El presidente se enfada y no contesta sobre su mujer
Pedro Sánchez se mostró visiblemente molesto en su última rueda de prensa antes de las vacaciones por las preguntas sobre la actividad de su mujer, que no contestó
Sánchez conversa con Fernando Carpena, presidente de la federación de Natación, en presencia de Begoña Gómez
El ambiente ayer en Moncloa era de final de curso. Casi todos los presentes con un pie en la playa u otro destino vacacional, desde el presidente del Gobierno, pasando por ministros y cargos de confianza y trabajadores del complejo presidencial, hasta el último ... de los periodistas que cubrió la rueda de balance del curso, una de las dos comparecencias anuales de ese tipo (la otra en Navidad) que ya se han convertido en una norma no escrita de nuestra democracia. Muchas sonrisas, bromas, algún rostro más bronceado que otro y, como es tradición, los periodistas esperando una hora hasta ser dirigidos a pie al salón Barceló, el de las grandes ocasiones, para la intervención de Pedro Sánchez, que apareció al filo de las once de la mañana de traje azul marino y corbata negra. La puesta en escena fue sobria, con un atril y algunos gráficos que se proyectaban sobre fondo azul en el que aparecía el lema 'Cumpliendo', rubricado por una marca de verificación o chequeado, mientras Sánchez iba leyendo su discurso, como en casi todas sus comparecencias públicas, en las dos pantallas de teleprompter, la herramienta utilizada habitualmente por los presentadores de televisión, ubicadas al fondo de la sala.
La Secretaría de Estado de Comunicación concedió cinco turnos de palabra, menos incluso que los que se otorgan semanalmente en las ruedas de prensa de la portavoz Pilar Alegría, presente en primera fila junto al ministro de la Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, y el jefe de gabinete del presidente, Óscar López, entre otros estrechos colaboradores del jefe del Ejecutivo. Y aún así se afeó a los informadores agraciados que aprovechasen para plantear más de una pregunta al presidente. Varias quedaron sin contestar. Fundamentalmente las que se formularon sobre su mujer, Begoña Gómez, y que irritaron visiblemente al jefe del Ejecutivo. «Gracias por sus preguntas, algunas de ellas valorativas. Yo respondo, otra cosa es que se considere que no es así», le espetó notablemente molesto a un veterano corresponsal político que le interrogó sobre si conocía la firma que puso su esposa en las declaraciones de interés y apoyo en favor de la Unión Temporal de Empresas (UTE) del empresario Juan Carlos Barrabés, también imputado en la causa que instruye el juez Juan Carlos Peinado, contra el que el presidente se ha querellado por prevaricación a través de la Abogacía del Estado. Pero no aclaró si efectivamente conocía esa gestión de su mujer, o si estaba al tanto de sus encuentros con empresarios incluso en la propia sede de la Presidencia del Gobierno. Tampoco tuvo a bien contestar sobre la destitución de la directora del Instituto de las Mujeres, Isabel García, por la colisión de la actividad de la empresa de su mujer con varias administraciones del PSOE, ni sobre el hecho de que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) lo presida un exmiembro de su propia Ejecutiva como José Félix Tezanos. Del plan de regeneración, que el Gobierno ha comenzado a negociar con los grupos parlamentarios de cara a la rentrée de septiembre, casi ninguna palabra. Y eso que fue el proyecto anunciado como una urgencia democrática después de los cinco días de reflexión de abril, cuando el presidente amagó hasta el final con dimitir tras remitir una carta a la ciudadanía presentándose como víctima de una injusta persecución política. Uno de los asuntos cruciales del curso político que ahora termina y que sin embargo pareció quedar muy lejos de la comparecencia de balance de verano.
Tampoco parecieron de su agrado las preguntas que desde el inicio de las mismas se le plantearon sobre el nuevo cambio de opinión sobre Cataluña, tras haber negado que se concedería a los independentistas el sistema de concierto económico que ahora se ha acordado con ERC para que la Generalitat gestione y recaude, y con medios propios, el 100% de los impuestos, incluido el IRPF. «Entiendo además que muchas de las cosas que me van a preguntar van a ir sobre esta misma línea que apuntabas», le espetó agitando ostensiblemente las manos a la primera de las periodistas que preguntó por, entre otras cosas, ese nuevo giro en materia territorial.
De entre las varias interrogantes que decidió directamente no contestar hubo una sobre si sigue manteniendo su rechazo al referéndum de independencia para Cataluña que reclaman los separatistas, y que parece ser, dijo un periodista de una cabecera de Madrid, la «última línea roja» que queda en cuanto a concesiones al mundo del independentismo.
«La institución»
En lo que Sánchez sí que se explayó fue acerca de la querella contra el juez Peinado, que vino a presentar casi como una iniciativa unilateral de la Abogacía del Estado que lo que ha hecho, dijo, «es defender la dignidad de la institución de la Presidencia del Gobierno».
Y por supuesto se despachó también por extenso sobre los detalles de su comparecencia del martes en la propia Moncloa ante Peinado, que apenas duró dos minutos, pues se acogió a su derecho a no declarar contra su mujer. En varias ocasiones, y con tono casi socarrón, se refirió al «espectáculo bochornoso» que a su juicio protagonizaron las acusaciones particulares, desde Vox a Manos Limpias o Hazte Oír. «Ver a las asociaciones ultraderechistas pelearse por ver quién entraba en el Palacio de La Moncloa. Absolutamente patético, bochornoso, por favor...», exclamó con deje coloquial.
A Sánchez, salvo un segundo despacho veraniego con Rey o alguna circunstancia excepcional, no se le volverá a escuchar hasta la vuelta de vacaciones. «Que descansen, porque me imagino que septiembre vendrá intenso», concluyó su comparecencia.