Cirugía de precisión para reverdecer los rincones olvidados de barrio de Madrid
Urbanismo recupera parcelas desangeladas para convertir la ciudad en una «isla de color»
Hace muchos años, en un rincón al norte de Madrid, una familia levantó un vivero que unió al barrio. El lugar acogía los jardines de las casas circundantes y los vecinos lo frecuentaban. Después mutó en una parcela asalvajada, aunque Pepi seguía visitándola. Cuando el ... ayuntamiento apostó por rescatarla y convertirla en los jardines de Palaos, Pepi vigilaba las obras cada mañana, recordando a los curiosos cómo nació ese pedacito verde del distrito de Fuencarral-El Pardo. Los técnicos municipales han querido rendir homenaje a esta mujer, a su «emoción y ternura», con una bonita dedicatoria en el libro que repasa las microcirugías realizadas en rincones similares de la capital.
El ejemplar, editado por el Área de Desarrollo Urbano, tiene 122 páginas y un sinfín de imágenes del antes y el después de estos espacios de barrio reverdecidos. Las actuaciones, que han tocado doce distritos de la ciudad, se enmarcan dentro de un proyecto de renaturalización para convertir la isla de calor madrileña en una «isla de color», como se bautizó la estrategia municipal. «Ni desiertos de hormigón, ni solares degradados, ni espacios abandonados entre bloques, vamos a hacer de Madrid una isla de color a través de una revolución en el espacio público», fue el anuncio que hizo, en 2020, el concejal delegado de Desarrollo Urbano, Mariano Fuentes.
El libro recoge estas cirugías de precisión, localizadas sobre todo en el sur y el este de Madrid, donde las zonas verdes son más escasas y están desconectadas entre sí, lejos de los grandes espacios ambientales del noroeste (monte del Pardo, río Manzanares y Casa de Campo). Las parcelas valladas se transforman en praderas naturales; solares descuidados, en paseos acicalados para la salida del colegio; taludes ocres, en pendientes tapizadas de verde; calles de tierra donde los coches aparcaban a su libre albedrío ahora lucen asfalto y un pinar devastado por Filomena junto a la M-30 es el mejor punto de encuentro para los vecinos.
Este lavado de cara ha costado a las arcas municipales 56,9 millones de euros, 34,8 millones en las obras del Bosque Metropolitano y 22,1 millones en las parcelas de barrio renaturalizadas. Suman, en total, 29 términos coloridos, en los distritos de Barajas (2), Carabanchel (1), Ciudad Lineal (3), Fuencarral-El Pardo (6), Hortaleza (3), Latina (4), Moncloa-Aravaca (1), Orcasitas (1), Puente de Vallecas (2), San Blas-Canillejas (1), Villa de Vallecas (1) y Villaverde (4). Algunos han supuesto obras de envergadura, como la creación —con un presupuesto de más de 3,3 millones de euros— del kilómetro 41 del Bosque Metropolitano, ese cinturón forestal de 75 kilómetros que rodeará la urbe para restaurar los puntos degradados y conectar los nuevos desarrollos urbanísticos.
Antes
Después
El kilómetro 0 del Bosque Metropolitano será el cerro Almódovar, una loma de 726 metros de altitud con milenios de historia que también ha sido retocada para crear esa isla de color madrileña. Esta primera fase de remodelación del cerro —una inversión de 2,7 millones de euros— ha transformado caminos de escombros y secarrales en sendas peatonales y zonas estanciales, donde el consistorio ha plantado 250 árboles y 6.606 arbustos y ha construido un mirador. El Bosque Forestal de Orcasitas y el Anillo Verde de Villaverde son otros ejemplos de estos trabajos que, en casi cuatro años, han resucitado enormes espacios abandonados.
Antes
Después
El proyecto de renaturalización ha concluido otras actuaciones de menor calibre, como las trece efectuadas en torno a colegios de Educación Infantil y Primaria, ahora flanqueados por zonas ajardinadas, áreas estanciales, deportivas y de juegos. «Son acciones que parecen pequeñas pero que le cambian la vida a los vecinos y a los barrios», sostienen desde Desarrollo Urbano.
Antes
Después
Ahí están el jardín de Ribadavia (Fuencarral-El Pardo), que ha regalado una nueva vida a una parcela en desuso, o el jardín de La Luz (Villaverde), donde ya no queda ni rastro de un aparcamiento irregular y sucio. El mirador de Montecarmelo (Fuencarral-El Pardo) ya no es un vertedero ilegal, sino un bonito paseo que conecta una zona residencial con la estación de Paco de Lucía. O el bosque de los Abrazos Perdidos (Hortaleza), un memorial a las víctimas del Covid-19.