Montera, domicilio de la mala fama
La calle ha sido zoco sexual, durante décadas, con algo de escaparate a la intemperie de chicas
La gran metamorfosis de Montera: de cuna de la prostitución a calle cinco estrellas
Madrid
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Iniciar sesiónLa calle de la Montera es una calle ilustrísima de mala fama, porque ha sido zoco sexual, durante décadas, con algo de escaparate a la intemperie de chicas que ahí hacían esquina en deshilada hilera, esperando al cliente. La prostitución, en Montera, ha sido ... un vecindario de cielorraso, insomne a mediodía, nocturno a cualquier hora, pero la prostitución no la va a retirar la Policía, el aburrimiento o el Ministerio de Igualdad, sino el creciente lujo inmobiliario que ya se asienta en esta calle popular, bullente y en cuesta.
Se van las lumis, tan humildes ahí, porque llega la hostelería de cinco estrellas, y las tiendas de 'instagramers'. La órbita de la Puerta del Sol viene prosperando mucho últimamente, con hotelazos de fantasía, y restaurantes de poderío, y ahora le toca este arreón de mejoras a la calle de la Montera, con lo que una calle donde se domicilió el pecado, desde siempre, pasa a ser un mural del lujo, desde mañana mismo.
Montera arrastra tradición de promiscuidad canalla, y aún le quedan algunos 'sexshops' moribundos, y la fila espectral de meretrices, paralela a la calle vecina, la calle del Carmen, donde el transeúnte de toda España hace cola para Doña Manolita. En la calle de la Montera siempre hay cola hacia ningún sitio de prostitutas voluntariosas, proletarias, y un poco anémicas, a ver si les cae la suerte de una mejor suerte. Pareciera, esa cola aterida, una cola de figuración de una película del mal vivir, pero es estampa antigua, veracísima y cruel del mal vivir de tantos mundos que están en este.
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Ya Benito Pérez Galdós sacó Montera en su novela 'La desheredada', como arteria de un atareado lumpen, y los modernos de la Movida madrileña la frecuentaban a deshora, porque en ella hubo mucho sótanos de amenidad, a los que se llegaba bajando siempre una escalera honda, medio suicida, casi secreta, entre espejos de harén hortera y pósteres de rubias con lencería de leopardo. Montera ha sido una calle del urgente placer de pago. Y seguirá siendo eso mismo, pero al contrario. El placer, y el pago, serán de suite y mantelería.
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