Análisis
Bermuda y panza
En lo político, desorientación e irrelevancia. Flaqueza. La mentira al descubierto de que el destino de España está en sus manos
El independentismo pincha en la calle pese a su fuerza decisiva en la investidura
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Iniciar sesiónSe nota que un movimiento político está de moda cuando acude gente de todo tipo a sus convocatorias. Sobre todo jóvenes y guapos. Fotografías que dan prestigio. Y confianza en el futuro. En tardes como ésta el independentismo tuvo a los cuerpos más hermosos en ... sus brazos. Contornos de primicia y épica.
Ayer todo volvió a la ruralidad, como antes de los escándálos. El resto del resto. Desocupados. Hombres de bermuda y panza. Mujeres del pelo ya cortado porque a su edad es lo más práctico. Mucho autocar. Se agradece que al ser menos cabían las terrazas y no tomaron los parterres ni comieron en el suelo.
En lo político, desorientación e irrelevancia. Flaqueza. La mentira al descubierto de que el destino de España está en sus manos. Ni siquiera el de Cataluña lo está, que de un modo muy mayoritario se ha alejado del flirteo con el conflicto abierto con el Estado. La manifestación menos concurrida y más amarga. Los escaños decisivos no son los 7 de Puigdemont sino los 19 que obtuvo el PSC.
Hay una rabia que permanece, como el poso en la copa, el gris de las aceras recién pasado el camión de la basura. Hay una una disfunción, una tara, un odio, enganchado como un atraso a la rueda. Pero no hay una fuerza independentista en Cataluña que impida gobernar España. No hay un sentimiento de desafección que desborde la calle, la convivencia, ni siquiera en un 11 de septiembre.
Lo que hay es una fuerza socialista, que expresa más el deseo de no meterse en líos que la militancia en una ideología concreta, y que Pedro Sánchez está decidido a utilizar sin ningún otro escrúpulo que el poder para convertir su derrota no sólo en victoria sino en el desahucio del Partido Popular y de su líder, Alberto Núñez Feijóo.
España no tiene ningún problema con su ley electoral ni siquiera una tensión territorial que pueda compararse, en intensidad, a la de cualquier otro momento desde la recuperación de la democracia. El problema que tiene España es que el Partido Popular no sabe qué hacer en Cataluña y regala lo que pierde ahí y en el País Vasco al PSOE; y que los socialistas usan el amable regalo para acusar al PP de fascista y hundirlo en la oposición.
Éste y ningún otro es el problema de España y ayer cualquiera pudo comprobarlo en una Diada reducida a pasacalle de las hermanas Catafalco. Quejarse de Puigdemont es como patearte la herencia con drogas y sexo y decir que la culpa es del mayordomo porque acepta lo que le regalas cuando no estás en tus cabales.
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