Procesión del Encuentro: colofón sin ornatos en el Sábado Santo madrileño

La Congregación de la Soledad celebra los trescientos años de su fundación

El primer kilómetro cero de la Pasión de Cristo, según Madrid

Encuentro entre las procesiones del Sábado Santo, el año pasado, en la plaza de la Villa GUILLERMO NAVARRO

Este Sábado Santo ya hay que solicitarle al cielo una venia. Una venia para que Nuestra Señora de la Soledad y el Cristo Yacente se encuentren en la plaza de la Villa. La Resurrección en la mente del cofrade, sufrido, frustrado porque la meteorología ... ha venido a darle la puntilla. La procesión que pone fin a la Semana Santa, el epílogo del Encuentro. Los nervios en plena calle de Alcalá, y un fin que debe coronar esta Semana Santa tan temprana y tan llorada.

Si el tiempo lo permite, maldita frase, la iglesia de la Concepción Real de Calatrava abrirá sus puertas a las cuatro de la tarde para que el Cristo de la Soledad, yacente, impactante, salga a las calles de Madrid entre la sorpresa de los turistas, y la devoción de las mantillas. Cristo del Desamparo, en un sepulcro simple y sentido. Con los arbotantes de sincero duelo. Con los anderos en silencio llevando el cuerpo inerte esculpido el siglo pasado en los famosos talleres de Olot.

El Madrid más sacro, más recogido, expectante. Recorrido conjunto con la Virgen hasta la Plaza Mayor. Ahí, Nuestra Señora del Desamparo, obra dieciochesca de Juan Pascual de Mena, enfilará el laberinto del Madrid más vetusto, apareciendo por la calle del Codo en la Plaza de la Villa, para el Encuentro (18.30 horas). Una Dolorosa con las manos juntas, en actitud de súplica, que conmueve por la belleza de lo sencillo, y que en la jornada de reflexión sobre la trascendencia, pone en las calles de la ciudad el dolor de una madre.

No debe perderse el observador detalles en la ausencia de ornamentos antes, insístase, de que en la plaza de la Villa, junto a la Torre de los Lujanes, María vea a su hijo. Acaso el esfuerzo de los anderos, los tambores baturros que abren la procesión, ni tampoco el cómo Madrid se va poniendo en silencio ante una jota y una saeta, uniendo España. Desde los balcones de Andalucía al Raval de Zaragoza, a Calanda, que es lo que tiene Madrid.

La banda propia de La Soledad, con una marcha creada a esta advocación mariana. Y los pasos, gráciles en el dolor, reverenciándose casi donde Madrid empezó. Después, horas después, el milagro de otra tamborrada en Sol. Prevista, allí mismo, una saeta. En la salida una jota. Es lo que su hermano mayor, Luis López, anuncia junto al hecho de que «cumplen 300 años». Con lo que ello conlleva.

Es indispensable tener tiempo, buscar la perspectiva concreta para ver cómo se conforma un desfile. Cómo el barullo de la calle de Alcalá se va frenando y, de esa manera, representantes de las hermandades de Madrid, de Gloria y Penitencia, conforman un cortejo que fascina por la simbología. Por la carencia de ornato. Por el duelo en carne viva. Otro Madrid. El vetusto.

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Sobre el autor Jesús Nieto Jurado

Licenciado y DEA en Periodismo, especialista en las relaciones entre prensa y literatura. Autor de los libros 'Contra los tontos por ciento', 'El altilllo' y 'El año de la rubia'. Columnas y reportajes. Ganador del Ateneo de Málaga de Periodismo y finalista del Manuel Alcántara de reportajes y del Premio Unicaja de articulismo, ha colaborado con la SER, Canal Sur, Trece Tv o RTVE.

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