LAPISABIEN
Canallitas de Madrid
Como Ruano, en una época de Madrid, me dediqué a coleccionar a esta bohemia canalla y sana, golfa
El rodríguez, tristón
Madrid
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Iniciar sesiónEl paisanaje de Madrid, lejos de la uniformidad del tráfico y sus peajes, de los lunes que tienden a infinito, existe. Pocas ciudades hay en España en las que sus habitantes deambulen con esa libertad descarada, simpática, y desacomplejada; quizá Cádiz, ... como se ha escrito. No es una opinión al aire, sino una confirmación.
Van por horas, y ahora, en agosto, brillan más porque para ellos las olas de calor no existen: si acaso, se abren más la camisa y punto. Ya he hablado en estas páginas de los solitarios de Madrid, que llevan una existencia más gris. Una chaqueta de 13 otoños, y unas gafas con tiempo y dioptrías.
Estos solitarios son callados, responden lo justo, apuran el coñac y las horas y dan una tristeza infinita. La columna de hoy, sin embargo, va dedicada al que tiene algo que proponer al carnaval de la ciudad, que nunca para ante los ojos observadores.
Amanece en Madrid, en el noroeste, y un portero rumano, de las fuerzas armadas de su país según su jactanciosa voz, despierta a medio Argüelles con su saber enciclopédico. Saber de las enciclopedias que encuentra en los contenedores y que lee con fruición y poco espíritu crítico. Tiene tendencias terraplanistas y una tesis completa y gesticulada del atentado a Donald Trump. Es, también, un estoico a su manera en un jaleo de cubos de basura, viudas a las que entretiene con sus temas predilectos y así.
Los amaneceres matritenses dejan lugar para otras criaturas libérrimas. José Antonio, el 'homeless' de mi barrio, los ve pasar. Le pide un café a un aprendiz de mago, y el mago le regala un cigarro, el café y un truco con el 3 de corazones. Se ríen, y van echando la mañana gastando lo mínimo.
Esta cofradía a la que me refiero duerme cuando le sale de la luna. Van sobreviviendo como pueden, pero sobreviven, que es lo importante. Por la calle de Moratín, hace unos años, Carmelo volvía de Mercamadrid al ritmo oloroso de las sardinas frescas. Años de pescadero y una personalidad de esas habladoras ante el paroxismo. Una vez, de madrugada tiritona, le grabé dos horas. Quise hacer un récord, pero la batería falló. Es el típico al que le cambias el interlocutor y no se da cuenta.
El honrado gremio de los taxistas también tiene a su Tito Perico, largo, desgarbado, y mal imitador de Chiquito. Sabe los horarios de los trenes de Atocha, de los de Chamartín, y hasta de los buses de larga y media distancia.
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Como Ruano, en una época de Madrid, me dediqué a coleccionar a esta bohemia canalla y sana, golfa. Ya escribí de Curro Sevilla, y de sus poemas en fotocopias que decoran la ciudad de ripios futuristas y dibujos inclasificables las bocas del metro y hasta las papeleras.
Curro Sevilla tiene nombre de torero y andares cansinos y así, a vuelapluma, es el último que ha salido en este listado de improviso.
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