Lo antiguo no prescribe en Madrid: se reinventa o sobrevive
Días atrás, los anticuarios de referencia de la capital se reunieron en Feriarte para despedir la parálisis de la pandemia, mientras otros negocios de toda la vida, cajones de sastre únicos, subsisten sin acudir al certamen
El local de Calvente Antigüedades, en Chamberí
Han pasado ya unos años desde que Enrique Calvente no hace una buena venta. De esas de las de antes, de aquella época en que sus clientes frecuentaban el anticuario y curioseaban entre sus objetos únicos, piezas de arte europeo y oriental. «En líneas ... generales, todo va mal», es una de las primeras frases que suelta este comerciante de 68 años, después de pasar 37 al frente de Calvente Antigüedades , una puerta al pasado en el barrio de Chamberí. «La gente piensa que nos sobra el dinero, que somos millonarios, pero es un negocio como otro cualquiera, donde a final de mes tienes que pagar la luz», resume. La bofetada de la pandemia lo ha confirmado.
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En la tercera semana de noviembre culminó Feriarte , el certamen de galerías de arte y anticuarios más importante del país, que se retomó en Ifema después de un año de parón por la crisis sanitaria. Calvente hace años que no va. Tampoco Beatriz y Elena Rolle , las hermanas que, tras unas gruesas puertas de madera oscura, en el interior de un local del siglo XIX, son ya la cuarta generación de anticuarios en un rincón del barrio de Las Letras. Sus padres participaron en la primera edición de Feriarte, cuando ni siquiera se llamaba así, y ellas dejaron de ir en 2008. «Como todos los negocios que han sobrevivido a tanto tiempo de confinamiento y a la paralización de la economía, hemos tenido que tirar de ahorros, motivar al cliente con ofertas y adaptarnos a las nuevas necesidades», cuentan sobre el último año y medio.
«Soy un profesional de la antigua usanza, de tratar con el cliente, de hablar de la pieza», reconoce Enrique Calvente, de 68 años, dueño de Calvente Antigüedades
A la 44ª edición de Feriarte han acudido 16.000 visitantes, un millar menos que en noviembre de 2019, y 60 expositores, veinte menos. Sin embargo, la feria ha continuado la tendencia al alza de los últimos años, con cerca de 3.000 piezas vendidas, 900 más que hace dos años . «La calidad de obra este año ha sido muy importante, [las marcas] han venido con su artillería», valora la directora de Feriarte, Ana Rodríguez. Pero otros han medido el pulso de forma distinta. «El sector está en la ruina», zanja el presidente de la Asociación de Anticuarios de Madrid, Pedro Sánchez, también dueño del negocio que fundaron sus abuelos en los años 20 en la Ribera de Curtidores, arteria principal del Rastro madrileño.
La brecha digital
La brecha que divide a los templos de la recuperación y la restauración es digital. Algunos se quedan fuera de Feriarte, y también fuera del radar, sin página web ni venta ‘online’ . «Soy un profesional de la antigua usanza, de tratar con el cliente, de hablar de la pieza... No la frialdad del ordenador», comenta Calvente. En su local, en la calle de Ríos Rosas, se suceden vitrinas y pasillos con más de un millar de objetos, desde grandes crucifijos de madera con filigranas plateadas hasta brillantes jarrones donde posan mujeres chinas.
Atrás quedaron los buenos tiempos. «Ahora no podemos comprar porque no se vende y porque no tenemos liquidez», asevera Calvente. Al menos, no tiene problemas de inventario. El 80% procede de casas privadas : cuando alguien fallece, sus herederos le avisan y él rastrea el domicilio en busca de artículos especiales . A veces pasa un par de semanas sin una sola venta. Calvente sigue por «amor a la profesión» y porque, como autónomo, tiene decidido que algún día se embarcará en la jubilación parcial.
La galería Beatriz Bálgoma aúna antigüedades y arte contemporáneo
Los padres de Beatriz Bálgoma inauguraron su anticuario en la calle del Prado, donde hace tres décadas se concentraban estos locales. Con el tiempo, el sector se desplazó al barrio de Salamanca , y también Bálgoma, que tras estar en las calles de Ayala y Velázquez, ahora se enorgullece de su espacio en una primera planta con tres balcones que dan a Castelló, 48. «Es un mundo en el que hay que reinventarse continuamente», dice Bálgoma, de 55 años, que decidió darle un giro al negocio de sus padres y fusionarlo con una galería de arte contemporáneo. Su hija María, arquitecta de 26 años, se encarga de la parte más vanguardista del negocio: página web, redes sociales, captación de artistas jóvenes.
Junto a Marita Segovia, la galería Bernat, Serrano Anticuarios 1945 y Theotokopoulos, Beatriz Bálgoma es una de las marcas de referencia de la ciudad y expositoras habituales de Feriarte. Este año, por primera vez, han vendido más antigüedades que arte , entre ellas, unas sillas de los años 50 y unas butacas francesas del siglo XVIII. «Nuestro sector no se ha visto tan afectado, la gente ha vivido tanto la casa [a raíz del confinamiento] que quiere tenerla bien», sostiene Bálgoma. Las antigüedades han pasado por muchísimas tendencias, del mueble inglés al francés, al sueco, al italiano... Y Bálgoma ha viajado por el Viejo Continente a la caza de recuerdos de otras épocas. Unos evolucionan, otros perduran y lo antiguo sigue vigente.