Suscribete a
ABC Premium

Cuando el capuchino se cargó al Café

BAJO CIELO

Quizá esté bien que nos duela un poco perder el Café Gijón, para recordar que una ciudad sin memoria es solo un decorado, y que los cafés no se cierran: se quedan esperando por si algún día el dinero se olvida de venir

La iglesia de San Antón o cuando a Dios se le va de las manos

Interior del, ahora cerrado, Gran Café Gijón IGNACIO GIL
Alfonso J. Ussía

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Raúl del Pozo sostiene que no decían «vamos al Gijón sino al Café». Ahora luce chapado porque un grupo de restauración va a convertirlo en otro más. Madrid pierde un emblema y gana otra derrota: la de no saber mantener lo que nos han traído ... hasta aquí. A mí nunca me gustó el Café Gijón. Me parecía un sitio anticuado, un poco pereza, casi carca. Los cafés eran caros y las copas las servían en tubo y mal. Pero me gustaba que estuviera allí por muy poco que entrara. Muchas veces, los mejores lugares de una ciudad son los que menos nos gustan. Eso permite que existan otros que nos identifiquen, que nos conmuevan o que, simplemente, nos soporten. Y el Café Gijón era todo eso.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia