GP en Parque del Oeste: el cochecito 'leré'
Miles de personas se congregan en Moncloa para ver la carrera de los «autos locos». Una mezcla, al sol, entre el automovilismo y el Carnaval de Río
MADRID
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónLa salida de la carrera tenía, en la boca del Intercambiador de Moncloa, rumor de multitud. Marcianos, gente disfrazada de disfraz (sic) y lagartos, muchos lagartos, más los pobres ciclistas del común y del domingo abriéndose paso a una rueda con la bicicleta ... en horizontal como si la mismísima bici fuese una espingarda entre 'perdones' y 'oiga, es que no ve al niño, que me le atropella'. Aglomeración carnal en el Parque del Oeste para la carrera de los autos locos, a la sazón un carnaval con ruedas donde la gravedad y varios obstáculos hicieron lo suyo. Esa bajada, la de Ruperto Chapí, la ha descendido quien esto firma con nieve y sin nieve, en todos los vehículos posibles. Incluso de pecho, en un monopatín, pero nunca con tanto público.
El público
La carrera de los Red Bull Autos Locos era masiva en gente, con varias gradas. Ni las etapas de la Vuelta con Alejandro Valverde, o El Chava, ni el Circuito de Jerez con Ángel Nieto, semejaban, de primeras, tal expectación del público. El sol pegaba con fuerza cuando dieron la salida de los 700 metros de dejarse llevar en el transporte que fuera, que más allá de la mecánica y la estabilidad, importaba el disfraz o el carisma. Un obstáculo de agua, ingenieros que más o menos aprobaban el vehículo y una media de veintipocos, porque el Parque del Oeste era una mezcla entre el Sambódromo de Río de Janeiro y Mónaco los días de carrera.
Uno de los primeros en descender, con un traje de Robin como de baratillo y conducido por un Batman, también de baratillo, fue Carlos Coloma, medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Río en MTB (otra vez Río) que llegó a la meta y no preguntó su tiempo, cargado de adrenalina. «Se ha movido la dirección y por suerte y por milagro» no 'hocicaron', que era la voluntad del público. A tal efecto, una rampa que desembocaba en una presilla de aguas calentorras, y paja, paja como en la Feria Ganadera de Zafra, marcando el camino y la protección.
Los Autos Locos corren por Madrid
Nacho SerranoMedio centenar de vehículos caseros competirán este domingo por el premio Red Bull en la bajada del Paseo de Ruperto Chapí
Bajaron más o menos 52 coches, y decir coches es una exageración como lo era llamar «vaquilla» al becerrito de Ramontxu en su 'Grand Prix'. Porque literalmente se vio una lata de sardinas de Argamasilla de Alba («no me hagas repetir tu pueblo» exclamó la 'speaker') y el Equipo Sardinatti bajó como suelen bajar las latas de sardinas. Mientras, en el 'paddock' no había mecánicos hiperactivos, sino personal de la organización dando la vez y la voz a los participantes, muchos de ellos de esa categoría que los más pequeños llaman 'influencers' y que tenían a niños que ni habían hecho la Comunión esperando una firma. Los pilotos, 'influencers' o no, llegaban de aquella manera a la meta, y se les daba plátano y naranja, que dejarse caer tiene su esfuerzo y había que recuperar energías.
A uno de estos 'influencers', disfrazado de Goku (no hay fin de semana que no haya una criatura de Toriyama danzando por Madrid), le dio por atender buenamente a la prensa. Se hace llamar TheGregf y es como el cuarto Rey Mago y allí estaba el hombre, en la carpa/paddock como si hubiera subido a Val Louron. Firmar, firmó hasta dejarse la muñeca, y un chico de los de Pedrerol fue el que explicó a los plumillas -compañeros todos- de la fama del tal TheGregf. Ya lo pintaron bien los locutores, pero llegó, vio, y firmó.
Chiste con ruedas
Pero hubo más en el Parque del Oeste; principalmente poliestireno, corcho pintado y algún chiste con ruedas que pasó a más de 37 kilómetros por hora llegando a la meta con la parafernalia victoriosa de Mario Cipollini, o de Valentino Rossi, o de Usain Bolt; por citar ejemplos variados.
Los desmontes de lo que fue un vertedero en años, después reconvertido en un pulmón de la ciudad, se llenaron de gente un día en que la velocidad fue lo de menos. Alguien del público lo comentó sin malicia y a media voz: «Va más rápido un patinete eléctrico subiendo». Dejando atrás el «circuito», con un asfalto rasposo que no dependía de la organización sino de instituciones públicas, llegaban los aplausos y las risas.
Siguió la fiesta. Un carricoche puede alegrar un domingo.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete