Eliseo Parra: «Ya casi no queda más folclore que investigar»

«El cuerpo me lo lleva pidiendo un tiempo», asegura en la víspera de su despedida. «Yo nunca había sentido nervios antes de tocar, pero a medida que he ido cumpliendo años, me he ido acordando de Joaquín Díaz, que se retiró de los escenarios porque se ponía fatal. Me está empezando a pasar (risas)».

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Después de este concierto en el Teatro Salón Cervantes de Alcalá de Henares, Parra se tomará el tiempo que haga falta para descubrir qué le apetece hacer, aunque adelanta que tiene dos álbumes guardados en un cajón y que seguirá activo en términos discográficos «porque la música es algo que nunca se abandona del todo», y menos en el caso de alguien tan comprometido con ella. «En realidad no me he cansado de los conciertos. Lo que me ha cansado son los viajes, las esperas interminables en las estaciones de tren o los aeropuertos... y las pruebas de sonido (risas). Eso es de lo que peor llevo».

Su tercera faceta, la de investigador, ha hecho que muchos hablen de él como 'el Alan Lomax' español, en referencia al estudioso del folclore norteamericano que fue de pueblo en pueblo grabando a viejas leyendas del blues con un magnetófono, para conservar sus canciones a buen recaudo. Parra ha obra de forma muy similar en nuestro país durante décadas, haciendo descubrimientos increíbles como el de Peñaparda (en la provincia de Salamanca), «cuando me encontré a un grupo de mujeres vestidas de negro y tocando el pandero con unos ritmos como si estuviéramos en África, que me costaron muchísimo entender», recuerda; o el de la comarca de Aliste (en Zamora), cuando investigó la tradición musical del 'charro', «un género que funciona muy bien en cualquier parte del mundo», asegura. «Es curiosísimo, porque cuando lo oye gente de sitios tan dispares como México o Marruecos, se creen que es una cosa suya de su país, y se ponen a bailarlo automáticamente».

Lo triste, explica Eliseo, es que «ya casi no queda folclore que investigar». Y no porque no haya más donde rascar, sino porque sus «informantes» habituales, «en el noventa por ciento de los casos mujeres muy mayores» que eran las únicas que recordaban los cantos de sus pueblos cuando contactó con ellas en los noventa, «ya están todas muertas». Y con ellas, desaparece una forma de entender la música «de la que ya debemos despedirnos», asegura. «La música nunca se entenderá de la misma forma, y pongo un ejemplo. En muchos pueblos recogí cantos de trabajo que fueron creados durante las épocas de recolección, cuando las mujeres se tiraban horas bajo el sol cosechando juntas, y cantando para hacerlo más ameno. Ahora, un tío se mete en la cabina de una máquina cosechadora con aire acondicionado y sonido estéreo, se aísla y se pone lo que le diga el algoritmo».

En esta despedida, que le ha puesto «menos nervioso de lo que esperaba», Parra tocará temas emblemáticos de su discografía, otros que hace muchos años que no interpreta «porque es una ocasión especial»; hará un par de temas solo con su guitarra e invitará a muchos amigos a esta fiesta de jubilación que, además de ser un reclamo de categoría para los amantes de la música con mayúsculas, nos dará una última oportunidad para aplaudirle como se merece.