CentroCentro recorre la compleja historia del palacio de Cibeles

El palacio de Cibeles, con esa blancura cambiante a la luz del día, alberga lo mismo mensajeros que entran, políticos que salen o ciudadanos más anónimos que le dan vida al edificio que mira a la Casa de América y a los fantasmas que ella guarda, y a otros fantasmas que en ella escondió Luis García Berlanga cuando eligió esa sede, el palacio de Linares, como espacio para sus larguísimos planos secuencias en 'Patrimonio nacional'.

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Si el exterior del palacio de Cibeles está reflejado en las postales desde que en 1919 se finalizaran las obras, algo de tiempo ha pasado desde que dejara de servir a Correos, para el que se construyó, y albergue, ahora, el corazón de la urbe y sus cuitas. Santa María de las Comunicaciones, la Catedral de las Comunicaciones, le puso como nombre al palacio el socarrón pueblo de Madrid, y en todo este tiempo, su función sigue cambiando, aunque no esa prestancia que ennoblece esas cuatro esquinas de Madrid en las que desde el poder económico al municipal, pasando por las antiguas comunicaciones y el poder telúrico de la diosa Cibeles, todo parece estar conectado.

La cuestión es que la muestra 'Vida del Palacio de Cibeles' de y en CentroCentro, comisariada por Jacobo Armero, entre fotografías, documentos y una reproducción a tamaño real de la ninfa de Miguel Ángel Díaz, forman parte de esta visita, sin coste alguno, a uno de los espacios de la ciudad que mejor acompasan, y es esfuerzo complejo, historia, arquitectura y presente.

Huelga decir que si el edificio de Antonio Palacios y Joaquín Otamendi se convirtió en el núcleo central del correo postal, avanzando el siglo sería Bien de Interés Cultural, sede del Ayuntamiento desde 2007 y del espacio CentroCentro desde 2011. Toda esa historia está contada en la muestra; los antiguos escritorios de Correos de la segunda planta, su evolución hasta que fueron ya enclave cultural. Aparte de una anécdota que da cuenta de que para innovar no es preciso el derribo.

Y hay más. La planta cuarta cuenta la historia arquitectónica, y la otra, con 192 postales diferentes postales de la fachada. Cada una que es cada cual. Más allá, en la sexta planta, accediendo al mirador con instantáneas que muestran la evolución de este esquinazo de Madrid, fotografías de Lladó Fábregas sobre las intervenciones de Antonio Palacios así como, en la querencia inmersiva de las nuevas exposiciones, una terraza con paneles donde se destacan las alturas de una ciudad considerada chata hasta ayer, como quien dice.

Comisariada la muestra por Jacobo Armero en tres plantas, y una que mira al cielo, está la comprensión de la ciudad contemporánea. Arnero tiene una tendencia: la de, como arquitecto que divulga, poner en contexto al ciudadano con los edificios que rodean su cotidianeidad su entorno vivo. Ello le ha valido el reconocimiento público en varias categorías. No obstante, CentroCentro, que organiza el proyecto, ha recurrido a fondos documentales como el Archivo de esta Casa, el Museo de Historia de Madrid, la Fototeca del Patrimonio Histórico y un largo etcétera.

En esencia, al ritmo de la ciudad, uno de sus mascarones se mueve, cambia de utilidad. Acoge el rodaje de películas de acción o, incluso, sirve como sede navideña de una pista de patinaje sobre hielo.