Milenios de historia bajo el cerro Almodóvar, el futuro kilómetro cero del Bosque Metropolitano
El Ayuntamiento inicia el blindaje de la loma para conservar su riqueza arqueológica y medioambiental
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Iniciar sesiónA primera vista es una tripa árida de 726 metros de altitud a un costado de la A-3. A sus pies, el canto de las cigarras y el zumbido de las torres eléctricas son los únicos sonidos. Pero el secarral en que se convierte ... en verano el cerro Almodóvar esconde extraordinarios secretos. Bajo la loma dormían fósiles de tortugas gigantes que pasearon por la capital hace dos millones de años y que se descubrieron a principios del siglo XX. También utensilios de sílex labrados por nuestros ancestros hace más de 30.000 años, hallados en 2008. De su historia más reciente guarda un búnker de la Guerra Civil y su cima ha sido fuente de inspiración de artistas y origen de relatos paranormales. Sin embargo, su valor ha pasado desapercibido. Hasta ahora.
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El Ayuntamiento de Madrid, según han avanzado a ABC fuentes municipales, ha decidido blindar el cerro Almodóvar mediante un Plan Especial de protección que lo convertirá en el punto de partida del futuro Bosque Metropolitano , la corona verde de 600 hectáreas y 450.000 árboles que circunvalará la ciudad en la próxima década. Para ello, el Área de Desarrollo Urbano que dirige Mariano Fuentes (Cs) ha elevado este jueves a la Junta de Gobierno el proyecto orientado a preservar y restaurar el paraje de 217.633 metros cuadrados encajado entre los distritos de Vicálvaro y Villa de Vallecas. Tras esta primera aprobación inicial, el siguiente paso es tramitar el acuerdo y elevarlo al Pleno para su aprobación definitiva que se prevé ocurra a principios de 2022.
Las heridas del paisaje
A pesar de ser el punto más alto de la capital y concentrar un sinfín de valores geomorfológicos, ecológicos, arqueológicos, culturales... «el cerro ha estado siempre abandonado», cuenta el presidente de la asociación vecinal La Colmena , Manuel Martínez. Desde hace casi una década, muchos residentes se han volcado en la zona, emprendiendo plantaciones y jornadas de riego. No obstante, las señales de la degradación manchan el paisaje natural, las huellas de los neumáticos atraviesan los senderos y los restos de basura adornan la maleza. «El cerro está sufriendo mucho, tiene unas heridas gravísimas», lamenta Martínez.
El Consistorio ha fijado un plazo máximo de un año —desde la aprobación definitiva del plan— para revertir los daños con unas primeras actuaciones que incluyen la limpieza general, la prohibición del tránsito motorizado y la recuperación de las cárcavas más importantes. El objetivo final, a dos años vista, es «la puesta en valor del patrimonio actual» y su «acondicionamiento para el uso social». «La idea es incluir algunos elementos didácticos para resaltar el valor del ámbito y su riqueza arqueológica », apuntan desde el Área de Desarrollo Urbano. Los vecinos tienen voz y, desde el pasado 5 de junio y hasta este sábado, el Ayuntamiento está abierto a sugerencias sobre las posibles medidas prioritarias y actividades.
Este lavado de cara costará a las arcas municipales 1,7 millones de euros, a los que se sumarán 1,1 millones abonados por el Canal de Isabel II —titular de las infraestructuras de abastecimiento de agua potable que vertebran el cerro— y otros 1,1 millones de la Junta de Compensación Los Berrocales. El coste total del plan asciende a 5,8 millones, IVA incluido . Pero el dinero apenas es una cifra si «Madrid puede presumir de tener algo increíble», asevera Martínez.
El presidente habla con cariño del cerro, «como si fuese un ser vivo», de las adormireras que lo transforman en un «bosque blanco», de los cardos borriqueros que crecen hasta los dos metros de altura. La buena nueva es el broche a años de entrega vecinal. «Nada crece si no hay semillas», declara Martínez; las primeras se plantaron a finales de 2019. «El Ayuntamiento nos citó en la Casa de Campo para hablarnos del futuro bosque de Madrid y yo les hablé del cerro con pasión». Desde principios de 2020 hasta el estallido de la crisis sanitaria, los técnicos municipales visitaron el terreno pardo. «Y ahí se empezó a hacer el ‘kilómetro cero ’».
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