El garabato del Torreón
Uno o dos milagros
La Sociedad Filarmónica Lucense, después de casi ochenta años, sigue viva y coleando en este yermo municipal de antipatías melódicas y tirrias armónicas
Desde hace más de medio siglo, cuando esplende Corpus, la ciudad de Lugo –timbra su heráldica con lema eucarístico– se erige en capital musical de Galicia. 'Hoc hic mysterium musicae firmiter profitemur'. Y al timbre, quizá, el laurel de Montes, aquel pino plantado en un ... tiesto que Celestino F. de la Vega pudo decir de sí mismo pero prefirió decir de otros.
En efecto, hay que creer firmemente en ese misterio, amar incondicionalmente tal 'aire sonoro' (lo dijo Busoni, el gran pianista y compositor italiano), para sacar adelante, año tras año, sin desmayo, sin abatimiento y casi sin dinero, un ciclo de diez o doce conciertos de primer orden, tanto o más que los nombres que lo jalonan: la OCNE , Zabaleta, Jörg Demus, Iturbi, Pogorelich, Teresa Berganza, Caballé, Lorengar, la Filarmónica de Liverpool…
Nombres mayúsculos, alternándose con los intérpretes y compositores gallegos de primer rango. Todo ello, en una ciudad sin auditorio que merezca tal nombre y con unos gobernantes cuya irreductible melofobia (abramos un paréntesis que salve a un par de excepciones) les ha llevado al deliberado exterminio de toda contingencia musical: desde la calculada aniquilación de la más que centenaria Banda Municipal al drástico recorte de ayudas a coros e intérpretes locales, antaño socorridos con limosnas cicateras y hogaño despachados con cajas destempladas.
Y sin embargo, en este abominable escenario se produce cada año el milagro de la música. No es un milagro de orden celestial sino terrícola y secular. De los de ver (o más bien oír) para creer.
Su artífice no es entidad religiosa sino laica. Se llama Sociedad Filarmónica Lucense. Que después de casi ochenta años siga viva y coleando en este erial de aversiones polifónicas y filarmónicas, en este yermo municipal de antipatías melódicas y tirrias armónicas, también es un milagro.