40 años de La Vaguada: la redención del primer centro comercial de Madrid
Del 'colosal descampado' por cuya defensa se movilizaron miles de vecinos al multiespacio pionero que revitalizó el Barrio del Pilar. Su convulso origen es historia viva de la ciudad
Iuri Pereira
Madrid
Los autobuses que circulan por el Barrio del Pilar se vacían al llegar a La Vaguada, un centro comercial, el primero de Madrid, que no siempre fue el emblema que es hoy. Donde ahora compran, pasean y disfrutan ancianos y jóvenes, más de cuatro ... décadas atrás se manifestaban. El movimiento vecinal arrancó infraestructuras y servicios básicos para un barrio víctima del Madrid de la teja y el urbanismo desmedido.
La Vaguada (antes, Madrid-2) cumplirá 40 años en octubre de 2023. Desde su nacimiento, ha ido adaptando su estrategia empresarial a los nuevos tiempos, «pero sin perder la esencia de su historia», afirman desde la dirección del centro. En la actualidad, 25 millones de personas visitan cada año La Vaguada, y por su parking de pago -el segundo en España por afluencia- pasan más vehículos que por el del Aeropuerto de Barcelona. Cuenta con más de 200 tiendas y apenas ha sufrido merma en su oferta comercial conjunta tras la pandemia. «Al contrario, sigue siendo muy solicitado por las marcas», dice Jesús Hernández, subdirector de la superficie. Recientemente, Primark ha anunciado que abrirá una tienda en el espacio que antes ocupaba El Cortes Inglés.
Repartido en tres plantas, su diseño inicial tuvo que adaptarse a las demandas de los vecinos. Cuando la sociedad francesa La Henin adquirió los terrenos de La Vaguada en 1973, no imaginaba que la apertura iba a producirse una década después, el 24 de octubre de 1983. «Mañana os devolvemos La Vaguada. Madrid-2 es vuestro». Fueron las palabras con las que el promotor del centro comercial, Jean Louis Solal, puso fin a la guerra abierta con los vecinos por uno de los proyectos urbanísticos más polémicos del Madrid del desarrollismo.
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El promotor inmobiliario José Banús, uno de los grandes constructores durante el franquismo, era el propietario de casi todas las edificaciones y terrenos de un primitivo Barrio del Pilar. Tal era su poder en la nueva barriada que se cree que fue llamada así en honor a su esposa, María del Pilar Calvo Sánchez de León. Aquel Barrio del Pilar pre-Vaguada recibió la inmigración masiva de obreros dispuestos a trabajar en la capital, y, a principios de los años 70, era ya uno de los núcleos urbanos con mayor densidad de población de toda Europa, pero carecía de infraestructura básica, servicios y zonas verdes. Con las primeras protestas vecinales por la falta de dotaciones sociales, Banús vendió a La Henin una vaguada de 23 hectáreas junto a la calle Monforte de Lemos, entre la Ciudad de los Periodistas y el Barrio del Pilar. Aquel solar deprimido respecto al resto del terreno era «el objeto de deseo tanto de los especuladores como de los vecinos», comentan Paco y Dimas, del Grupo de Historia Urbana (GHU).
Al otro lado de esa vaguada natural vivía Luis. Recuerda que en 1973 los terrenos de la Ciudad de los Periodistas y el colegio Valdeluz eran lo único urbano al norte del Barrio del Pilar. En medio quedaba ese «descampado colosal», con un terreno abrupto, en cuyos recovecos se podía jugar sin ver, a derecha o izquierda, parte del horizonte. «De niños íbamos con mi abuelo a la zona que hoy es la M-30 y el centro comercial a jugar al fútbol. A veces íbamos más lejos y jugábamos más allá de Ginzo de Limia, a los terrenos donde hoy muere Arzobispo Morcillo. Todo era un descampado donde te encontrabas un rebaño de ovejas, y muchos niños nos llevábamos el balón para ir a jugar», evoca de aquella época.
Malestar vecinal
Tiempo después se supo que 13 hectáreas de ese terreno estaban reservadas para un centro comercial de dimensiones colosales, en un momento en el que el vecindario demandaba escuelas, centros sanitarios, parques e instalaciones deportivas. Ese fue el comienzo de una batalla de siete años, entre 1976 y 1983, que involucró a los vecinos, pequeños comerciantes, partidos políticos, Ayuntamiento y a la propia empresa promotora del proyecto, que tiempo después confesó que fue «embaucada» por Banús y que desconocía la situación en la que se encontraba «políticamente» el terreno, tal y como recogió el diario ABC. El malestar vecinal se canalizó a través de una asociación creada ad hoc, 'La Vaguada es nuestra', entre los que figuraba el ministro del Interior del primer Gobierno socialista, José Barrionuevo, que vivía cerca de los terrenos donde se iba a edificar Madrid-2.
En diciembre de 1976, el movimiento vecinal atrajo la atención -y simpatía- de buena parte de la sociedad madrileña. Peridis, Máximo y Forges ilustraron unas reivindicativas felicitaciones navideñas dirigidas al alcalde, Juan de Arespacochaga, y en 1977 comerciantes de toda la ciudad se sumaron a la huelga en contra de la gran superficie y secundaron el cierre de sus negocios. Durante todo ese año, el de mayor actividad, se sucedieron manifestaciones, acampadas y hasta el primer 'escrache' en España contra la residencia del regidor, según rememoran desde el Grupo de Historia Urbana.
[Lea el artículo original en Madrilánea]
Con la victoria de los socialistas en las elecciones municipales de 1979, el nuevo alcalde, Enrique Tierno Galván, retrasó aún más el inicio de las obras. Pero las alternativas a la construcción del complejo eran quimeras, fantasías, porque, a fin de cuentas, La Henin era la propietaria del terreno y solo necesitaba la licencia de obra para poner en marcha un proyecto que el Consistorio no podía frenar durante mucho más tiempo: era totalmente legal y la construcción parecía inevitable. En cualquier caso, la promotora francesa aceptó renegociar los aspectos más polémicos del proyecto y hacer algunas concesiones a los vecinos: una parte del terreno se dedicó a la construcción del centro cultural, la biblioteca, el centro de salud, la piscina municipal y el Parque de la Vaguada. «Los franceses tenían una cultura negociadora que, por aquel entonces, en España no existía; aquí veníamos del franquismo y la mentalidad era la de 'ordeno y mando'», explican Paco y Dimas, quienes formaban parte de lo que ellos llaman «minoría alborotadora»: «La mayoría silenciosa se quedaba en casa».
El comienzo de las obras no logró calmar los ánimos de algunos sectores, como el del pequeño comercio, que pasó de rechazar por completo un proyecto que iba a arrasar sus negocios, según pensaban en aquel momento, a demandar un acceso preferente a los locales comerciales de la macrosuperficie. En un intento desesperado por paralizar las obras, un manifestante llegó incluso a atarse en lo alto de una grúa durante toda una semana. «Le llamaban Baku, de Bakunin», recuerdan entre risas dos de los miembros del GHU. «Todo el barrio estaba viendo el espectáculo. Cuando le bajaron de la grúa, algunas personas empezaron a lanzar terrones de tierra a la policía y, como estábamos todos mezclados, a los que nos quedamos parados nos detuvieron», añade Dimas.
Hasta prácticamente el mismo día de la inauguración de Madrid-2, un grupo de parados permaneció encaramado en las jardinerías de la fachada, sin éxito. «Hubo mucha polémica porque los pequeños comerciantes pensaban que eso iba a significar su muerte, cosa que no ocurrió, por supuesto», recuerda Fernando Cifuentes, presidente de la asociación a la que, a día de hoy, están adheridos unos 1.500 comercios, «una de las más fuertes de Madrid», afirma.
Colaboración
Hoy, 40 años después de su apertura, La Vaguada y el pequeño comercio del barrio son aliados. «Mi lema es 'nunca enfrentarnos al centro comercial La Vaguada', porque lo que nos ha traído es tráfico; gracias a La Vaguada hay muchísima más gente que llega a nuestro barrio y puede visitar nuestros comercios», sostiene Cifuentes, quien define su labor como de «conciliación y de colaboración» con el centro comercial, y añade: «El objetivo es, realmente, colaborar, no enfrentarnos».
ACOBPILAR se fundó hace cinco años, y, desde entonces, representa los intereses de los comerciantes del barrio, pero también de los negocios de barrios limítrofes. «Cualquier persona que venga de otro barrio también las aceptamos; no somos exclusivos», comenta el representante. Desde la asociación son partidarios de caminar juntos a La Vaguada y «mirar al futuro», porque «son servicios diferentes» y, como tal, complementarios. «A nuestros comercios les llamamos centros comerciales abiertos: la gente puede disfrutar de un trato mucho más personal y cercano. Hay muchos vecinos que solamente hablan con su tendero, que se sabe su nombre, algo que no ocurre en una gran superficie», destaca el representante.
El hacha de guerra se enterró hace ya muchos años. Las heridas sanaron y los rencores se fueron diluyendo. «Cuando se inauguró, en octubre de 1983, había gente que se negaba a entrar. Del Grupo de Historia Urbano alguno estuvo diez años sin entrar en La Vaguada, pero con el tiempo cedieron». En la actualidad, Monforte de Lemos se ha convertido en el gran bulevar, en la plaza del Barrio del Pilar. «La Vaguada aportó una calidad al Barrio que no tenía», reconoce Dimas. 40 años después de su apertura, vecinos, comerciantes y el primer centro comercial de Madrid son uno solo. La Vaguada es suya, es de todos.
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