España pidió moderación y quitó 1,8 millones de votos a los extremos
Entre PP y PSOE ganaron 4 millones de sufragios, de los que 2,36 millones no procedían de Ciudadanos
El voto exterior refuerza la apuesta de los españoles por las opciones más mesuradas de cada bloque
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Editorial | El electorado pidió moderación
Los cuatro líderes de los principales partidos
La mayoría de españoles que votó el 23J lo hizo reforzando al partido más moderado de su bloque ideológico. Sin Ciudadanos en la ecuación, la suma de PP y PSOE alcanzó los 15,8 millones de votos, con una ganancia de cuatro millones ... de sufragios respecto a las últimas elecciones generales, de los que 2,36 millones no procedieron de la formación naranja sino fundamentalmente de partidos situados en los extremos y, en mucha menor medida, de anteriores abstencionistas que decidieron movilizarse para rebajar el peso de formaciones radicales.
El partido de Alberto Núñez Feijóo se apuntó una subida de más de 3 millones de votos, y el PSOE un alza de casi un millón de sufragios. España votó, por tanto, moderación no solo por el volumen global de papeletas de estos dos grandes partidos sino también por la capacidad que tuvieron para arrebatar votantes al resto de formaciones.
Y es que, en conjunto, Vox, Sumar, ERC, Junts, Bildu, BNG y la CUP perdieron 1,89 millones de votos el 23J respecto a sus resultados de 2019, cuando alcanzaron los 9,38 millones de votos y se quedaron a solo 4,1 millones de sufragios de la suma de PP, PSOE y Ciudadanos (13,48 millones de votos).
En estas elecciones, en cambio, las formaciones situadas en los extremos han obtenido 7,48 millones de papeletas que –siendo un resultado importante– sitúa en 8,3 millones de votos, la distancia que les separa del bipartidismo. El doble que en la última legislatura.
Las únicas excepciones a este retroceso de los extremos han sido EH Bildu y BNG. La formación vasca ganó 55.741 votos y la gallega 31.871. Pero el fuerte retroceso de más de 600.000 votos de Vox y de los partidos que conforman Sumar así como de ERC (más de 400.000) y Junts (más de 100.000 descontando el efecto de su ruptura con PDeCAT), hacen imposible que los pequeños avances de Bildu y BNG permitan hablar de un avance global de los radicalismos o el independentismo. Junto a los extremos, también se arrugan los soberanismos. El ejemplo más evidente es el PNV que perdió casi 110.000 sufragios presentándose solo en las tres provincias vascas y Navarra.
En estos datos no se incluye el voto de los españoles que residen en el exterior, que al cierre de este diario aún seguía recontándose sin existir datos totales oficiales. Pero los resultados provisionales que han ido desvelando los apoderados de las juntas provinciales refuerza esa tendencia de apuesta mayoritaria por PP y PSOE, en detrimento de los extremos. Así, mientras Podemos fue la fuerza más votada por los residentes en el exterior tanto en 2015 como en 2016, Sumar apenas entró en liza con el bipartidismo en el recuento que se inició este viernes y continuó ayer.
El hecho de que los dos grandes partidos sean los únicos que ascienden posiciones con contundencia es toda una oda ciudadana al diálogo y el entendimiento para que el nuevo gobierno sea de carácter moderado. Una alianza que Pedro Sánchez ha disfrazado de imposible pero que es una constante en el Parlamento Europeo y en otros países de la Unión. Así, en lugar de pactar un gobierno sustentado sobre 15,8 millones de votos (PP y PSOE), el líder socialista persigue una nueva investidura respaldada por tres millones y medio de españoles menos. Son los 12,3 millones que votaron a PSOE, Sumar, ERC, Junts, PNV, BNG y Bildu.
Los pactos del líder socialista están alterando, además, la composición de los dos bloques políticos que hasta ahora dividían el Congreso en derecha e izquierda. La pertenencia del PNV al bloque 'Frankenstein' y la posible inclusión de Junts en esa misma alianza siendo ambas formaciones conservadoras, anticipan un Congreso dividido en dos bloques pero no según su ideología sino su idea de España. Una división que aumenta el poder de los extremos. Lo contrario de lo que España votó el 23J.