De reformatorios a reeducación: 40 años entre menores infractores
En los 80 juntaban a desamparados con delincuentes. Los expertos ven ahora mayor uso de la violencia en menores
Madrid
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Iniciar sesiónLorenzo Pedroche se ha pasado los últimos 40 años trabajando con menores infractores. Cuando comenzó no se les llamaba así ni había conciencia de que podían —y debían— ser recuperados para la sociedad. Su vida laboral es la historia de la evolución del trato a ... estos jóvenes, que antes eran carne de reformatorio y ahora cuentan con innumerables impulsos para tener una segunda oportunidad.
Confiesa que llegó «totalmente por casualidad» a un mundo que después le ha cautivado. «Cuando empecé, el centro donde estoy, el Altamira, se llamaba Instituto Técnico del Menor, y dependía del Ministerio del Interior de Juan José Rosón». Por aquellas fechas, los jóvenes eran enviados a «un reformatorio, el Sagrado Corazón», donde «ingresaban los que estaban en desamparo, los abandonados, los ladronzuelos...», sin diferenciar entre ellos. «Los había desde los 5 o 6 años, hasta los de 17 o 18».
Cuando un menor tiene un problema legal, y el juez lo considera necesario, le impone una medida. Esto es también parte de la nueva terminología que se utiliza en las últimas décadas, pero cuando Lorenzo Pedroche entró en este mundo, «eran condenas, y no tenían una duración definida»: «Sabíamos cuándo entraban los chicos, pero no cuándo salían. Dependía del juez». Así fue hasta el año 1992, cuando entró en vigor la Ley reguladora de la Competencia y el Procedimiento de los Juzgados de Menores.
«Hoy en día se cuenta con muchísimos medios: ahora mismo, el chico que no se reintegra es porque no quiere»
Lorenzo Pedroche
Trabajador del centro de menores infractores Altamira
Pedroche estudió Psicología. Sus inquietudes personales le llevaron a su primer empleo en el sector, cuando aún no existían las comunidades autónomas. Se incorporó a un equipo donde «la mayoría eran también psicólogos, pedagogos o médicos». «Éramos un grupo fantástico, pero a todos nos faltaba lo mismo: experiencia. No habíamos visto un chaval problemático en la vida», confiesa. Poco después, el centro cerró y se «distribuyeron por otros»: unos al reformatorio del Sagrado Corazón, en Carabanchel, y otros a Reto, un centro de reforma con doce plazas y los casos más complicados y conflictivos: «Estaban por asesinatos, homicidios, violaciones...». Entonces, apenas había intervención especializada. «Era más asistencial: darles comida, atención sanitaria, talleres... La ley no se planteaba reinsertar a los chavales; ahora sin embargo, se cuenta con muchísimos medios. Ahora mismo, el chico que no se reintegra es porque no quiere», asegura el veterano experto.
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Proteger y reformar
La Ley 21/87 hizo ya modificaciones de artículos el Código Civil y distinguió entre protección y reforma. «Porque antes de esto, estaban juntos los chicos en desamparo, sin familia y los que habían cometido delitos», explica Pedroche. En El Madroño —de los primeros centros ya autonómicos— eran de este segundo tipo. «Trabajábamos con muy pocos medios: recuerdo llevarme hasta los folios de mi casa», relata. Nunca dudó de su tarea: «Sabía que en cuanto estos chicos se levanten y sepan que se tienen que ducharse, luego desayunar, a continuación ir a clases, luego un descanso… En cuanto se les estructure el día esto empieza a funcionar».
Y así fue, aunque tardó unos años que fueron difíciles. «Hacíamos de todo, la labor educativa y la punitiva o de seguridad», cuenta. El punto de inflexión lo puso la ley de 1992, «que es cuando empieza a reeducarse». Desde entonces, unos equipos técnicos asesoran a los jueces sobre las medidas más apropiadas para cada caso, según cuáles sean las circunstancias sociales, personales, familiares y psicológicas del menor. «Y los fiscales en prácticas visitan todos los años nuestros centros, porque no es igual ponerles cara que verlo en un libro», afirma. La franja de edad de los menores que ingresaban era de 12 a 15 años. «Recuerdo uno de 12 que entró por un asesinato», rememora.
En el año 2000 hubo un nuevo cambio legal y «la franja la suben hasta los 18 años», pero, sostiene, «en las cárceles» tenían «a chicos desde 16». Cuando la nueva ley entra en vigor, «los chavales de 16 a 18 no podían seguir en la cárcel, así que nos los trasladaron a los centros públicos». El impacto que supuso que de repente se juntaran en ellos niños de 12 con chavales de 17 recién llegados de una prisión fue «brutal», recuerda Lorenzo. «Venían con una cultura carcelaria a la que no estábamos acostumbrados y para la que no estábamos formados. Hubo motines, revueltas, y cantidad de bajas psiquiátricas de los profesionales».
Centros mixtos
Otro momento delicado se produjo cuando comenzaron a llegar infractoras a los centros, que se hicieron mixtos. «En 1987, El Madroño fue el primero que tuvo chicas». «Teníamos mucho miedo, claro», asevera Pedroche, aunque, reconoce, resultó infundado: «Fue un éxito total. Los chavales se esmeraban más, participaban más en las actividades, intentaban que las chicas se fijaran».
El perfil del menor infractor en Madrid
Por sexo
Por nacionalidad
Femenino
43
(15,09%)
Extranjeros
101
(35,44%)
Masculino
242
(84,91%)
Españoles
184
(64,56%)
Medidas judiciales de medio abierto y reparaciones extrajudiciales
Ejecutancose a de 7 de julio de 2022
783
Libertad vigilada
Tareas socioeducativas
Prestaciones en beneficio de la comunidad
Asistencia a centro de día
Tratamiento ambulatorio
Convivencia con otra persona o grupo educativo
Permanencia de fin de semana en domicilio
Reparaciones extrajudiciales
362
100
6
Total
1.369
6
5
0
107
0
100
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700
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Fuente: Consejería de Presidencia, Justicia e Interior / ABC
El perfil del menor infractor
en Madrid
Por sexo
Femenino
43
(15,09%)
Masculino
242
(84,91%)
Por nacionalidad
Extranjeros
101
(35,44%)
Españoles
184
(64,56%)
Medidas judiciales de medio abierto
y reparaciones extrajudiciales
Ejecutancose a de 7 de julio de 2022
783
362
100
6
6
5
0
107
0
100
200
Total
1.369
Fuente:
Consejería de Presidencia, Justicia e Interior
ABC
Y para no olvidar, según relata, fue la crisis de 2003-2004, cuando, por un convenio del Gobierno central y la Comunidad de Madrid, trajeron a centros de la región a chicos condenados por kale borroka. «Les dieron un plus a los trabajadores, porque estaban aterrorizados; cuando se iban a sus casas, miraban los bajos de los coches...».
Las drogas
Cuarenta años son mucho, y por la memoria de este experto en menores infractores pasan todo tipo de situaciones, que han ido variando con el paso del tiempo. «En el tipo de droga, por ejemplo; cuando comencé era heroína, pinchada». Ahora es «el tabaco, el alcohol, la cocaína, las drogas de diseño, y el cánnabis». Fenómenos que suenan muy novedosos, como los delitos protagonizados por menores inmigrantes no acompañados, pueden no serlo tanto. Lorenzo Pedroche señala que «antes los había también, aunque menos». Son el 7% del total, indican en la Consejería de Presidencia y Justicia, que dirige Enrique López.
En cuanto a las bandas juveniles, los inicios de Pedroche «había muy pocas». «Fue a partir de 2005, con el asesinato de Ronny Tapias en Barcelona, cuando empezaron a despertar estos chavales con bandas». «La suerte para los menores infractores yo creo que está en que les hayan detenido y hayan acabado aquí, porque gracias a eso se les ha podido tratar si hay un maltrato familiar, un abuso sexual, un robo con violencia... Y si son tan listos que la Policía no los coge, es una desgracia para ellos, porque probablemente acabarán en la cárcel», valora.
Tras pasar por estos centros, son mayoría los chicos que salen a flote. «Yo digo que con que a uno lo recuperemos, merece la pena», afirma Pedroche. El dato que manejan en la Agencia madrileña para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor (ARRMI) es que superan el 90% los que, tras cumplir la medida judicial en delitos más graves, se reintegran.
La gran pregunta, tras estos 40 años de vivencias con un lado poco conocido de la sociedad, es la causa que lleva a estos menores a delinquir. «En el año 80, el aspecto familiar afectaba mucho: en las casas había tráfico de droga, padres en prisión, etc., y los chavales era lo que veían, su carrera delincuencial la heredaban de sus padres, por decirlo de alguna forma». Ahora influyen también otros factores: «Las compañías, con quién va o no; el ocio es un factor de riesgo, y aquí les enseñamos que hay otra manera de divertirse más allá del botellón y la droga; y las redes sociales, que están muy bien, pero hay que saber utilizarlas».
Lo que más le preocupa es «que en sus conductas, estos menores utilizan la violencia porque sí; todo está impregnado de violencia»: «Hay que cambiarles la forma de pensar y de actuar, quitarles la violencia de la cabeza».
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