El día que se hundió el Palacio de las Artes y la Industria de los altos del Hipódromo

La idea de celebrar periódicamente Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y la Industria fue recogida por un Real decreto en 1853, y se justificaba en la importancia de la función social del arte, y su capacidad didáctica. Las muestras deberían celebrarse cada dos años, y en ellas participarían artistas vivos, para dar a conocer sus obras. La primera tuvo lugar en 1856, y la última en 1899.

Con motivo de la que se iba a celebrar en 1881, se convocó un concurso para construir un edificio que fuera sede permanente de las mismas. Se eligió para ello los llamados Altos del Hipódromo, en el paseo de la Castellana. El concurso lo ganó el arquitecto Fernando de la Torriente, que inició las obras al año siguiente, pero murió de forma repentina, con lo que la obra la continuó su colaborador Emilio Boix.

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El Palacio fue terminado en 1887; tenía planta rectangular, un cuerpo central con una cúpula de 22 metros de diámetro, rematado en ábside y dos patios interiores. Lo más novedoso fue la incorporación de una estructura de hierro, y elementos de cristal y granito. La reina regente, María Cristina, fue la encargada de inaugurar el edificio para la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887.

El inmueble quedó sin uso en 1903, hasta que en 1906 se trasladó allí la sección de Entomología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, y en 1907 la Escuela de Ingenieros Industriales. Dos años después, se iniciaron unas obras de adaptación en la zona norte del edificio.

Fue precisamente entonces, el 14 de febrero de 1909, cuando se produjo el hundimiento. Según relató entonces ABC, ocurrió sobre las tres y media de la tarde, y el suceso recordó, por sus circunstancias -aunque fue mucho menos grave en sus consecuencias-, a lo sucedido poco antes, en 1905, en el Tercer Depósito del Canal de Isabel II, que se hundió causando la muerte de 30 obreros y dejando heridos a más de 60.

En el Palacio se estaban llevando a cabo obras destinadas, según recogía la prensa, a la instalación allí de la Escuela de Ingenieros Industriales. «A la hora antes consignada, hallábanse sobre el andamio trabajando, y en la parte que había de ser destinada a oficinas del señor Torres Quevedo, cinco obreros albañiles». En ese momento, prosigue el relato del suceso, «sin duda por los materiales empleados o por la mala condición en que se hacen los trabajos, hundiéronse tres bovedillas. Los trozos de mampostería arrastraron en su caída el andamio donde los obreros trabajaban, y cayeron éstos revueltos con los cascotes y maderos en un estrecho recinto destinado a escalera».

Pronto llegaron las noticias del siniestro a la Comandancia de la Guardia Civil, que se encontraba en el otro lado del edificio, y «con ayuda de los quince o dieciséis guardias que en el cuartel se hallaban, penetraron varios oficiales en el recinto hundido y dieron comienzo al salvamento de los obreros sepultados».

También los bomberos se personaron, y uniendo sus esfuerzos pudieron extraer de entre los escombros a los cinco trabajadores. «En dos coches de alquiler, en el del marqués de Cubas y en la camilla de la Guardia civil fueron trasladados los heridos a la Casa de Socorro más próxima, que es la de los Cuatro Caminos». Uno de ellos falleció por el camino, a consecuencia de sus heridas. Se llamaba Jaime Forcada, era natural de Sans (Barcelona) y tenía 45 años. Dejó esposa e hijos en su domicilio, en la Dehesa de la Villa.

Como siempre que ocurre una desgracia de este tipo, resulta complicado precisar sus causas. El cronista de ABC no dudaba, ante los luctuosos acontecimientos, en dictaminar: «Ahora vendrán las recriminaciones, los cargos por la falta de inspección, los firmes propósitos de la enmienda... y hasta otra. Seguimos siendo la raza de 'quién lo pensara'».

El Palacio ha sido sede de múltiples actividades: por allí pasaron el Museo del Traje, el Laboratorio de Investigaciones Físicas, el Instituto Torres Quevedo … y a su alrededor se fueron edificando pabellones que se dedicarían luego a Instituto Nacional de ciencias Físico-Naturales (1910), la Residencia de Estudiantes (1915) y hasta el Instituto Ramiro de Maeztu (1929).