Semana Santa Madrid
Madrid ensaya su Pasión entre aplausos y silencios
ABC acompaña a tres cofradías en los ensayos previos a las procesiones de Semana Santa. Los pasos regresan a las calles tras dos años de pandemia
Ensayo de la Hermandad de Jesús el Pobre
Parece que es la hora, y no es la hora, que diría Barbeito. Cuarto ensayo, último en la calle, calle de Puñonrostro y una primavera que no termina de llegar. La parihuela del paso de palio de Los Estudiantes, el que ha de portar el ... Domingo de Ramos a María Santísima Inmaculada Madre de la Iglesia, asoma a media luz.
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No hay tensión entre los costaleros que han ido llegando a eso de las nueve. No hay tensión, no, pero sí ese rictus de gravedad en el relente. Una luz va iluminando el armazón que, con los primores de la fe y el arte, será el barco que transporte a la Madre del Señor por las calles de Madrid cuando en la estación de penitencia eche a andar. Siete trabajaderas de cinco costaleros, con mascarilla, y el complejo protocolo Covid que el Consistorio impone para los ensayos procesionales. Portar más de mil kilos entre 35 hombres con tapabocas exige ya no una fe presupuesta, sino una fortaleza que sorprende al paseante que saca al perro por estas oscuridades de Madrid que serán, en unos días, una Jerusalén de aplausos y silencios.
‘Amarguras’
De momento, de un altavoz sale una marcha que va creciendo en intensidad, aunque lo que desfile sea un metal, el armazón. En el flash, los brazos fornidos y desnudos que anuncian que la hora, la del Domingo de Ramos, va llegando en la distancia. Al cronista, con orgullo, le cuentan que Font de Anta compuso muy cerca de aquí su célebre marcha ‘Amarguras’, con la que la procesión «se recoge» avanzado el Domingo de Ramos. Alguien apunta que fueron estas notas las que despidieron a Durruti después de su cuestionada muerte. El apunte histórico acaba cuando el último costalero busca su lugar en la trabajadera, se reza, y llegan las consignas.
Es un grupo humano donde darían la vida uno por otro, que ven con los ojos del capataz. En la pronta noche marceña, llegan sus órdenes claras: que «el mínimo error del costero» se paga caro, que «el costero no puede ir tirando del paso...». Y algo fundamental: que «no se puede dejar de enfocar la calle».
Desde la Cofradía dan un amablaviso a navegantes: «Madrid es un territorio frontera, entre las andas y el costal». Y es cierto.
Los costaleros de Los Estudiantes, en las trabajaderas
Ha de haber, también, una voz abajo del paso. Es la de Raúl. Tampoco se ha de perder la música, la del Regimiento Inmemorial del Rey, que sale de un altavoz que no divisamos , al igual que no vemos el incienso que se cuela por las mascarillas y «da ambiente». El Domingo de Ramos es el 10 de abril, y aún es 18 de marzo, pero cuando suena el llamador «nadie espera».
La calle de Puñonrostro, donde se ensaya, arranca en cuesta, pero «las cuestas nos la comemos con papas» , se oye. Y entonces, la levantá: dedicada a «tantas y tantas personas que se han ido». No nieva, pero muchos recuerdan la parihuela desnuda con el aguanieve mezclándose con el sudor. Aguardando la primavera. De Puñonrostro, silente, a la plaza del Conde de Miranda se van mezclando paseantes del Madrid nocturno y terrazas que miran con respeto la devoción de estos hombres.
Pasa una rubiaestrella del ‘indie’ patria, vecina de la zona, mientras que los pateros no pierden la concentración, la transmisión en movimiento de las órdenes del capataz. Soñando el Domingo de Ramos. Cuando el Evangelio camine en Madrid.
Los anderos
No está muy lejos la Iglesia de San Pedro el Viejo. En el Viejo Madrid, precisamente. La lluvia pertinaz de un jueves impide a los anderos del Pobre desfilar con munición real en la calle. A cambio, el paso de palio va del órgano a casi el altar, con música y dentro de la iglesia. El patrimonio no puede mojarse, y Daniel, capataz del paso de María Santísima del Dulce Nombre en su Soledad, aguarda a sus compañeros, bien oscuro ya el día. Se «apañan dentro», aunque llueva, y por una puertecilla se abre la iglesia y los pasos están ahí, con su plata barroca en Cristo y su dorado en María. Justo Polo, teniente de hermano mayor, explica en un despachito la «necesidad de nuevos cofrades» en Madrid, que los más pequeños se hagan partícipes de estas tradiciones.
Los anderos de Cristo y Virgen, insisten, son miembros de «una misma cuadrilla dividida en dos», porque la Hermandad es una y binaria. En el tiempo que Polo nos obsequia con carteles de procesión y una reflexión cargada de esperanza, los bancos se han colocado de pie, para que los anderos «se hagan uno» con el trono/paso; los bancos semejan penitentes de madera si uno se mete, efectivamente, «en la película». La Virgen, a la que sacarán casi a rastras el Jueves Santo por las dimensiones de la entrada del templo, está en su hornacina vestida de brea: color que ya anuncia la Semana de Pasión. Hay nerviosismo, sí, pero por el tiempo: el año anterior a la pandemia les llovió pero en 2022 «todo será lo que Dios quiera». Madrid quiere ver esta procesión por la calle del Cordón, y «bailarle a la Colegiata de San Isidro»: también la Casa del Padre.
La parihuela del Gran Poder, junto a la plaza de la Villa
Y Sevilla...
Y Sevilla ‘madridí’. Y el Gran Poder, paso de misterio, que se pone a punto en la plaza de la Villa. Es sábado y milagrosamente no llueve. Fernando Chicharro, capataz general de la Hermandad del Gran Poder y de la Macarena y capataz del paso del Señor, cambia a sevillano cuando da órdenes «con gran emoción». Y 35 mozos, fuertes, arrastran en silencio las zapatillas entre la Torre de los Lujanes y ese Madrid algo salmantino. Pero es Sevilla quien se ‘madrileñea’. David se despide con lágrimas de sus compañeros y éstos le dedican una levantá porque deja España. Por el pasadizo de la Casa de Cisneros un hermano reparte barritas energéticas. Callan los guías turísticos. Madrid se prepara para su Semana Santa, la que según el historiador del Arte Jaime Moreno es ciudad que en los días santos «juega caprichosamente con el Sur y con el Norte en búsqueda de lo que le es propio».