Rueda ve a la oposición en Galicia como parte de «la orquesta del Titanic» que se hunde con Sánchez

Madrid ha estado este miércoles muy presente en Santiago de Compostela. Las dos citas de este fin de semana de los dos grandes partidos estatales, el congreso del PP y el comité federal del PSOE, marcaron la sesión de control al gobierno autonómico en el Parlamento gallego. Unos y otros buscaron argumentos dentro de la M-30 para sacudirse dialécticamente en Galicia. Lo hizo Rueda, con entusiasmo, para arremeter contra el líder de los socialistas gallegos, primero, y contra la portavoz nacional del BNG, después.

A José Ramón Gómez Besteiro, el presidente de la Xunta le acusó de comportarse como una mera «correa de transmisión de Ferraz». Y, sin citarlo directamente, comparó la actitud de Besteiro, respecto a las crisis que azotan al PSOE de Sánchez, con la del presidente socialista de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, muy crítico con su líder en el comité federal. García-Page hizo, a juicio de Rueda, hizo «un ejercicio de valentía», mientras el líder de los socialistas gallegos miraba, «aplaudía y callaba».

Rueda se explayó en sus habituales comparaciones entre el 'sentidiño' que insiste reina en Galicia y el caos de La Moncloa y Ferraz. Aunque esta vez no pronunció esa palabra tan repetida, sino que tiró de otra fórmula, prensa mediante: «Cuando empieza la semana, aquí los periodistas están pendientes de lo que sale del Consello de la Xunta. En Madrid, con Sánchez, están pendientes del próximo caso de corrupción que va a salir del Gobierno».

El presidente de la Xunta también miró hacia Madrid para enviar otro recado al Gobierno central con Besteiro como mensajero. «Dígale a Madrid que aquí los servicios públicos funcionan». Y enumeró una serie de logros que, a su juicio, demuestran el buen hacer del ejecutivo autonómico que él encabeza. «Galicia funciona, y la gente lo confirma cada vez que hay elecciones», añadió Rueda, reclamando a Sánchez, otra vez, que convoque a las urnas «porque todos los españoles tienen derecho también a decir su opinión»

La carta de Madrid también la sacó Rueda con el BNG. Fue a propósito de su condición de socio del PSOE, un título más simbólico que práctico, pues numéricamente el único diputado del Bloque en el Congreso es irrelevante. Los nacionalistas gallegos son «tan bravos aquí» –dijo Rueda sobre sus aspavientos al oeste del Padornelo–, pero «tan mansos en Madrid». Y Rueda echó en cara a Pontón, portavoz nacional del BNG, que no suelte amarras con un PSOE cercado por los casos de corrupción. Porque, a juicio del líder del PPdeG, más allá de aplaudir mientras el barco de los socialistas se hunde, el BNG «forma parte» de esa misma «orquesta del Titanic», que, estando a la deriva, se empeña en seguir tocando.

Besteiro también puso el retrovisor, en su caso no sólo para mirar a Madrid, sino para retroceder varios lustros hasta el PP de José María Aznar. Después de decir que Rueda «empieza a dar miedo como presidente», el líder de los socialistas gallegos acusó al presidente de la Xunta de tomar como «referente», por ejemplo, la «burbuja inmobiliaria» de Aznar y Rato. Y también –otra vez con un ojo en Madrid–, de «abrazarse» a Vox en materia de inmigración. «Sólo le falta uno para el póker de ases: que en materia de emergencias sigan la política de Mazón». En este último caso, al menos, se apuntaba a Valencia y no a Madrid.

Porque Madrid tampoco faltó en el careo de Rueda y Pontón, aunque con menos intensidad que en el duelo dialéctico del presidente de la Xunta con Besteiro. La líder nacionalista insistió en la «deriva antidemocrática» de la Xunta. Y pidió a Rueda que abandone «la censura» y el «control ideológico» en los centros de salud, colegios o en la radio y televisión públicas. Sobre esto último, y tras la reciente elección de Concepción Pombo como directora general de la nueva Corporación de Servizos Audiovisuais de Galicia, Rueda afeó al BNG que vayan a «por una profesional» sólo porque «no es de su cuerda». Fue una de las pocas ocasiones de la sesión de control en la que no se miró a Madrid de reojo.