El tornado de 1886 que arrancó más de 500 árboles del Jardín Botánico

Corría el mes de mayo del año 1886, según las crónicas, cuando a eso de las siete de la tarde, se produjo lo que los coetáneos denominaron como «un violento episodio tormentoso en el sur de la ciudad». Se trató de un tornado, que tocó tierra en el entonces municipio independiente de Carabanchel Alto, y afectó también al vecino Carabanchel Bajo y a zonas de la ciudad de Madrid.

Los fortísimos vientos siguieron una trayectoria del suroeste al noreste, y provocó grandes daños materiales y numerosísimas víctimas mortales, cifradas en 47 según algunas fuentes, aunque otras las elevan hasta 150.

De hecho, para algunos autores de la época, como Augusto Arcimís en La Ilustración Española y Americana, no fueron uno sino dos los tornados que coincidieron ese día. De su fuerza y empaque y de la huella que dejó en los madrileños da idea el hecho de que incluso Benito Pérez Galdós incluyó una referencia al episodio en una de sus novelas, 'Misericordia' .

Los periodistas, en los días que siguieron a ese fatídico 12 de mayo, se prodigaron en sus crónicas en dar detalles de lo ocurrido: unos señalaban que «los hospitales se colapsaron», otros que los daños se dejaron sentir sobre todo en «la finca Vista Alegre , donde afectó al jardín y a las edificaciones»; hubo quien se refirió a otras zonas castigadas por el fuerte vendaval, como «la colonia El Porvenir del Artesano»...

Se produjeron muchas calamidades debidas al ciclón: un tranvía con 14 personas fue sacado de la vía por el viento ; el barrio de Peñuelas sufrió destrozos, y en el lavadero de Imperial cedió la techumbre. En el Jardín Botánico hubo árboles arrancados de raíz o partidos: los datos oficiales apuntan a que se perdieron 564 árboles de gran valor. Hasta hay quien apuntaba que el famosísimo almez 'Pantalones', que aún luce en el Botánico, adquirió esa curiosa forma debido a la fuerza del viento.

Y en el Retiro apenas se salvó de la devastación algún área concreta: «Hay un verdadero bosque de pinos por el suelo» , señalaban las crónicas, que añaden que «fueron desencajadas de sus sitios las casillas de los guardias».

Por aquel entonces, el Casón del Buen Retiro estaba en obras de transformación, y la fuerza del tornado hizo volar los andamiajes y tiró abajo las columnas que se acababan de colocar en la fachada de la calle Felipe IV, arrastrando en su caída los sillares a las que estaban unidos. Hubo ventanas que cayeron hacia adentro, dañando objetos artísticos del interior. Y también resultaron afectadas, en la zona, las agujas de la Iglesia de San Jerónimo el Real.

En 'La Época' relataban los signos que adelantaron, aquel martes aciago, la llegada del tornado: «Se notó un celaje castaño oscuro, asimilándose a un inmenso nimbus en toda la parte sur de nuestro horizonte. Y a las seis, el viento soplaba en dos direcciones casi contrarias, y bastante rastrero». Continuaba con detalles como la dirección del «vórtice, que acercose a la tierra hacia la pradera de San Isidro, abrazando una zona limitada por Carabanchel a la derecha y la Puerta de Toledo a la izquierda». No paró ahí: siguió luego «por la Ronda de Valencia y camino de Yeserías, subiendo después por la Puerta de Atocha, Botánico y Retiro, hasta llegar a las Ventas del Espíritu Santo».

El devastador efecto de los fortísimos vientos se prolongó por la calle de Alcalá, «desde la puerta del mismo nombre hasta el inmediato pueblo de Canillas», dejando a su paso «muchos árboles arrancados de raíz». Más destrozos: la plaza de toros «perdió la pared de la carnicería3, se perdieron «las casas y hoteles de los señores Villaseñor, don Andrés Solís, Duque de Sesto, y los hermanos Pi i Margall». Y también resultaron dañados edificios industriales en esas zonas: «La fábrica de cristales, la de galletas y pastas de los señores Martinho y compañía, el hotel del Turia..».

En el cementerio de San Lorenzo, en Carabanchel, «el vendaval deshizo la tapia y vigas, ladrillos y trozos de nichos han sido lanzados a gran distancia». Había «túmulos arrancados de raíz, a otros se les ha caído la cruz, las estatuas, las verjas de hierro» y hasta derribó el viento «en el centro del patio, la gruesa cruz de piedra que remataba el mausoleo con los restos de Julián Romea y Matilde Díez». En esa sacramental, se realizaban en esos días obras, en las que trabajaban varios obreros. Al llegar el temporal, aquellos se refugiaron en un cobertizo sobre el que cayó parte de la tapia del recinto, causando gravísimas heridas a seis de ellos y la muerte a otros cuatro.

El alcalde de Madrid, José Abascal , visitó las zonas más afectadas por el fenómeno meteorológico -a algunas tuvo que llegar andando, ante la imposibilidad de hacerlo en coche-: a las ya citadas, otros puntos como el Puente de Toledo, la fábrica de bujías La Madrileña y la de destilación del Paseo de las Acacias, el colegio de Madres Escolapias de Carabanchel, el viaducto del Hospital General, el Banco de España o los palacios de Medinaceli, Villahermosa y Xifré, así como los edificios de las estaciones de tren de Mediodía (Atocha) y Norte. El Consistorio registró roturas en más de 4.000 árboles, 800 farolas y todas las líneas telegráficas y telefónicas.