Vivir junto a una cicatriz: antes y después del «scalextric»

Los vecinos del distrito de Chamartín, que han soportado desde julio las molestias de las obras y los cortes de tráfico —un «martirio chino», describe un parroquiano—, destilan ahora satisfacción. «Todos los que vivimos aquí estamos muy contentos. Hace años, cuando era pequeño, los chavales jugaban y corrían por la plaza que había [en la glorieta de López de Hoyos]. Espero que vuelva a ser así», señalaba José Luis, entre la luminosa avenida en que se ha convertido la calle de Francisco Silvela .

Aún se desconoce el diseño definitivo del nuevo bulevar , pero el Área de Obras y Equipamientos del Ayuntamiento de Madrid ya está rematando los últimos flecos del proyecto y prevé presentarlo en las próximas semanas, según han confirmado a ABC fuentes municipales. El diseño, un «modelo equilibrado y sostenible», como adelantó el director general del Espacio Público, Obras e Infraestructuras, José Luis Infanzón, recuperará el aspecto que lucía el lugar en el siglo XIX, e incluirá aceras más anchas, más verde y un carril bici.

Mientras esperan este acicalado, que comenzará a principios de 2021, los lugareños reconocen que la demolición ha borrado un problema que arrastraban desde hace años. «El puente estéticamente era un desastre. Y un nido de problemas por la delincuencia, los mendigos que dormían debajo ... Era como un hotel, dormían ahí, tenían todo sucio, olía mal, hacían todo por aquí, chillaban, se peleaban... El barrio va a ganar mucho quitando el puente», afirmaba Santiago, dueño de una cerrajería desde hace siete años.

Un gran árbol navideño se erige ahora sobre el antiguo hogar de los sintecho y otros cuatro, más pequeños y realistas, adornan la glorieta de López de Hoyos. «Se acumulaba más basura, había varios rumanos durmiendo aquí. Ahora está mejor, sí», confirmaba este miércoles un operario de limpieza sobre su ruta habitual. El desmontaje del «scalextric», que ha costado 8 millones de euros , acompañaba otra promesa: terminar con la riada de vehículos —alrededor de 3.000 en hora punta y 40.000 a diario— que utilizaban el paso elevado.

No obstante, los residentes no han notado una menor afluencia. « El tráfico es muy parecido , cuando abran el túnel creo que va a mejorar», opinaba Santiago. «Ahora hay más tráfico, todo lo que bajaba del puente a Avenida de América pasa por aquí. Y todavía no está en pleno apogeo con el teletrabajo », decía José, empleado en la gasolinera frente a la cerrajería, donde cruzan las calles de Francisco Silvela y Príncipe de Vergara.

Unos celebran; otros todavía conviven con estructuras diseñadas para cubrir las necesidades de una capital otrora de carácter industrial. Unos seis kilómetros al sur, el puente de Vallecas , donde confluyen las avenidas de Ciudad de Barcelona y Albufera, es una de estas últimas y engorrosas moles. «Este puente no es como otros puentes, por aquí pasa la M-30, es necesario», indicaba Jesús, un anciano resignado a cruzarlo en su día a día. « Me parece un obstáculo, una separación entre el barrio de Vallecas y Adelfas , la unión es o bien través del túnel debajo del puente o a través de un par de puentes más allá, pero que no son de un acceso agradable ni cómodo», señalaba.

Las paradas de autobuses se amontonan bajo el paso de la circunvalación, donde un claxon reververa y se une a la cacofonía de los motores. Esta ruidosa barrera, frontera entre los distritos de Retiro y Puente de Vallecas , con rentas muy diferentes, también es el hogar de un puñado de sintecho. «Las personas que no tienen donde ir se refugian ahí y, francamente, se convierte en un vertedero», declaraba Elena, junto a la parada de Metro de Puente de Vallecas y a unos metros de las personas señaladas, rodeadas de mantas, colchones y todo tipo de enseres. «Si pudieran quitar el puente, sería ideal...», pedía.

A 600 metros se erige otro «scalextric», el puente de Pacífico , levantado en 1972. «Vivo entre los dos puentes y desearía que se quitaran. Es una barrera arquitectónica que divide los dos barrios, es feísimo», lamentaba Carmen, vecina del barrio de Pacífico. El año pasado, este paso de la calle de Pedro Bosch casi firma su final. El concejal del distrito de Retiro anunció su intención de impulsar la demolición parcial del puente y presupuestó para la redacción del proyecto hasta 150.000 euros.

Sin embargo, la urgencia por derribar el de Joaquín Costa, que presentaba fisuras y riesgo de colapso , cambió los planes. «Se están haciendo estudios, pero no hay nada decidido», explican fuentes municipales. Por ahora, los madrileños solo despedirán una de sus cicatrices, tras más de medio siglo en pie. El resto, aguardarán, sin mucha esperanza, algún cambio.