Franceses muy madrileños

Residentes en la capital desde hace años critican las juergas, pero también se compadecen de los que quieren escapar de un año de encierro

Joelle, de 40 años, volverá a Alsacia para Semana Santa ISABEL PERMUY / Vídeo: EUROPAPRESS

El corazón de Laura Loiseau (París, 55 años) está partido en dos. Una mitad pertenece a Madrid, donde aterrizó hace ya 28 años y fundó su propia agencia de comunicación. El otro pedazo no olvida París, ahora asfixiada por estrictas restricciones para frenar el avance ... del Covid-19, una ciudad de la que escapan sus compatriotas en busca del ocio allí prohibido. La noche del jueves, en una cita de trabajo con dos restaurantes de la plaza de Santa Ana, comprobó el éxodo que ha copado tantos titulares. «Esto me cabrea un poco, ver a grupos desatados» , reconoce, mientras sus clientes dan las gracias a diario por la apertura de sus negocios. La razón de Loiseau también está dividida.

Los franceses que residen en Madrid desde hace años tienen sentimientos encontrados sobre la reciente 'invasión' gala. El rechazo a las juergas que han protagonizado los visitantes a lo largo de las últimas semanas se une a la compasión por familiares y amigos que cumplen un largo año de encierro. «En realidad, la gente que está viniendo es gente joven. Entiendo su emoción, lo viví yo», dice Loiseau. Ella se enamoró de una urbe abierta, de sus callejuelas céntricas, de terrazas al sol, hosteleros amables y tapas generosas. «En Francia están de mal humor, te sirven cerveza caliente y ni un pincho» , resume. Desde que estalló la crisis sanitaria, ni eso.

Loiseau, madre de dos veinteañeras y vecina de El Retiro ISABEL PERMUY

Loiseau, madre de dos veinteañeras y vecina de El Retiro, se solidariza con la huida hacia el sur de los jóvenes franceses, según ella, «al borde del suicidio y del colapso». Solo los colegios están abiertos y los universitarios continúan su educación a distancia. «Mis hijas tienen amigos que han venido a teletrabajar y han cogido un piso entre varios. El coste de vida en París es altísimo y en lugar de estar confinados en 8 metros cuadrados se vienen aquí donde les cuesta lo mismo compartir un piso en el centro », cuenta. Familiarizada con el mundo de las redes sociales en el que bucean sus hijas, no para de ver «fotos chulísimas en Instagram de sangría, paella, cervezas, tapas...».

Pero el desfogue de los estudiantes ha agotado la paciencia de los gatos. Las centenares de fiestas ilegales que desmantela la Policía Municipal cada fin de semana y en las que participan extranjeros ha desatado la indignación entre varias asociaciones vecinales, que exigen un mayor control de los pisos turísticos. Loiseau coincide: «No se tienen que quejar tanto de los franceses que vienen, sino de los propietarios. Hay muchísima gente aprovechándose de la situación y alquilando sus casas, ¡unas casas! Ahí detrás de Gran Vía, y se montan unas fiestas, claro, son gente de 20 y 25 años...».

'Gente normal'

Pero de noche no todos los gatos son pardos ni todos los franceses fiesteros. «Todo el trato que he tenido ha sido con gente estupendísima que viene para un fin de semana, para respirar un poco», asevera el dueño de un par de tiendas en la capital, que se mudó de su pueblo natal en la Costa Azul hace 15 años y prefiere mantener el anonimato. Encantado de hablar con la clientela en su lengua materna, en las últimas tres semanas ha recibido a muchos jubilados y turistas de mediana edad interesados en la cultura. «Ha habido una primera fase de estudiantes y ahora que ven que Madrid es seguro viene 'gente normal'», ríe por su expresión. Siempre escucha el mismo comentario: «Aunque Madrid tenga más o menos los mismos casos que París, hay un sentimiento de vivir».

La incidencia acumulada de la Comunidad se sitúa en 224,1 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días. Es la tercera región de España con mayor número de contagios -por detrás de Ceuta y Melilla- y se encuentra en «riesgo alto« según el 'semáforo' del Ministerio de Sanidad. Sin embargo, hace meses que Madrid es la capital europea con las restricciones más laxas.

El empresario reservado describe en una palabra la política del Gobierno regional: «maravillosa». Sus suegros viven en París y allí domina la impresión de que la pandemia es eterna. «Aparte del aspecto sanitario, que es incuestionable, el impacto en el ánimo es muy potente. Es un hecho que nos podemos morir de Covid, pero también de la ruina, depresión... », considera.

Olivia, a las puertas del Liceo Francés ISABEL PERMUY

El comportamiento de los turistas se ha colado en la Asamblea regional. La candidata de Más Madrid, Mónica García, criticó a la presidenta Isabel Díaz Ayuso que había convertido la ciudad en el «after de Europa» e imán del «turismo de borrachera» . La Embajada de Francia en España se defendió del señalamiento en su cuenta de Twitter: «No hace falta ni alcohol ni alfombra roja... Como a todos los europeos, a las 'hordas' de franceses siempre nos gustarán Madrid y España».

Para Stephane Vojetta, representante de los padres y madres del Liceo Francés y vinculado al entorno de la embajada, se trata de un «problema de percepción». Además de los 30.000 franceses registrados en el consulado, otros 20.000 (no registrados y también estudiantes) residen en la región . «Cuando escuchas hablar francés en la calle es muy probable que vivan aquí, los franceses son un componente importante de la Comunidad de Madrid», asevera Vojetta.

Los céntricos bares no son los únicos lugares donde es sencillo dar con franceses. A las cinco de la tarde, decenas se arremolinan a las puertas del Liceo Francés, donde estudian 4.000 alumnos . Olivia es una de las madres que espera a su hija mayor. «¿Qué me parece que vengan aquí? Que igual haría lo mismo. Sus opciones de ocio son nulas», confiesa esta mujer de 43 años y madrileña desde hace 20. Añade, además, que la Seguridad Social francesa cubre el coste de las PCR requeridas para viajar y «solo tienen que financiar el billete». «Antes de criticar que la gente quiera disfrutar de la vida, que pongan un poco en marcha las vacunas y que hagan que se cumplan las normas», apunta Joelle, de 40 años. Como Olivia, tiene los ojos azules y un perenne acento francés tras 15 años en la capital. Esta Semana Santa regresará a Alsacia, pero los planes vacacionales se quedarán en Madrid.

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