LAPISABIEN
El sabio de Madrid
Los sabios de Madrid, como antiguamente los serenos, están por nuestras cuatro esquinas cotidianas para prestar un servicio. La pregunta es cuál
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Iniciar sesiónEl sabio de Madrid lleva siempre una carpeta azul que viene de lugares ignotos y vuelve a esos mismos lugares. El sabio de Madrid hubo de ser, en tiempos, jefe de servicio en un ministerio. Cuando habla, pontifica. Son sus gafas de sol ... de ésas de mil dioptrías, y habla con un acento indeterminado. Lo curioso es la libretilla que lleva al pecho, con un vaivén de asuntos pendientes a años, ya, de su jubilación pretérita. Sabe de todo, y de todo opina en este ágora de los bares donde aún entra el aire más o menos sano. Rodal de sudor en la camisa, una pluma a juego para esa misma libretilla, y toda su sapiencia en el periódico gratuito que lee absorto como otros leen el Corán.
Raya la impertinencia. Y debe ensayar su discurso antes de salir a la calle a eso: a meterse en las tascas del café al chupito de lo que llaman el 'todo Madrid'. Piensen en él, que es lo que Madrid exporta. Luego, eso sí, consejos a porrillo que nadie le pidió y que nadie obedece. En los barrios por donde pasa, se cambian de acera si pueden. Pero pasea como paseaba Sócrates, aunque 'solateras'. A veces saca al perro, que tampoco está para campeonatos caninos la criatura. Los dos no hacen ni buena ni mala pareja, pero así va pasando el sabio madrileño el día.
Lleva el callejero metido en el cerebelo, y si le dejan reconstruye el asesinato de Canalejas con un servilletero. Reniega del casticismo, que el piso en Torremolinos y los años de lecturas variopintas lo convierten en eso mismo. En un sabio cosmopolita. Rojea, en el fondo rojea, y a la chavalería -hoy aristócrata- de la izquierda que iba a tomar el Cielo la sigue defendiendo. A veces aparece con un libro de Chomsky que saca, con parsimonia teatral, de la bolsa ecológica y parda de una librería de 'su cuerda'. Librería donde el sabio debe dar la turra en días alternos. Y ya en la Feria del Libro , no digamos. Que allí también se lleva al perro y en el bolsón le cabe un gazpacho de Antropología, biografías de Sissi y de Lenin , y algo de ensayo para recargar sus balas dialécticas contra el pobre Madrid oyente.
Los sabios de Madrid, como antiguamente los serenos, están por nuestras cuatro esquinas cotidianas para prestar un servicio. Lo triste es que no sabemos qué servicio nos puede prestar una Enciclopedia Británica con verborrea y que se repite, en el centro, de barrio en barrio. De barra en barra.
En otra época hubiera sido 'maestroescuela'. Pero vio, llegó, opositó y venció. Y aquí andamos pagándole la pensión para que nos ilustre de que Carrillo no era el demonio.
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