LAPISABIEN

El 'brasas', producto madrileño

Desarraigado de cuna, son lo más parecido a un hermano

Las Ventas entre marismas

Interior de un bar de Madrid ISABEL PERMUY

El 'brasas' en Madrid, lo bueno, es que tiene cultura variadas de eterno lector de periódicos. Lo encuentra uno, muchas veces, como un 'speaker corner' de Chamberí mientras, a su pesar, sigue leyendo a Joyce, en la barra, por traer el maldito sueño ... y de buenas a primeras, cuando el sueño ha llegado, va y cuenta con un codazo que estuvo en Woodstock. Dios lo bendiga.

El 'brasas' en Madrid ha podido ser alto cargo, lleva gorra sudada, echa la partida de golf el viernes por los nortes escurialenses, y te habla de lo que puede aguantar, según las leyes de la Ingeniería, la presa del Atazar en un servilleta llena de planos y flechas.

Decirle 'brasas' a un madrileño es, en mi caso, un ejercicio de amor, de pedagogía si nos ponemos en términos unamunianos. El 'brasas' es el psicólogo inverso que se inventa una mujer que lo esclaviza para seguir con su relato y no subir a casa a horas cristianas.

El 'brasas' agradece ver, en el bar, el fútbol de fondo. Su padre debió de hacer guardias heladas en la Batalla de Teruel, y agradece que en Madrid algo se mueva, que haya algo verde. En eso, en ese matiz, se diferencia del pesado que suele ser monotemático y no hay Dios que lo saque del dogma, sea el que sea.

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Uno se ha ido haciendo un catálogo de 'brasas' en la ciudad: los hay 'terraplanistas' y catedráticos con sombrero que dejan a alguien de mensajero y piden un «llámame» por tal o cual columna por lo que siempre están ahí. Que te feliciten un artículo no tiene nada que ver con el cariño: más bien con una pulsión del que tiene profesiones liberales y le propone un cocido al servidor a media tarde para ver, si entre metáforas, le puede vender el solar del páramo ese que tiene en plano en tierras de Sahagún, donde da la vuelta el camino y allí por barbecho atienden todos.

Al 'brasas' madrileño, normalmente con educación, se le despacha, o no, con una llamada fingida de teléfono y un rictus de preocupación. Lo malo, es que es solidario y pregunta, el pobre, qué puede hacer por contar si la ciudad, un poner, está en llmas.

El 'brasas', como tal, es un esteta y no va por la ideología aunque te pregunte, sin preguntar, por Oriente Medio. Y digo que si llama es por compartir sabiduría.

Yo lo quiero, los quiero. Ya que estoy desarraigado de mi cuna, son lo más parecido a un hermano.

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