Cartas al alcalde
El ferragosto
Madrid, con calor africano, está rebosante de nadie en atasco sin tráfico, como una ensoñación del propio Madrid
Una mujer se protege del sol con una sombrilla mientras pasea cerca de Madrid Río
El calor hace populoso Madrid, alcalde, aunque en Madrid sólo quedemos cuatro desesperados sin vacación, más las chicas del relevo de cada famosa presentadora de la tele, que viven todas como al fresco de heladería de los platós. Populoso y estupefaciente. Quiero decir ... que Madrid, con el calor africano, está rebosante de nadie, en atasco sin tráfico, como una ensoñación del propio Madrid.
Igual le va a parecer a usted fácil, o demasiado a mano, este tema del calor, hoy, pero lo es y no lo es, sobre todo, porque el calor es asunto poco literario, un desmayo del compás de la ciudad, un clima de poca noticia, o ninguna. De modo que escribir del calor es hacerle un retrato a la nada, o al susto. Es una estampa de Madrid que no sale nunca en las estampas.
El calor nos recluye, y la ciudad está llena de recluidos, que más bien no vemos. El calor es un éxtasis del ralentí , y uno entiende que este Madrid africano es otro Madrid del que también ha de ocuparse la crónica, que le coge muy bien la postura a los temas invernales, Navidad incluida, y no tanto a las tardes del ferragosto cruel, que es en el que estamos.
Es insólito este Madrid de temperatura ardiente, y con mascarilla, que ahora ejerce de tostón de prenda de abrigo. Vamos acostumbrándonos, o casi, a circunstancias nunca pensadas, como un verano duro de calor en Madrid, pero con mascarilla, que es el pasamontañas del agosto del Covid. Alguna vez hemos escrito aquí que Ramón Gómez de la Serna saludaba en el mes de agosto el mejor mes de Madrid. Uno lo comparte, pero sin pasarse, porque este agosto aúpa una tortura, salvo las noches, que traen un trópico de calendario parado a las terrazas del Madrid de los Austrias, donde trasnochan antes de las doce las valquirias de ‘piercing’ y otras turistas que igual vienen de Segovia.
Podría uno hacer la epístola donde reunir los tópicos del estío madrileño, desde la piscina municipal a las terrazas de firmamento, o el Retiro, pero prefiero ir directo a cumplir la postal del Madrid sonámbulo y sin nadie del verano, alcalde, que es el Madrid que nunca sale en una foto. Porque eso es este texto, una postal, alcalde, la postal inversa donde no hay castañeras, como en Navidad, sino una chica en biquini, al fondo, que pudiera estar solitaria de toalla en el Parque del Oeste, cuando la ciudad sueña que atardece.
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