Abandono y riesgo de okupación en las villas históricas de Arturo Soria

Solo medio centenar de las casas originales proyectadas por el urbanista a principios del siglo XX sobreviven a la piqueta. Algunas de las que aún perduran, vacías y en desuso, presentan un aspecto tétrico desde hace años

Villa Menchu, en María Lombillo, 1, precintada por la Policía IGNACIO GIL

En el número 1 de la calle de María Lombillo hace tiempo que las paredes vigilan de puertas para afuera. Al menos desde hace un año y medio, justo en los albores del confinamiento, cuando los vecinos de uno de los últimos palacetes que aún ... perduran en la zona de Arturo Soria comenzaron a advertir la presencia de grupos de okupas en sus inmediaciones. El alarmante tránsito llegó a ser tal que una noche la Policía se vio obligada a desalojar a una decena de personas. La caída de las restricciones más duras tampoco ayudó a apaciguar el problema. «Hasta el pasado fin de semana seguía entrando gente a dormir», advierten Basilio y Mercedes, asentados en la vivienda de enfrente a la citada parcela. La semana anterior, sin ir más lejos, los usurpadores ‘visitaron’ la propiedad hasta en cinco ocasiones, si bien todos los intentos de allanamiento fueron abortados por los agentes.

Cuatro días después de la más reciente de las incursiones, Villa Menchu continúa desprotegida. Un candado en la puerta de la verja, colocado por los propios residentes, y dos precintos policiales son los únicos elementos de seguridad que preservan el enclave. Del resto de la custodia ya se encargan los vecinos. No les queda otra. «La casa está en observación permanente», comenta el matrimonio más próximo. Este periódico es testigo de una de esas vigilancias ‘improvisadas’. Un joven camina lento, mira de reojo a la valla y hace lo propio al pequeño corrillo de personas que charlan sobre la casa. «Este sitio es un manjar», reconoce con desgana, antes de perderse calle abajo.

La preocupante situación de Villa Menchu es el último ejemplo del ocaso urbanístico de Arturo Soria (1844-1920), precursor de la primera Ciudad Jardín española, un concepto único y pionero en la historia de la urbe. Un siglo después de la fundación de la Ciudad Lineal (denominada así por su trazado en cuadrículas), apenas quedan medio centenar de las obras proyectadas por el ilustre urbanista, nombrado en enero de este año Hijo Predilecto de Madrid. «Contabilizamos unas 50 propiedades, la mayoría materializadas por la Compañía Madrileña de Urbanización (CMU) –constituida por el propio Arturo Soria–, y otras posteriores a su muerte que respetaban la fisonomía original», explica su tataranieta, Cristina Keller, al frente de la asociación cultural Legado Arturo Soria.

Dentro de los históricos inmuebles, hay que diferenciar hasta tres tipologías: casas obreras, burguesas y las villas u hoteles de lujo. «La CMU llegó a facilitar la venta a plazos para que las familias trabajadoras pudieran acceder a la compra en propiedad, en una época marcada por el fuerte éxodo rural y el crecimiento desproporcionado de las ciudades más industriales», añade Keller, consciente de que el modelo de Arturo Soria, revolucionario en su día por su conexión con la naturaleza y la inclusión de todas las clases sociales, está hoy más vigente que nunca: «La sostenibilidad cada vez se extiende más, por eso no entendemos la dejadez que presenta un espacio repleto de árboles centenarios y extensos jardines».

'Cementerio' de fincas

El abandono de algunas de estas propiedades es otra de las grandes controversias que asuelan el área de Arturo Soria, convertida en un creciente ‘cementerio’ de villas, como paso previo a la irrupción de la piqueta. En la calle de Zacarías Homs, 5, los obreros trabajan en el solar donde hace un año se erigía Villa Reus, destruida en mayo del año pasado. A dos calles de allí, en Manuel Marañón, 4, la inmobiliaria de lujo Engel & Völkers levanta actualmente una nueva promoción de viviendas exclusivas.

Construcción original tapiada, en la calle de Arturo Soria, 188 IGNACIO GIL

En Arturo Soria, 188, una puerta tapiada con el mismo hormigón del muro perimetral de otra de las villas saluda a los viandantes. «Lleva mucho tiempo así», comenta un morador, nada más salir de la farmacia colindante. Dentro del establecimiento, las dos farmacéuticas recuerdan que en 2012 sí que hubo un problema de okupación. «Y el año pasado, se nos inundó el local debido a una bolsa de agua que se formó en la parcela», inciden, sin saber realmente el por qué de la penosa coyuntura. Lo cierto es que la singular edificación se mantiene en pie, desprovista de tejado y bajo una fachada tétrica.

«Cuando se tira una villa, no solo se pierde la construcción», apunta la impulsora de Legado Arturo Soria, disgustada por la pérdida del patrimonio arbóreo y otras incongruencias como la falta de espacio entre bloques y el mayor número de alturas respecto al resto de terrenos colindantes. Desde el área de Desarrollo Urbano del Ayuntamiento señalan que ya se han iniciado los trabajos de «revisión del catálogo de bienes y edificios protegidos para incluir arquitectura industrial y contemporánea». A partir de ahí, serán los expertos de patrimonio los que decidan si presentan o no valor arquitectónico. No obstante, recuerdan en el Consistorio, «el catálogo no protege elementos construidos por personas concretas o que posean un valor inmaterial». Este análisis correspondería a la Comunidad de Madrid.

La última cifra manejada por la asociación cultural habla de que cien años atrás llegaron a vivir 4.000 personas en la ciudad lineal de Arturo Soria. Ahora, con el conglomerado de bloques originales reducido a niveles drásticos, asusta el efecto llamada de las acciones ilícitas que puedan generarse en los espacios más abandonados. En Villa Menchu, desprovista de cualquier protección municipal, los vecinos denuncian el incremento de robos y trapicheo a muy poca distancia de un colegio y una guardería.

Por ello, piden a las autoridades la intervención urgente para que sea transformada en un punto de referencia del distrito. «Hay grupos con guía que se paran frente a la verja», reconocen, para dar cuenta de su importancia cultural. La propiedad, sin embargo, está en manos de una entidad bancaria.

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