Salas de conciertos en Madrid, un año soñando con el baile de la revancha
Locales de música en vivo de la capital explican su situación y expectativas para el 2022
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Iniciar sesiónCientos de familias que dependen del circuito de música en vivo de Madrid llevan ya casi un año en la incertidumbre , en muchos casos en la ansiedad, soñando con ese final del túnel que parece resistirse a mostrar el primer puntito de luz. ... No son los únicas, eso lo sabemos todos, pero han sido de los pocas que, cuando se les ha dejado trabajar, han recibido críticas furibundas por casos aislados de irresponsabilidad . Como en tantos otros sectores han hecho sacrificios, se han amoldado a los vaivenes normativos apretando los dientes, siempre con disciplina. Y no lo olvidemos, trabajan para que los demás podamos seguir accediendo a la cultura, y más importante en estas circunstancias, al desahogo. Muchas de las salas de conciertos están paralizadas, pero otras están haciendo malabarismos para reinventarse . Sobre todo porque saben que como mínimo, queda otro año muy pero que muy duro.
«Yo eso lo tengo asumido», dice El Indio, mítico dueño de Gruta77, no menos legendaria sala de rituales rockeros en el distrito de Carabanchel. «Mi perspectiva empresarial de programación es 2022». La Gruta ha podido «sobrevivir» gracias a sus locales de ensayo, pero también han sido fieles a su militancia y en cuanto se ha podido hacer algo, lo han hecho. «Aunque fuera residual», dice El Indio, «para intentar rescatar a técnicos de sonido, iluminadores, músicos…». A día de hoy, este local que acogía eventos casi a diario hace uno o dos conciertos a la semana, y por la restricción horaria dan preferencia a las sesiones vermú. «Tenemos a veintinueve personas sentadas en mesas altas , repartidas en grupos de dos, tres o cuatro», explica su dueño, que lleva la situación «con humor» porque las medidas le parecen «algo contradictorias con lo que se ve en el transporte público», tanto por las restricciones de aforo como de horarios. Ha pensado en «treinta ideas diferentes» para reinventarse, pero la normativa para intentar cambios radicales, por ejemplo para servir comidas, «es inasumible».
En la Gruta tienen a toda la plantilla en ERTE , excepto los dos socios que ahora lo llevan todo. Pudieron dar de baja luz y agua durante el confinamiento, pero las subvenciones a la programación han caído en proporción al número de cancelaciones. «Han intentado dar otra ayuda en diciembre, pero solo las hemos recibido las salas que estábamos abiertas. Y por otro lado, las ayudas para los alquileres van condicionadas a que no hayas abierto desde marzo. Si has sido valiente, te penalizan».
Moby Dick ha sido de las salas con más actividad durante esta pandemia. De hecho fueron los primeros en ofrecer conciertos que combinaban lo presencial con el streaming. Ahora han estabilizado su aforo en ochenta personas, y tienen a cuatro personas en ERTE y a seis trabajando. «Todos hacemos de todo», dice su programadora Carolina Pasero, que a pesar de la situación de parón no para de trabajar porque cada concierto es el triple de laborioso de lo habitual. «Anunciar, aplazar, modificar horario, cancelar…», suspira Paseo, que quiere poner en valor que las autoridades hayan establecido que las entradas de conciertos sirvan de salvoconductos para los toques de queda, «una medida que interpreto como una buena señal, un gesto». También agradece que les hayan llegado las ayudas de la Comunidad y el Ayuntamiento, y está a la espera de la estatal. Sin embargo, igual que su compañero El Indio, está convencida de que la vuelta a la normalidad llegará en 2022. «Hasta hace poco apostaba por septiembre, pero estoy viendo que no. Este año va a ser muy parecido a 2021».
Servicio de comidas
En la sala Tempo han podido acometer una considerable reinvención, ya que están sirviendo comidas con un chef de categoría , y han remodelado el local para convertirlo en un club «Audiophile», donde la calidad de sonido es espectacular. Están haciendo conciertos en acústico los sábados (ayer actuó Aurora García), y por ahora no tienen a nadie en ERTE. «Lo que hemos hecho es trabajar todos la mitad de horas», cuenta su dueño Roberto Tempo, que también mira a 2022 como fecha para volver a ver su pista de baile llena de gente pasándolo bien.
Otra sala emblemática de la capital que está saliendo adelante es Siroco, que está «a tope» con sus Sesiones Vermú (hoy actúa Biuti Bambú) «y sirviendo alitas y albóndigas de nuestro restaurante hermano, La Tape», cuenta su programador Toño Villar. También en Boite Live aunque sin conciertos, «sólo como disco-pub, con la gente sentada en mesas» , informa su dueño, José R. Díaz.
La que no ha podido abrir sus puertas desde que todo esto empezó, como tantas otras, es una de las más queridas: El Sol. «Ha habido algunos intentos, pero las condiciones de apertura en nuestra sala son muy particulares», explica su jefe de comunicación, Raúl Díaz. «Ganas de abrir, las hay todas. Pero esas condiciones requieren un cálculo económico que con las normas actuales, es imposible». Así están en muchas otras salas de la ciudad. Esperando, aguantando, soñando con el baile de la revancha.
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