España, en el abismo
Cinco años del 1-O: la noche que lloró un policía
La desconfianza entre los Cuerpos de Seguridad, que arrancaba ya desde los atentados yihadistas del 17-A, impidió una respuesta eficaz al desafío
Madrid
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Iniciar sesiónEl 1 de octubre de 2017 había sido muy largo, tenso, duro. El choque de trenes entre el Estado y la Generalitat se había consumado y el independentismo estaba eufórico: había logrado sacar a la calle a votar a cientos de miles de ... personas; hasta dos millones, según los Mossos. Los convocantes sabían, eso sí, que el referéndum no había cumplido los estándares mínimos que se requieren y también eran conscientes de que la secesión era imposible. Con todo, lo peor era que la sociedad catalana se había partido en dos, quizá para siempre, y que la crispación con el resto de españoles alcanzaba cotas muy preocupantes. Ya bien entrada la noche, en el complejo policial de Egara, uno de los principales jefes de los Mossos, uno de los cinco que un par de días antes se había reunido con el presidente de la Generalitat para pedirle que rectificara, se quedó solo en su despacho. Entonces comenzó a llorar...
ABC no desvela el nombre del mando policial por expreso deseo del protagonista, pero la anécdota revela cómo los responsables de las Fuerzas de Seguridad, más allá de que vistieran un uniforme u otro y de sus ideas políticas, eran conscientes de la gravedad de lo ocurrido. Había sido la constatación de un fracaso: de los gobernantes, de las policías, de los servicios de inteligencia... De unos más que otros, pero todos tenían responsabilidad.
Tensión entre policías
La desconfianza entre los Cuerpos de Seguridad complicó mucho las cosas. Arrancaba de los atentados yihadistas del 17-A, en los que los Mossos, con la figura de su mayor, José Luis Trapero, a la cabeza, hicieron valer su condición de Policía integral en Cataluña, con el consiguiente malestar de la Policía y la Guardia Civil que consideraban que la ley les daba prioridad en la lucha contra el terrorismo. La Generalitat aprovechó para «vender» que Cataluña tenía ya unas estructuras de «país» que le permitían alcanzar la independencia. Y la figura del mayor comenzó a ser manoseada por el secesionismo, aupándolo, contra su voluntad, a 'héroe' nacional. En septiembre la Guardia Civil empezaba a hacer operaciones en Cataluña contra el referéndum ilegal; el 20 la tensión larvada estalló. Fue en la operación Anubis, con 43 registros, entre ellos en la Consejería de Economía que lideraba el vicepresidente Oriol Junqueras. Como otras veces, el comisario de Mossos Ferrán López no fue informado por la Benemérita hasta un cuarto de hora antes de comenzar la actuación. La Policía autonómica justificó en eso su indiscutible tardanza en dar seguridad a los agentes y a la comitiva judicial. En la calle comenzó a concentrarse gente, primero de forma espontánea y luego movilizada por la ANC y Ômnium Cultural, con Jordi Sànchez y Jordi Cuixart en papeles muy destacados. Cuando llegó una dotación de Mossos de cierta entidad a la zona miles de personas estaban ya concentradas. Ya era inviable dispersarlas. La comitiva judicial no pudo salir del edificio, y a través de otro inmueble, hasta la medianoche; los últimos guardias civiles a primeras horas de la mañana. Los manifestantes habían destrozado dos de sus todoterreno y llevado armas, recuperadas luego por la Policía autonómica. La Benemérita culpó a la Policía catalana. Cuixart y Sànchez fueron condenados por sedición por estos hechos; «se pudo y se debió hacer mejor», admiten fuentes de los Mossos.
Trapero se planta
Se convoca una reunión en la Fiscalía de los jefes de Policía, Guardia Civil y Mossos en Cataluña. También acude el coronel Diego Pérez de los Cobos, jefe del Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad y al que a raíz de los sucesos del día anterior se ha encomendado coordinar el dispositivo para impedir el referéndum ilegal. En aquel momento no había comunicación alguna entre los Cuerpos de seguridad estatales con el autonómico, ni tampoco de éste con Interior. De los Cobos debía suplir ese déficit. Trapero le dice al fiscal superior de Cataluña, José María Romero de Tejada que no está de acuerdo y le recuerda que los Mossos tienen la competencia de la seguridad. Pérez de los Cobos le pide que le acompañe a una sala. El mayor le responde que no tiene nada que hablar con él, «y si quieres algo llamas a mi secretaria».
Segunda reunión
Los mismos protagonistas son convocados de nuevo por el fiscal. El clima es muy tenso. El ministerio público redacta un escrito en el que nombra coordinador a Pérez de los Cobos, algo que había pedido Trapero. Muestra su rechazo y anuncia que consultará con los servicios jurídicos de la Generalitat, pero garantiza que los Mossos seguirán las órdenes de la Fiscalía. Al general Ángel Gozalo, jefe de la Zona de Cataluña de la Guardia Civil, se le ve incómodo porque debe reportar a un coronel. No obstante, acepta la situación. El jefe superior de Policía, Sebastián Trapote, se mantiene al margen.
Plantón del mayor
El mayor habla con su equipo y les anuncia que no va a ir a ninguna otra reunión con Pérez de los Cobos en Fiscalía, como la que se celebra ese día. Ferrán López da un paso al frente y se ofrece a ir él, entre otras cosas porque conoce de hace tiempo al coronel y tienen una buena relación. Además los Mossos no pueden desairar al fiscal. Trapero está de acuerdo. En esa cita López sugiere que se cree un centro de coordinación con todos los Cuerpos.
Puigdemont no cede
Trapero no quiere tener relación con Pérez de los Cobos, pero es consciente de la gravedad de la situación. Su gobierno apuesta por la ilegalidad y los Mossos están en una situación de desamparo. Decide actuar. Acompañado por los comisarios Ferrán López, y Joan Carles Molinero se reúne con el presidente de la Generalitat, el vicepresidente Oriol Junqueras y el consejero de Interior, Joaquim Forn. Los mandos reprochan unas declaraciones de su consejero que sugieren una connivencia de la Policía autonómica con el 1-O. Informan de que han recibido instrucciones de la Fiscalía y les instan al cumplimiento de la legalidad. También advierten de que los Mossos van a cumplir la ley. No salen satisfechos. Ese mismo día hay otra reunión en Fiscalía en la que Trapero expone los problemas que veía para que se pudiera cumplir la orden en la que se pedía que el día del referéndum se entrara también en centros privados. Además, ve muy complicado mantener un perímetro de 100 metros alrededor de cada colegio electoral, porque no hay agentes para ello. Y expone su preocupación por el uso de la fuerza, ya que según sus datos dos millones de personas van a salir a la calle.
Prudencia y contención
A las cinco de la tarde la juez del TSJC Mercedes de Armas, que ha asumido el caso, cita a los jefes policiales y a Pérez de los Cobos. Les ordena que haya un dispositivo conjunto de todos los Cuerpos de Seguridad. Además, quita la referencia a los 'centros privados'. Ya de forma verbal, la magistrada les pide que se actúe con «paciencia, prudencia y contención».
Evitar una desgracia
Por la mañana se celebra una Junta de Seguridad convocada por la Generalitat. Asisten Puigdemont, Forn y Trapero, por la parte de Cataluña, y el secretario de Estado José Antonio Nieto, el delegado del Gobierno Enric Millo y Pérez de los Cobos por el de Interior, entre otros cargos de ambas administraciones. Los Mossos plantean que la juez ha dejado fuera de la ecuación a los centros privados, pero el coronel dice que también se impedirá votar en ellos, aunque en privado, con otras personas, sí se muestra más proclive a la sugerencia. Por la tarde la Prefectura de los Mossos se reúne con Puigdemont. «Espero, president, que no haya que lamentar una desgracia». La frase, espetada por el mayor, impacta en el líder político, que tarda unos segundos en reaccionar: «Si se producen incidentes graves, declararé la independencia», dice. Testigos de la escena fueron los comisarios Ferrán López, Joan Carles Molinero, Miguel Castellví y Emili Quevedo. Los mandos advierten además de que cumplirán la ley: «Hagan lo que tengan que hacer»...
No al 'cecor'
En una nueva reunión Pérez de los Cobos hace saber que no habrá un centro de coordinación (cecor), sino células de seguimiento en cada provincia. Además, ordena que cada Cuerpo actúe en su demarcación. Desde el día anterior y hasta la madrugada de la jornada del referéndum ilegal los Mossos envían información detallada, en formato Excell, de la situación en cada colegio electoral.
«¿Qué está pasando?»
Se constata el fracaso. A las 7.45 Ferrán López llama a Pérez de los Cobos porque ve por televisión que la Policía y la Guardia Civil están actuando en los colegios electorales. El plan era que los Mossos evaluaban la situación y si necesitaban ayuda, la pedirían. «¿Qué está pasando?», le pregunta al coronel. «No lo sé, ahora te llamo»... Nunca lo hizo. Se dudaba de la Policía autonómica y de ahí esas intervenciones, algunas contundentes. La maquinaria propagandística del secesionismo ve su oportunidad y empieza a difundir una y otra vez imágenes de las cargas. A las 10.00 está convocada la primera reunión de coordinación. Acude López, pero no los jefes de la Policía y la Guardia Civil. Están Pérez de los Cobos, el secretario de Estado de Seguridad y el delegado del Gobierno, Enric Millo. Iba a haber una cada tres horas, pero se suspenden. Un par de horas después Trapero va a ver a la juez para recibir instrucciones. Está el coronel. Mercedes de Armas le pregunta qué está pasando: «Hay algunos incidentes, pero está todo bajo control», responde. A mediodía la Policía y la Guardia Civil dejan de actuar. El secesionismo gana la batalla de la imagen.
Sin reproches
Pérez de los Cobos preside la última reunión de coordinación. No hay reproches. Solo se pide a cada Cuerpo que envíe un informe de sus actuaciones. Todo ha estado a punto de estallar -aún lo está en ese momento- y parece que no pasara nada.
Al borde del precipicio
Cataluña se para. La huelga general convocada por los sindicatos independentistas es un éxito. La Policía Nacional es hostigada en sus hoteles, de algunos de los cuáles es expulsada. Cualquier incidente puede hacer saltar la chispa. Los mandos policiales lo saben. El equilibrio es muy inestable.
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