Las Rosas, un barrio sin cobertura en el viejo 'triángulo de la muerte'
La retirada de cinco antenas, la última hace solo unos meses, ha sumido a la zona en un punto negro para hacer llamadas y conectarse a internet
Las Rosas alojará la primera de las 40 nuevas residencias de mayores, más pequeñas y con 'calor de hogar'

El 27 de mayo de 2015 no es una fecha cualquiera en la memoria colectiva del barrio de Las Rosas, un codo paralelo a la M-40 que abarca la colonia de Las Musas, el estadio Metropolitano y el ensanche al este de San ... Blas. Aquel día, los residentes de la calle del Butrón, 31, fueron testigos de la retirada de la antena de telefonía ubicada en su azotea, lo que puso fin al llamado 'triángulo de la muerte'. Ese sobrenombre, recuerdan los más longevos del lugar, surgió del Ramón y Cajal, donde los médicos de su hospital de referencia «empezaron a observar un aumento de casos de cáncer en la zona». Una victoria vecinal, tribunales mediante, que trajo consigo un problema mucho más inocuo pero no por ello exento de contrapartidas.
Maite, afincada desde hace más de 40 años en la cuarta planta del bloque, solo tiene cobertura móvil en el salón, «y a veces, en la cocina». Yaiza, un piso más abajo, desde 2019, ni siquiera eso. «Hemos llamado a todos los técnicos de las compañías», resumen las dos, conscientes de que la controversia no está en los 'routers' de sus domicilios. «El wifi va bien y el teléfono fijo igual, pero si te sales de ahí estás apañado», insisten, sin saber a quién reclamar una solución que no llega. Fuera de Butrón, el área ciega se extiende a varios tramos de Austria, Suecia, avenida de Niza o el paseo de Ginebra, entre otras calles afectadas.
Por ello, la asociación de vecinos Las Musas-Las Rosas ha iniciado una recogida de firmas a fin de pedir mayor inversión en infraestructura de red, «para evitar la exclusión digital y garantizar que todos los vecinos puedan disfrutar de los servicios digitales básicos de manera apropiada y eficaz». El objetivo, acumular miles de rúbricas (solo en Change.org llevan más de 3.000) para llevarlas al pleno de San Blas-Canillejas el próximo mes de septiembre. Además de internet, los impulsores también han repartido hojas en varios comercios del enclave, donde los dependientes informan a sus clientes de la posibilidad de dejar su nombre, apellidos y DNI para sumarse a la iniciativa.
«Lo que pedimos es que el Ayuntamiento de Madrid facilite un terreno municipal en los alrededores del Metropolitano para que la compañía interesada pueda levantar una antena», sostiene el miembro de la asociación, Pablo Morena, quien alude a la imposibilidad de firmar contratos más allá de los cuatro años. «Con esa duración no les sale rentable», sostiene. Desde el consistorio, en cambio, rechazan tal afirmación al entender que se trata de un asunto que atañe a las operadores móviles y al Ministerio de Transformación Digital, responsable de autorizar su colocación.
Sea como fuere, lo cierto es que la situación ha empeorado en el último año, hasta el punto de que la cobertura ha pasado de poca a nula en según que zonas. Bien lo sabe Piluca, obligada a contratar fibra óptica en su frutería de la calle de Suecia. «Llevo 14 años aquí, los 13 primeros he tenido problemas con el datáfono a la hora de cobrar, pero ya este último era directamente imposible», afirma. Fue al encender el 'router', cuando por fin ha podido dejar de fiar a los clientes habituales, o que estos tuvieran que acudir al cajero más cercano para poder pagar en metálico.
En el centro de salud Los Alpes las dificultades van más allá. Los médicos no siempre pueden realizar las citas telefónicas, como pasa también con los avisos que los propios trabajadores de la recepción deben trasladar a los pacientes. «A veces nos llaman y es imposible que lo podamos coger porque no tenemos señal», advierte una mujer, a las puertas del ambulatorio. Los profesionales, que ya han trasladado esta problemática a la gerencia asistencial de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid, esperan como agua de mayo la reparación prometida. «Además de las dificultades para contactar, los usuarios tampoco pueden usar la receta electrónica ni tampoco podemos explicarles cómo descargar la aplicación, sobre todo a las personas mayores que lo solicitan», recalcan.



En las farmacias la tesitura tampoco mejora. Sin ir más lejos, la propia receta electrónica se convierte en un suplicio a la hora de retirar los medicamentos. «Los que vienen por la Seguridad Social aún podemos dispensarlos metiendo su DNI, pero con los de la privada no podemos hacer nada», explican en una de ellas, ubicada al inicio de la avenida de Niza. Tal es la odisea, que algunos de los afectados tienen que salir a la calle a intentar buscar un poco de cobertura o, directamente, volverse a casa con lo puesto. «El otro día le tuvimos que dar a un hombre la contraseña del wifi después de que se tirase 20 minutos intentando acceder a la aplicación», añaden.
Al salir, un cartel colocado en la puerta automática reza lo siguiente: «Escanea el código QR y síguenos en Instagram». Pero el público objetivo, visto lo visto, es cuando menos reducido. A estos dilemas se unen otros del día a día, acciones cotidianas que nadie repara en ellas siempre y cuando salgan adelante. Es el caso de los repartidores a domicilio, al menos de aquellos que media hora antes de entregar el pedido llaman al destinatario para cerciorarse de que está en casa. O también de los tenderos, que no siempre pueden contactar con los proveedores para recibir la mercancía esperada.
Los vecinos que teletrabajan, como Almudena, tienen que hacer frente a otras cuestiones que escapan de lo meramente laboral. «No es raro que las reuniones que hago por videollamada se corten. Es horrible», cuenta, resignada ante lo que considera un problema de siempre, que en los últimos meses se ha recrudecido. También en algunos supermercados del barrio han tenido dificultades a la hora de pasar por caja. «En el Dia, por ejemplo, hay veces que la cajera tiene que salir a la calle para que el datáfono funcione», revela otra residente.
Todos los que conocen más a fondo el tema coinciden en señalar la retirada meses atrás de una antena en el descampado que se abre entre el 'parking' sur del Metropolitano y la avenida de Arcentales, en la misma parcela donde se levantará el hotel de la futura Ciudad del Deporte. «La pusieron cuando el Atlético vino a jugar aquí, y en parte ayudaba a mitigar la falta de cobertura», expone el mismo Pablo Morena, partidario de una nueva instalación. «Pero no encima de nuestras casas, lo que queremos es que la pongan en los terrenos aledaños al estadio», subraya.
Después

Antes

Precisamente, la citada recogida de firmas ha reabierto un debate entre los vecinos que vivieron in situ la época del llamado 'triángulo de la muerte'. En la década de los 90, los inquilinos de Butrón, 27, fueron los primeros en aceptar un contrato de cinco años, prorrogable por otros diez, para colocar una antena en su azotea. A cambio, recibirían anualmente un millón de las antiguas pesetas; una suculenta suma que motivó la instalación de dos torres más en los números 29 y 31 de la misma calle. Pero el suceso del colegio García Quintana de Valladolid, en el que un juez obligó a desmontar las antenas aledañas tras detectarse varios casos de cáncer entre el alumnado, desató las primeras alarmas.
Tras ello, el farmacéutico más cercano a los edificios (tres torres de gran altura dispuestas a modo de triángulo) advirtió del aumento de personas que pedían en su negocio medicamentos contra esta enfermedad. Y un estudio epidemiológico solicitado a la Consejería de Sanidad confirmó este incremento, si bien concluyó que no se podía establecer una relación de causalidad. Así, las antenas de Butrón, 27 y 29, fueron desmanteladas en 2008 y 2010, respectivamente, tras cumplirse los 15 años firmados. «Lo que hicieron las compañías entonces fue acoplarse a las que iban quedando en pie», rememora el integrante de la asociación Las Musas-Las Rosas.
Un motivo que a la postre resultó clave para su anticipado final. Pese a tener aún el contrato en vigor, los habitantes de número 31 llevaron a la operadora de telefonía móvil France Telecom a los tribunales y estos resolvieron a su favor. «La antena desapareció en 2015, y pasado un tiempo quitaron una cuarta en la calle de Longares, en la que también pasaba lo mismo. Aquello no eran antenas, eran centrales eléctricas», concluye Morena. Una lucha vecinal, con el apoyo entonces de la junta del distrito, que la ausencia de cobertura en casas y calles ha reabierto diez años después.
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