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Vivir pegados a las obras de la A-5: «Por fin ya estamos más cerca del cielo que del infierno»

Un mes después del inicio del soterramiento de la carretera de Extremadura, los vecinos de Batán se pronuncian: «Aguantaremos todo»

La afluencia de tráfico, tras el corte de cuatro carriles, desciende un 38%

Comienzan los cortes de la A-5 por su soterramiento: tramos cerrados y alternativas

Rocío Gutiérrez en el salón de su vivienda en la Colonia de Lourdes, entre la Casa de Campo y la A-5 ÁNGEL DE ANTONIO
Isabel Gutiérrez Rico

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«Cuando la antigua carretera de Extremadura comenzó a crecer a lo ancho y las apisonadoras aplanaron la arena de obra que la cubría, disputé los mejores partidos de fútbol de mi infancia. Los chavales de Batán nunca tuvimos un campo tan liso, sin pendientes ... ni pedruscos ni agujeros. La alegría nos duró dos días, pues no tardaron en echar el asfalto y volvimos a los descampados de siempre». Corría 1968 y Pedro tenía 9 años. En 1962, junto a sus padres y tres de sus cinco hermanos, se había instalado en la calle de San Roberto de la flamante Colonia de Lourdes -diseñada por el arquitecto Sáenz de Oiza por encargo de la Obra Sindical del Hogar del Empleado-, tras una mudanza en carromato desde el barrio de Maravillas y que transitó por el camino a Portugal -la pista se incluyó en el primer plan de carreteras, en 1860-. «Antes de las apisonadoras era una vía bonita, de adoquines, con amplias aceras, árboles y salpicada de comercios, con su bodega, su venta, su tranvía y una camioneta que nos llevaba a Puerta Cerrada, junto a la Plaza Mayor…», recuerda Pedro, de 67 años.

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