De la marcha atrás a la rampa: cuando el examen de conducir se hacía junto al Puente de Segovia

Historias capitales

Las pruebas de los aspirantes a conductores han cambiado varias veces de ubicación en los últimos 50 años

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Un alumno se examina en un Seat 600 junto al Puente de Segovia, en 1971 Teodoro Naranjo Domínguez

La dura prueba de pasar el examen de conducir es algo que uno lleva dentro de por vida. Tanto si aprobó a la primera como si fue de los recalcitrantes que tuvieron que repetir circuito varias veces. Todavía hay madrileños que recuerdan cuando estos exámenes ... se realizaban en distintos puntos de Madrid: en el paseo de la Virgen del Puerto, en la Vía Lusitana, en Las Rozas o en Móstoles. Muchos emplazamientos distintos, y cambios también muy grandes en el tipo de prueba, desde cuando había que arrancar, acelerar y frenar «sin derrapes» en un tramo concreto del paseo de coches del Retiro, a las maniobras que a más de uno le quitaron el sueño: la ejecución correcta de la conducción marcha atrás o que no se te calara el vehículo en la rampa.

Un repaso a la hemeroteca permite conocer curiosidades sobre el asunto. En 1963, por ejemplo, Blanco y Negro informaba de cómo la Delegación de Industria tenía organizado en El Retiro el circuito de exámenes, y pretendía trasladarlo a la Casa de Campo.

En cuanto al práctico, consistía en varias pruebas. Por un lado, en el paseo de Coches se habilitaba un espacio donde había que arrancar sin que se calara, acelerar y cambiar de marcha varias veces hasta «la directa en un espacio de 250 metros como máximo», recorrer luego 30 metros a más de 40 kilómetros por hora y menos de 50, y al final «frenar con firmeza y suavidad en menos de 25 metros», «sin que las ruedas derrapen».

En otro momento del examen, había que realizar maniobras de estacionamiento entre dos barreras. Al finalizar, el examinador ofrecía al examinado un bolígrafo para firmar el boleto de examen, en cuya tinta iba implícita la nota: «Si es verde, aprobado; si es rojo, tendrá que volver después de unos días más de práctica», señalaba el cronista.

En torno a 1967, sacarse el permiso de conducir tipo B costaba unas 3.500 pesetas, que equivalen a 21 euros. Al Colegio de Ingenieros Industriales se le ocurrió sugerirle a la Administración un proyecto de centros de formación de conductores que en Madrid sería una planta piloto para adiestrar cada día a un centenar de conductores. La idea no gustó nada a las autoescuelas, y quedó olvidada en algún cajón.

Año 1975: jóvenes esperando a examinarse del carnet de conducir TEODORO NARANJO DOMÍNGUEZ

Un año después, en 1968, cuando ya se matriculaban en Madrid 60.000 vehículos al año, las pruebas para obtener el carnet de conducir pasaron a realizarse en el paseo de la Virgen del Puerto, cerca del Puente de Segovia. Cada hora, pasaban por allí con sus nervios y sus sudores un centenar de aspirantes a conductores. Primero el teórico, cuyo resultado, aprobado o suspenso, se daba en el acto, según lo presentaban. Y con corrección de las respuestas incorrectas 'in situ' para explicarle al interesado dónde había errado y que no volviera a hacerlo.

A continuación, los aprobados subían a un pequeño autobús que los llevaba al lugar del examen práctico. Primera prueba: arranque y aceleración: hay que alcanzar los 30 kilómetros en 100 metros. La segunda, «el hueso», según el cronista que lo explica: el estacionamiento. »Algunos se suben al bordillo, otros se meten bien pero al salir, los nervios les traicionan», decían los examinadores, poco proclives a la manga ancha ante estos fallos porque «un error supone romperle los faros al coche que esté delante o detrás».

El barrizal de Vía Lusitana

La tercera prueba consistía en parar y arrancar en pendiente: ahí venían los sudores, cuando el coche se calaba, los nervios atenazaban manos y pies y el coche se iba tercamente hacia atrás…

A partir de marzo de 1977, tanto las pruebas teóricas como las prácticas se desplazaron a una nueva zona, en la Vía Lusitana. Pero no sin polémica: profesores y examinadores protestaron -hasta con un plante- porque la zona tenía desperfectos en su vallado, por el que se 'colaban' espectadores que irrumpían en medio del examen, perturbando a los aspirantes a conductores. El circuito de exámenes se preparó de modo provisional, con intención de sacar a concurso otra mejor con un sustancioso presupuesto, pero no hubo licitadores y lo temporal se perpetuó. Lo que supuso un problema, sobre todo en épocas de lluvia, porque ni asfaltado estaba, y se formaban unos barrizales impracticables. Pero también por incapacidad de los examinadores a atender a las cada vez mayores masas de aspirantes al carnet -hasta 2.000 eran citados cada jornada-, que en ocasiones debían regresar al día siguiente porque no había habido tiempo material para ocuparse de ellos el día del examen.

En 1979, la Jefatura Provincial de Tráfico de Madrid estrenó instalaciones para las pruebas del carnet de conducir: estaban situadas en Las Rozas. Y tampoco estuvo exento de polémica el lugar, sobre todo en sus primeros días, cuando numerosos vehículos fueron estacionados en la carretera de acceso y salida al espacio, que quedó bloqueada. Quienes se examinaban en Las Rozas tenían que circular por la carretera de El Escorial hacia Villanueva del Pardillo, por Majadahonda y por la carretera de La Coruña, pero nunca por el interior de Las Rozas, tal y como se había acordado con aquel municipio. Acudían entonces unas 3.000 personas al día a examinarse.

El último paso en este largo recorrido es, desde 1984, Móstoles, donde la DGT cuenta con espacio para los exámenes y desde donde se dirigen los conductores noveles en busca de su permiso de conducir.

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