Patean en el suelo a una joven en Chueca al grito de «bolleras de mierda, sois una lacra»
Un individuo golpeó por la espalda a Irene sin mediar provocación y la emprendió a patadas cuando estaba tendida
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Iniciar sesiónEs lunes y a Irene le duele todo el cuerpo. Le duele la cara, el hombro, el codo, la rodilla, las costillas... y le duele desde hace días, ... exactamente, desde la medianoche del pasado jueves, cuando un individuo la empujó sin previo aviso por la espalda. Tal fue el arreón inicial, que la propia Irene se estampó contra un árbol, antes de salir rebotada hacia el suelo y golpearse la cabeza y la cadera. ¿El motivo? Juzguen ustedes mismos.
El sujeto, de no más de 30 años, se abalanzó contra su víctima y la amiga de esta al tiempo que gritaba «bolleras de mierda», «sois una puta lacra» o «seguís siendo enfermos». Y no contento con eso, pateó a la joven, indefensa y tendida en la acera, en reiteradas ocasiones. Solo la llegada de un grupo de chicos alertados por los gritos impidió una agresión mayor. El atacante, que huyó entonces a la carrera, consiguió también arrebatarle el móvil. Cobarde, homófobo y ladrón, la vileza esa noche tuvo rostro en Chueca.
«Íbamos de la mano, o abrazadas, ya ni me acuerdo, porque ninguna de las dos lo vimos venir», recuerda Irene, en conversación telefónica con ABC. Ese día había conocido a la chica que la acompañaba en casa de una amiga; primera parada antes de partir a una conocida sala de fiestas. Entre las miradas cómplices del resto de presentes, las dos jóvenes conectaron, se gustaron. «Mis amigos se adelantaron un poco de camino para dejarnos intimidad», reconoce la afectada, de 24 años y solo mes y medio viviendo en la capital.
Irene y su amiga andaban felices, sorteando calles casi por instinto. El frío, a estas alturas, era lo de menos. Pero todo eso se iba a romper entre Tribunal y Chueca, en un punto que la propia víctima no sabría situar en el mapa. Su atacante esperó a que pasaran cerca de un árbol para empujar por la espalda a la que estaba más cerca. «Yo iba por la derecha, con el móvil en la mano y la mano dentro del bolsillo del abrigo», rememora Irene, justo antes de sentir el golpe. Al caer, la otra joven trató de hacer frente al agresor, que no dudó en arremeter contra ella y tirarla también al suelo.
De reojo, Irene observó que el hombre se volvía de nuevo hacia ella, aún en estado de ‘shock’ y sin posibilidad de reacción. Su única protección fue ponerse en posición fetal, tratando de cubrir sus órganos vitales. «Me empezó a pegar patadas por todo el cuerpo hasta que unos chicos se acercaron y salió corriendo», prosigue. Sin móvil y la sangre manando a borbotones de una ceja, la joven regresó a su domicilio. «Me insistieron en llamar a una ambulancia y a la policía, pero yo solo quería ir a casa», reconoce, nerviosa; también agradecida al taxista que la recogió. «Me vio y con un rollo de papel y alcohol que llevaba para desinfectar el asiento me limpió la cara como pudo», remarca, acordándose, además, del final de la carrera: fue a sacar la cartera, pero no la dejó que pagara.
Al día siguiente, acudió con otra amiga al hospital, donde los médicos constataron las magulladuras sufridas y el consecuente golpe psicológico. Y ya con el parte de lesiones, interpuso en comisaría la pertinente denuncia. «Fue todo tan rápido que no le pude ver la cara», incide, al ser cuestionada por su agresor. De su aspecto tiene claro tres cosas: era moreno, delgado y los insultos homófobos los profirió en un perfecto español. Todavía convaleciente y sin poder trabajar, Irene saca fuerzas para responder a los intolerantes: «Aunque me haya pasado esto, con miedo no voy a vivir».
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