Un Mediterráneo a 30 grados que se queda sin gambas, sardinas ni moluscos
Los pescadores de Valencia, Alicante y Castellón alertan de una caída del treinta por ciento de la recogida de marisco durante la temporada estival
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Imagen de archivo de dos pescadores que trabajan en el Mar Mediterráneo
Las continuas olas de calor que se están registrando en la Península Ibérica durante este verano también están haciendo mella en las aguas del Mediterráneo. El calentamiento del mar se ha agudizado durante los últimos años, pero nunca se habían alcanzado temperaturas que ... rozaran los treinta grados en la boya de Valencia. Un grave problema medioambiental que ha puesto en alerta a los pescadores tras sufrir una notable bajada de sus capturas en la temporada estival.
Según confirmaron desde Puertos del Estado, el mar de la capital del Turia alcanzó 29,72 grados centígrados a las tres de la tarde del pasado martes. Nunca en la historia se había notificado una cifra tan alta. Para el portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología, Rubén del Campo, «la temperatura del Mediterráneo lleva en valores claramente por encima de lo normal desde mediados de mayo».
Una situación climatológica adversa que ha contribuido, según indican los expertos, a incrementar la dificultad para encontrar y recoger diferentes tipos de pescados y moluscos mediante las técnicas de cerco y arrastre. De acuerdo con los datos de la Confederación Española de Pesca (Cepesca), en el puerto de Castellón se ha notado el descenso de las capturas a partir de los sesenta metros de profundidad. Sobre todo, en productos tan demandados en las lonjas y los mercados como la sardina, los boquerones o el atún.
«Todavía es complicado analizar los efectos del calor en las pesquerías de verano, pero nos preocupa cómo puede afectar a las larvas y embriones de salmonete y sepia que se reproducen ahora. Esto puede comprometer el género para los meses de invierno», argumenta Manuel Peña, patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Castellón.
A su juicio, la modalidad de arrastre, que consiste en utilizar una red de grandes dimensiones para levantar todo lo que se encuentre a su paso, puede sufrir «de verdad» las consecuencias del calentamiento del mar la próxima temporada veraniega. En cuanto al cerco, explica que los pescadores están trabajando a más de treinta millas de la costa castellonense -tras tres horas de viaje- para encontrar género en una zona más profunda y fría.
Un mar semicerrado y 'maniatado' por el Atlántico
Por su condición de mar interior -el segundo más grande del mundo después del Caribe- y semicerrado, el Mediterráneo facilita que el impacto de cualquier tipo de alteración ambiental sea más notable que en otras aguas, como ocurre en su vecino, el Atlántico. Asimismo, el calentamiento de sus aguas ocurre a mayor velocidad debido a su posición de debilidad y menor capacidad de resiliencia frente a este océano en el estrecho de Gibraltar, donde confluyen ambos. Al respecto, el instituto tecnológico AZTI concluyó en un estudio que la subida de la temperatura podría eliminar un 16% de la biomasa de especies marinas a nivel global a finales de siglo.
Durante los últimos tres meses, se ha detectado un «aumento considerable» de avistamientos de túnidos en superficie -grandes bancos saliendo- junto a gaviotas, según Cepesca. Además, los pescadores de Santa Pola (Alicante) apuntan a que las capturas de gamba «prácticamente se han reducido a la mitad desde hace tres semanas» y que, por la zona, todas las recogidas de pescados se han visto afectadas.
Imagen de archivo tomada en una piscifactoría de atunes del Mediterráneo
«Los últimos meses han sido catastróficos, se está notando el calor en toda clase de pescados y mariscos», clama Vicente Pérez, presidente de la Comisión Interfederativa de Cofradías de Pescadores de la Comunidad Valenciana. «Las pesquerías están siendo muy bajas, incluso fueron mejores durante la pandemia», subraya el directivo, quien calcula una disminución aproximada del treinta por ciento del negocio respecto a la campaña del año pasado y que además, apunta, se le suma un segundo problema colateral como es el elevado precio del petróleo.
La clóchina valenciana, en peligro de muerte
Uno de los moluscos más afectados por el ascenso imparable de las temperaturas en el mar es la clóchina valenciana, un manjar exquisito 'primo hermano' del mejillón, que solo se come durante los meses sin 'r': mayo, junio, julio y agosto. Ahora, los casi treinta grados del Mediterráneo amenazan con acabar con su vida y poner en peligro la producción de uno de los mariscos más consumidos durante la época estival.
En los últimos coletazos de la temporada de pesca, el precio de la malla de clóchinas supera los seis euros, mientras que el mejillón y otros moluscos similares no alcanzan los cuatro. «En el mes de agosto es bastante complicado que podamos tenerlas en plenitud porque las aguas de Valencia se caldean demasiado y cuando alcanzan los 27 grados, se mueren», argumenta el presidente de la Agrupación de Clochineros del Puerto de Valencia, José Luis Peiró.
No obstante, matiza que tan solo se han dejado por el camino unas veinte o treinta toneladas de las 1.200 que pronosticaron pescar desde el pasado mes de mayo hasta finales de agosto. «Este año el agua está más caliente y, por eso, hemos sido precavidos al criar las clóchinas a una mayor profundidad para conseguir una temperatura menor a 25 grados», replica.