Las tres maniobras que baraja Sánchez para reflotar al PSOE y al Gobierno
El presidente encara una legislatura sin capacidad de maniobra y escaso poder territorial
El PP descarta una moción de censura con Junts y cree que «Sánchez se desangrará solo»
Madrid
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Iniciar sesiónDiez años después de su llegada a la Secretaría General del PSOE y seis después de alcanzar La Moncloa, Pedro Sánchez vive uno de sus momentos políticos más delicados, y personales también, si es que se puede deslindar al cien por cien un cosa ... de la otra en la figura del presidente del Gobierno. La situación de su mujer, Begoña Gómez, imputada por presunta corrupción por un juez, que también le ha citado ahora a declarar como testigo, le llevó a protagonizar el insólito episodio de los días finales de abril, cuando mediante una carta a la ciudadanía amagó con dimitir.
Pero eso es sólo el escollo más visible de una situación muy delicada para quien, como rezó el título de unos de sus libros, presume de llevar a cuestas todo un 'Manual de resistencia'. Y todo parte de las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023 y las generales adelantadas del 23 de julio de ese pasado año. El resultado cosechado por los socialistas fue ambivalente entre una y otra cita con las urnas.
El fracaso en mayo dejó al partido muy mermado en cuanto a poder territorial. En los huesos. A nivel autónomo sólo resistieron Emiliano García-Page en Castilla-La Mancha, María Chivite en Navarra (pacto con Bildu mediante) y Adrián Barbón en el Principado de Asturias. Perdieron sus presidencias autonómicas pesos pesados como el aragonés Javier Lambán, el extremeño Guillermo Fernández Vara, el valenciano Ximo Puig, la balear Francina Armengol y el canario Ángel Víctor Torres. Una nómina que se extendió a alcaldes que, por el desgaste del Gobierno central, perdieron el bastón de mando. Baste citar, como botón de muestra, al exregidor de Sevilla, Antonio Muñoz, y a Óscar Puente, que, tras su etapa al frente del Ayuntamiento de Valladolid, forma hoy parte del Gobierno como ministro de Transportes.
Luego Sánchez logró resistir, pese a perder frente al PP, y alcanzó la investidura tras garantizar a Carles Puigdemont que le amnistiaría con una ley a su medida. Pero ahora, un año después de todo aquello, Sánchez tiene un Gobierno sin Presupuestos, y prácticamente sin margen de maniobra parlamentario, como ha vuelvo a quedar de manifiesto esta semana, donde Junts le ha tumbado la senda de déficit y con ello el primer paso para que haya cuentas públicas, prorrogadas este año. Y un partido donde las heridas del 28-M siguen latentes, aunque adormecidas por seguir en el Gobierno, y con una renovación territorial parcialmente empantanada.
Sánchez, cuyo futuro depende en buena medida de si Salvador Illa logra este verano ser investido presidente de la Generalitat con el apoyo de ERC -aunque tampoco es seguro que de alcanzar el PSC el Gobierno de Cataluña eso mejorase el continuo boicoteo de Junts-, tiene de cara a después del verano tres posibles maniobras.
Tres maniobras
Una, rendirse a la evidencia de las turbulencias por las que atraviesa y convocar elecciones, que podrían ser a la vez que las catalanas en octubre, si finalmente ERC no acepta investir a Illa. Pero las encuestas que se barajan en Moncloa y Ferraz no abonan esa como una buena opción, pues la demoscopia abona la posibilidad de que esta vez Alberto Núñez Feijóo sí pudiera sumar una mayoría para ser investido.
La segunda maniobra que comienza a tomar cuerpo es la de abordar una crisis de gobierno. Algo que podría hacerse coincidiendo con la casi segura salida de la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, rumbo a algún puesto en la nueva Comisión Europea. No hay garantía de que eso mejorase sus perspectivas de la legislatura, pero se trataría de dar un nuevo impulso al Gabinete, que muchos ya ven desgastado nueve meses después de constituirse.
Y la tercera maniobra o posibilidad (ninguna excluyente de la otra) es abordar de una vez por todas el reseteo de un partido con muchos liderazgos regionales pendientes de relevo, y al que en 2025 le toca celebrar su Congreso Federal, después del XL Congreso que tuvo lugar en 2021 en Valencia y que sirvió para una leve y breve reconciliación de su líder con Felipe González, cada vez más distanciado del partido. La casa, valga la analogía, está manga por hombro. Se acometió el relevo en la Comunidad Valenciana, donde Ferraz logró imponer como líder del PSPV a la ministra de Ciencia, Diana Morant; y en Extremadura, donde Fernández Vara fue sustituido por Miguel Ángel Gallardo, quien ganó su puesto en las primarias.
Pero es una incógnita el futuro en Aragón, donde Lambán resiste con una situación de salud delicada y abiertamente enfrentado a la dirección. Hasta se ausentó del Senado para no votar la amnistía, y su ruptura con la que apuntaba a su sucesora, la ministra y portavoz Pilar Alegría, es total. No parece que la trayectoria de Luis Tudanca como líder de los socialistas de Castilla y León vaya a llegar a unas próximas elecciones, que tocarían en 2026, siempre que no haya un adelanto de los comicios. Y hay dos líderes autonómicos cada vez más señalados. El andaluz Juan Espadas y el madrileño Juan Lobato.
El primero trata ahora de sacar cabeza reivindicando a los expresidentes de la Junta Manuel Chaves y José Antonio Griñán, exonerados por el Tribunal Constitucional (TC) de la condena por el escándalo de los ERE. El segundo, al que ya le han empezado a brotar algunas voces discordantes entre los alcaldes socialistas del sur de Madrid, donde tan potente es el PSM, afronta el difícil reto de combatir políticamente a Isabel Díaz Ayuso y su mayoría absoluta, algo que ha tratado de hacer marcando distancias con Moncloa en asuntos tan clave como la amnistía, pero cosechando por ello el recelo de la dirección socialista y de su secretario general.
La famosa carta
Lo que Sánchez, uno de los líderes más imprevisibles de las últimas décadas, pueda terminar haciendo sólo él lo sabe. El episodio de la carta de abril demostró hasta qué punto ya son pocos los que pueden influir en sus decisiones o incluso conocerlas con cierta antelación. Pero en ello podría influir decisivamente tanto la evolución del caso de Begoña Gómez como de la investidura de Illa. Y si logra de una vez convertir a Carles Puigdemont en un socio fiable de legislatura, algo que cada vez se ve más complicado a corto plazo.
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