Filomena devasta El Pardo: «El monte está roto»
Las heridas de la nevada plagan el bosque mediterráneo más importante de la región, que depende de Patrimonio Nacional
Filomena ha transformado una cuidada hilera de árboles a las afueras del Palacio del Pardo en una fila de troncos desnudos y amputados. Los restos podados se concentran en pequeños cúmulos y en la zona ajardinada luce un precinto. No obstante, más allá ... de estos esqueletos de corteza plateada, los alrededores de la residencia real parecen haber salido indemnes de los estragos de la gran nevada. Apenas es un engaño. «El monte está roto, está todo destrozado», adelanta la encargada de un supermercado orgánico en el centro del pueblo.
El trayecto hasta El Pardo a través de las dos carreteras que lo conectan con la capital, la M-612 y la M-605, está plagado de pistas de la catástrofe. Los árboles que se mantienen en pie en los flancos de la calzada ofrecen una peligrosa reverencia. La carretera de Fuencarral estuvo cortada un par de días después de que un tronco se derrumbara sobre el asfalto, según cuenta un vecino. Hasta donde alcanza la vista, las explanadas de pinos piñoneros están plagadas de heridas. La madera más clara de los puntos cercenados contrasta con los troncos oscuros. Algunos se inclinan hasta que sus puntiagudas hojas tocan el suelo. Otros cortes son limpios.
El monte de El Pardo, el bosque mediterráneo más importante de la Comunidad de Madrid, es ahora un cementerio con sepulturas de madera caída. Centenares de círculos de desechos vegetales apilados por los operarios de Patrimonio Nacional, el organismo estatal que se encarga de su gestión.
16.000 hectáreas dañadas
Sin embargo, los daños visibles desde los barrios de El Pardo y Mingorrubio apenas son un retazo del rostro del monte; alrededor de 15.100 hectáreas, más del 90 por ciento del terreno, están cercadas y restringidas al paso. Todavía no hay datos del alcance del desastre: este diario ha solicitado la información a Patrimonio Nacional y no ha obtenido respuesta.
El bosque y los barrios pertenecen al distrito de Fuencarral-El Pardo, el más extenso de los 21 que dividen la capital, aunque no el más poblado. Las competencias de limpieza del Ayuntamiento de Madrid se limitan a una pequeña parte. En las áreas residenciales lo saben bien. «Lo hemos limpiado nosotros», asevera el dueño de La Montaña, Juan José Lordén. Su restaurante de asados castellanos –también es propietario de El Gamo, que fundó su padre en los años 80– sufrió las consecuencias del temporal.
«Te lo voy a enseñar», dice Juan José, y saca rápidamente su móvil. Un vídeo muestra los 40 centímetros de nieve que cayeron sobre la terraza del local el pasado 8 de enero. El toldo se desmoronó y ahora ha sido reemplazado por un techo fijo. «Estamos peleando con el seguro para que lo cubra», apunta. Juan José mantuvo el restaurante cerrado cuatro días, aunque la clientela tardó algo más en llegar, hasta que la movilidad recuperó la normalidad. «Ha sido el remate de la pandemia», lamenta.
Como en el resto de la capital, los habitantes de El Pardo sacaron las palas a la calle para despejar la nieve y el hielo. El parque donde se ubica La Montaña ya está abierto, no obstante, como el resto de la zona, aún enseña los desperfectos y ramas que faltan por recoger. La escena empeora más cerca de la naturaleza.
Al mediodía, en la senda fluvial del Manzanares, una de las áreas recreativas de El Pardo, cuatro mujeres regresan al aparcamiento tras pasear un carrito de bebé junto al río. «Donde vivimos está mucho peor, puede ser porque los árboles en la naturaleza tienen las raíces más profundas», opina la abuela. Sea cierto o no, gruesas sujeciones de metal sostienen algunos ejemplares del camino. Salvo un cisne blanco que limpia sus plumas en una orilla, el cauce y sus alrededores están desiertos.