Historias Capitales
De las ratas a las garrapatas: 125 años del servicio de control de plagas en Madrid
A finales del siglo XIX nacía en Madrid un servicio de desinfección urbana pionero en Europa, que luchaba para evitar las epidemias provocadas por animales que pueden transmitir enfermedades. Y siguen en la pelea
Resultados de un plan de desratización
Ratas, chinches, garrapatas... Las grandes ciudades no se libran de las plagas, y Madrid no podía ser menos. Para luchar contra estos incómodos habitantes, que tanto nos complican la vida cuando se dejan ver, el Ayuntamiento de Madrid creó, hace más de 125 años, ... un servicio de desinfección para evitar que proliferen y propaguen enfermedades. Una exposición fotográfica y una jornada recuerdan hoy la desconocida historia de este cuerpo de los antiguos «mangueros de la Villa» y sus continuadores actuales.
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Nació en 1884, cuando Madrid ya había sufrido varias epidemias de cólera y se sabía de los efectos perniciosos para la salud de las mordeduras de ratas . Entonces fue toda una novedad, y uno de los primeros servicios de desinfección urbana que se puso en marcha en Europa. De hecho, funcionó de forma intensiva durante la gran epidemia de cólera que tuvo lugar a finales de ese siglo.
Medio centenar
Componían el cuerpo los citados mangueros, operarios de limpieza, y los funcionarios 'desinfectores' camilleros. Hoy, el servicio se llama Departamento de Control de Vectores, está integrado en Madrid Salud –a las órdenes de la concejal de Seguridad y Emergencias y portavoz del Gobierno, Inmaculada Sanz –, y está compuesto por aplicadores de plaguicidas, técnicos de control de plagas, veterinarios y personal auxiliar: más de medio centenar de personas vigilando día a día la desinfección y evitando la proliferación de especies potencialmente dañinas.
Un 'desinfector', en plena tarea
El servicio se institucionalizó y pasó a depender del Laboratorio Municipal –creado en 1877, hace 125 años–. Éste se trasladó en 1896 a la calle Imperial, y unos años después, en 1903, a la calle de Bailén, dond e vivió una gran inauguración a la que incluso asistió el rey Alfonso XIII.
El Laboratorio puso en marcha una red de estaciones de desinfección, que prestaban servicio a todos los barrios, calles e inmuebles que se veían afectados por el cólera, la tuberculosis y otras enfermedades infecciosas. Había unas brigadas de operarios dedicados a desinfectar, y utilizaron aparatos que eran lo más moderno del momento: estufas a vapor bajo presión, como la que se instaló en la Estación de Desinfección de Vallehermoso; salas con cámaras de desinfección; pulverizadoras... En la Estación de Desinfección de Huerta Segura, en la calle O'Donnell, contaban también con cámara de desinfección por gases y una estufa fija para este mismo objetivo. Y existían estaciones similares situadas en Príncipe Pío y Embajadores.
Despiojamiento
Pero en una gran ciudad, los retos difícilmente se acaban: en 1922 aparecieron casos de tifus exantemático, lo que obligó a instaurar un servicio de despiojamiento –por ser estos insectos los principales agentes transmisores de la enfermedad– en los Parques de Desinfección. Y entre 1939 y 1942, volvieron a reproducirse estos brotes.
Despiojadora
Las campañas de desratización comenzaron en la ciudad de Madrid en 1966, a través de convenios de colaboración con el Instituto Ibys, y se mantienen hasta nuestros días. De hecho, ahora «se levantan más de 535.000 registros al año» para realizar este control, refiere a ABC José María Cámara, jefe del departamento. También se revisan con periodicidad hasta mil edificios municipales, como colegios y escuelas infantiles, o centros de mayores.
Chinches de cama
Otro frente contra el que lucha es el de las chinches de cama, en diferentes escenarios: en edificios e instalaciones municipales, en lugares donde van derivados por Servicios Sociales, y en viviendas privadas cuando hay razones de salud pública. Hay igualmente programas que controlan las poblaciones de palomas.
En ocasiones, son los propios vecinos los que avisan de alguna irregularidad: sus llamadas se reciben a través del teléfono 010 y el 95 por ciento de ellas se atienden en el mismo día.
«Madrid no es una ciudad amigable para las plagas: tiene un clima más favorable que Oslo, pero no tiene ni la humedad ni las temperaturas altas del Mediterráneo o el sur», señala Cámara. Además, los ciudadanos «en la gestión de su basura, lo hacen bien», lo que evita la proliferación de estos animales que pueden terminar dando problemas.
Las hormigas
En su experiencia de décadas al frente de este servicio, José María Cámara ha sido testigo de cómo «surgen nuevos problemas, y otros desaparecen». «Hace 25 años, durante una comida de trabajo, los que estábamos reunidos concluimos que las hormigas iban a empezar a dar problemas. Y así ha sido », recuerda como ejemplo. Claro que en esto también tiene su peso su «tolerancia a ciertos animales»: «Antes nadie llamaba por la presencia de hormigas, y ahora sí lo hacen». Su equipo interviene cuando están en interiores.
Un problema creciente es el de «la vida silvestre», cada vez más cercana a las calles de la capital: «Antes era muy raro que un jabalí entrara en la ciudad; o que hubiera conejos en los taludes de las carreteras, como vemos ahora con frecuencia; o también era poco usual ver una paloma torcaz, o una cigüeña».
Durante la pandemia, este servicio de control de plagas siguió funcionando con normalidad, en desinfecciones de centros básicamente. «Fue una situación inédita, ver la ciudad abandonada por los ciudadanos, y la fauna se hizo más visible , se aproximó». Pudieron verse entonces «todo tipo de animales: voladores, de pelo y de pluma ocuparon la ciudad». Hubo «más avistamientos de ratas; con los bares cerrados, había menos residuos, y eso llevó a estos roedores a hacerse más visibles, porque buscaban alimento».