El 'encuadre decisivo' de Lee Friedlander se adueña del KBr
El centro de fotografía de la Fundación Mapfre en Barcelona dedica una gran retrospectiva al estadounidense pieza clave de la fotografía del siglo XX
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Iniciar sesiónCuenta la leyenda que, tras someterse a una operación a corazón abierto y despertar de la anestesia, lo primero que hizo fue pedir su cámara. Solo que en este caso la leyenda es la pura realidad: ahí está, para dar fe de ello, su autorretrato ... hospitalario. Tubos, vendas y electrodos pegados a la piel. El (auto)rretrato de una obsesión que Lee Friedlander (Aberdeen, Washington, 1934) ha convertido en oficio, pasión y, en fin, en una forma de relacionarse con el mundo. Encuadrar, apuntar, disparar. Y así cada día. Durante más de sesenta años. Siempre «mirando hacia la cultura popular en busca de inspiración, de forma parecida a como lo hacía el arte pop, rompiendo así los medios de representación tradicionales».
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Esto último hay que ponerlo en boca de Carlos Gollonet, comisario de la gran retrospectiva, más de 300 fotografías, que el centro KBr de Barcelona dedica hasta el 8 de mayo a esta figura clave del siglo XX. «En la fotografía hay un antes y un después de su manera de mirar», destacan los responsables de una exposición que recorre seis décadas de historia estadounidense a través de algunos de sus grandes símbolos. Esto es: arquitectura urbana, espacios abiertos, naturaleza agreste, coches y jazz.
La vida cotidiana, atrapada por uno de sus más aventajados 'voyeurs' y enmarcada en lo que él mismo define como «paisaje social americano». Ahí están, en orden cronológico, sus primeros retratos a grandes astros del jazz, sus excursiones a Nueva Orleans y series primerizas como 'The Little Screens', con instantáneas de televisores que reproducen imágenes de figuras de la cultura popular estadounidense. Ya entonces empezó a hacer gala de unos encuadres extraños, de unos ángulos cada vez más enrarecidos y escorzados, que cambiaron para siempre la fotografía.
«Crea argumentos visuales confusos y sacude al espectador con un sentido de la ironía derivado de yuxtaposiciones de objetos e ideas aparentemente inconexas que contrastan con la seriedad de los antiguos profesionales», destacan desde la Fundación Mapfre. Buena prueba de ello es la serie 'The American Monument', más de doscientas fotografías de monumentos del país de composición confusa y a primera vista inadecuada. A diferencia de Cartier Bresson, apunta Gollonet, lo suyo no es el 'momento decisivo' sino el 'encuadre decisivo'.
A ritmo de jazz
Poco amigo de las convenciones, como si a fuerza de retratar a Miles Davis, John Coltrane o Duke Ellington se le hubiese contagiado el espíritu aventurero e iconoclasta, Friedlander subvierte casi todo lo que toca, ya sean unos desnudos despojados de carga lasciva o unos autorretratos cargados de ironía. «No hace fotografías de desnudos, sino que estos se convierten en fotografías. Sus cuerpos podrían ser cualquier otro objeto y lo mismo ocurre en sus autorretratos, en los que no hay ningún afán de narcisismo o introspección psicológica», subraya Gollonet.
Escaparates vacíos, calles de Los Ángeles y Nueva York, sábanas revueltas, cactus, su mujer Maria enmarcada por el reflejo de una ventana en motel de Las Vegas, televisiones, la Sagrada Familia desubicada y relegada a un tercer o cuarto plano… Armado con su pequeña Leica primero y una Hasselblad más tarde, Friedlander apunta y dispara, sí, pero no deja nada al azar. «Le gusta buscar metáforas visuales que exigen una mirada atenta», constata el comisario.
Incluso su propia sombra, presente en muchas de sus instantáneas, tiene su razón de ser. «Los fotógrafos siempre luchan por evitar su propia sombra y yo siempre he creído que es una criatura graciosa, de modo que la dejé entrar por un tiempo (...). Al principio mi propia presencia en las fotos era, a un tiempo, fascinante y perturbadora. Pero conforme pasó el tiempo y comencé a explorar otras ideas en mis fotos, pude reírme un poco de esos sentimientos», ha dejado el dicho el propio fotógrafo.
A sus 88 años, y cada vez más lejos de aquel jovenzuelo que empezó trabajando para 'Esquire' y 'Sports Illustrated' y vendió su primera fotografía por 25 dólares, Friedlander sigue renovando su lenguaje y disparando a diario, no vaya a ser que un buen encuadre decisivo le pille despistado.
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