínimo, poco estéticas. En el núcleo de La Moncloa que rodea a Sánchez lo entendieron hace unas semanas.

La especulación corre como la pólvora cuando se piensa en el día después. Pero eso ya es un síntoma. Porque es en la dimisión y no en la continuidad en lo que ya piensan muchos dirigentes. Lo de ayer en Ferraz opera como un acto desesperado de sus dirigentes para convencerlo de que siga adelante. Lo reconocía un responsable autonómico: «Más homenaje que golpe de efecto». Y era inevitable no acordarse de aquel 1 de octubre de 2016 donde una multitud rodeó Ferraz contra los barones y en favor del secretario general. Allí nació verdaderamente el sanchismo como religión orgánica. Y allí pudo tener ayer su epílogo. Pedro Sánchez anunciará mañana si se baja definitivamente el telón. Pero esa es la sensación creciente de un partido que llegado el caso tendrá que reajustarse tras el experimento del movimiento-plataforma.