Antonio Izquierdo: «La inmigración no ha rejuvenecido la pirámide demográfica de ningún país»
El experto en flujos migratorios desmiente mitos e insta a reflexionar sobre el papel de los «olvidados», que viven y trabajan pero no votan
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El catedrático de Sociología, investigador y escritor, Antonio Izquierdo Escribano
La inmigración se ha convertido, desde hace años, uno de los principales problemas de España según los barómetros del CIS. Junto a la vivienda o los problemas económicos, llegando a ser el primero según los encuestados en 2024, en plena crisis por la saturación de ... los centros de acogida en Canarias y Melilla. Un asunto que «divide» y que se sitúa en el «centro del debate político», como explica Antonio Izquierdo Escribano, doctor y catedrático de Sociología en la Universidade da Coruña, con una dilatada experiencia en investigaciones sobre migraciones que lo llevó a ser el representante de España en la OCDE de 1989 a 2008 en calidad de experto en migraciones. El profesor y también escritor escapa de los lugares comunes y ofrece una visión clara y contundente del fenómeno migratorio en España: «No hay ni un solo país del mundo, de los desarrollados, que haya rejuvenecido su pirámide demográfica gracias a la inmigración».
«Alemania sigue envejeciendo, Francia sigue envejeciendo, Argentina sigue envejeciendo... para que esto no sucediera, en términos técnicos, necesitaríamos recibir flujos muy cuantiosos, como los que estamos recibiendo ahora, pero durante 30 o 40 años seguidos. Y eso no va a pasar, no hay país que soporte flujos como los que estamos teniendo durante tanto tiempo», explica el catedrático, que a través de datos, muestra cómo el índice sintético de fertilidad –hijos por mujer– de los inmigrantes tiende a igualarse al de población nativa según los datos de las últimas dos décadas.
«Que tienen un aporte positivo en muchas cosas, por ejemplo, en la composición de la población económicamente activa, sin ninguna duda. Ahora, ¿que eso va a servir para sostener el sistema de pensiones? Pues no», asevera Izquierdo. El experto en demografía subraya que lo que necesita el sistema para ser sostenible son «más cotizantes», porque, «si tenemos muchos inmigrantes que no cotizan, porque están en la irregularidad o con salarios muy bajos, el sistema de pensiones no se beneficia de ello».
Izquierdo explica que no son precisamente los más pobres los que migran a las principales economías europeas. «Emigran las clases medias, los que pueden sortear los obstáculos para llegar al país, y para ello hacen falta recursos intelectuales y materiales», incide el catedrático. Sin embargo, son pocos los que consiguen mantenerse como clases medias en los que países a los que migran. «Vienen a Europa a desclasarse», pero la realidad es que, ya sea por trámites relativos a la regulación o por las dificultades para homologar su formación, la gran mayoría se ven abocados a trabajos de menor cualificación, lo que inevitablemente incide en la cantidad de hijos que tienen.
Crecimiento económico
«Lo que tenemos que atraer es gente cualificada y con experiencia y con títulos educativos, y para eso hacen falta sistemas educativos, sistemas de vivienda, sistemas de trabajo que propicien la movilidad social», añade el sociólogo. Porque cuando no se producen esas condiciones, la inmigración cae y aquellos con más posibilidades buscan oportunidades fuera del país. «Igual que nosotros, claro. La inmigración no se despeña, no se tira por barrancos», subraya.
No hay que salir de España para comprobar este fenómeno. Un simple vistazo a los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) muestra cómo la cantidad de personas que inmigraron a España aumentó considerablemente durante el periodo de la burbuja inmobiliaria, con el aumento de los salarios, pero muchos de ellos volvieron y los flujos se redujeron con la misma intensidad tras el pinchazo y la crisis que lo sucedió. No fue hasta 2018 cuando se volvió a alcanzar el umbral de los 300.000 inmigrantes por semestre que registraba el país hasta 2008.
De la misma forma, el crecimiento económico de los últimos años tras los shocks de la pandemia y de la invasión de Ucrania provocó que la inmigración volviese a aumentar claramente. Los últimos datos del INE, correspondientes al segundo trimestre de 2022 (provisionales), estiman la llegada de 479.000 personas a España, el récord de la serie histórica.
Unos flujos migratorios que se concentran en las principales ciudades y núcleos urbanos, como Madrid, Barcelona o Valencia. Los motores económicos y de crecimiento que continúan absorbiendo población, nativa y extranjera, mientras la denominada 'España vaciada' se queda desierta. Un fenómeno no exento de retos, reconoce Izquierdo, más aún teniendo en cuenta la rapidez con la que se ha producido.
Por lo tanto, si España se aboca a un escenario de mayor presión fiscal para mantener el actual modelo público de pensiones, los inmigrantes buscarán otros lugares con mayor dinamismo económico, tal y como ha ocurrido en la historia reciente, tanto en nuestro país como en el resto de mundo.
Los que no son preguntados
Más allá de cifras o grados de cualificación, para el catedrático en Sociología, lo fundamental es plantearse qué lugar queremos que tenga la inmigración en nuestra sociedad. Un discurso que no casa con los tiempos ni las formas de la política, como muestran las constantes reformas de la ley de extranjería, sin abordar un debate en profundidad en el que todas las sensibilidades sean partícipes.
Todo ello sin tener en cuenta la opinión de los propios inmigrantes, como denotan la falta de encuestas y datos al respecto. El sociólogo pone como ejemplo la Encuesta Nacional de Inmigrantes (ENI), sin actualizar desde 2007, o la falta de información relativa a la situación de los extranjeros durante la pandemia de Covid-19.
«Porque eso cuesto dinero, la investigación cuesta dinero si se hace bien. Y ellos son los que nunca opinan, los que son ignorados por las encuestas, los que no votan», asevera Izquierdo. «Las muestras del CIS solo se hacen para los que tienen nacionalidad española, además de una muestra del 5,5% del total relativo a los naturalizados –los extranjeros que obtienen la nacionalidad–, y eso es todo lo que se hace», añade.
Unas carencias a las que acompaña el modelo migratorio español, donde la falta de medios humanos y económicos desemboca en problemas derivados de la improvisación. De esta forma, se producen casos como los experimentados recientemente en la comunidad gallega, con la expulsión de inmigrantes trasladados de Canarias por la crisis del verano de 2024, sin garantías ni capacidad para integrarse.
Frente a otros modelos como el alemán, donde se lleva a cabo un proceso reglado, con exigencias como una titulación en el idioma, pero ofreciendo recursos que les permitan trabajar y formarse al mismo tiempo. Por la contra, el modelo español, si bien no tiene la misma capacidad para competir por atraer a inmigrantes cualificados que los de Reino Unido o la propia Alemana, favorece que estas personas cubran los puestos de trabajo menos cualificados y peor remunerados.
«Hay que permitir, como en Alemania, que un inmigrante pueda trabajar legalmente y que exista un compromiso del empresario para que se pueda formar tres o cuatro días de la semana, o por la tardes. Pero eso hay que hacerlo», incide Izquierdo.