Cartas al alcalde
Riesgos de derrumbe
No sopesamos este desastre, en Madrid, pero hay bastantes edificios en ruina, o casi, en las zonas donde se aviva el apartamento turístico, que es una de las lepras silenciosas, o no tanto, de la salud inmobiliaria de la ciudad
Ya hemos visto que ahí en Malasaña, donde la jarana, y el turisteo, los vecinos han cumplido un desalojo, porque el edificio pudiera venirse abajo. La cosa es un desconcierto, alcalde, porque la propiedad estaba apercibida, pero avisó a sus inquilinos de la noche ... a la mañana, y los vecinos estaban a lo suyo, con lo que ahí quedan, en la mismísima calle cruda, a ver las luces navideñas y el frío sólido (porque el frío también se ve), desde el hatillo urgente.
Nunca pensamos en edificios en ruinas, alcalde, si imaginamos el centro de Madrid, porque estos peligros del derrumbe parecen cosas de otras ciudades, o de pueblos, incluso, y nunca de las viviendas que viven vecinas a los teatros iluminados o los cines plácidos, aunque cines o teatros ya nos van quedando menos, y eso que ha venido Antonio Banderas a resucitarlos.
En Madrid, parece que está lejos el derrumbe, pero ya vemos que no, porque en una calle de la Movida se queda de pronto un edificio desierto, a ver si lo apuntalan, o se viene abajo, directamente. No sopesamos este desastre, en Madrid, pero hay bastantes edificios en ruina, o casi, en las zonas donde se aviva el apartamento turístico, que es una de las lepras silenciosas, o no tanto, de la salud inmobiliaria de la ciudad, por cierto.
Alguna vez he escrito aquí que soy frecuentador de buhardillas, y las buhardillas dan a un Madrid insólito y secreto, un Madrid de tejados de pueblo, porque Madrid tiene un desperezo de gran ciudad, si vas a pie, pero esa gran ciudad está techada como un aldeón, según los barrios. En el centro ocurre, y el centro reúne el prodigio de las buhardillas, desde donde se observa una indolencia en los tejados añejos, y, por deducción, en el vigamen en general de los edificios, un estampa, en general, que mueve quizá a la ternura, sí, pero también a la inquietud, o el temor. Cualquier día se nos viene abajo un edificio a tres baldosas de Lucio, o en la órbita del Café Comercial, que sí está apoteósico.
Hablo del mejor Madrid, desde Malasaña a Lavapiés, o los Austrias, y me parece muy bien que se exija a un vecino a cambiar la persiana según preceptiva, pero aún me parece mejor que se sometan los edificios completos a un reojo constante de conservación y reparación. Es triste lo de los inquilinos en la calle, alcalde. Es triste lo del riesgo de derrumbe, la inminencia de ruina en un Madrid de turistas insomnes y restaurantes carísimos.