La consulta separatista, un fracaso capital
Los referéndums independentistas en Cataluña acaban en Barcelona con otra participación muy baja
La consulta separatista, un fracaso capital
El final de una ilusión. La ciudad de Barcelona (además de otros 20 municipios menores) fue escenario ayer de la última de las consultas independentistas sin valor jurídico que arrancaron en 2009 en Cataluña, en Arenys de Munt. En vísperas de este 10-A que ... es ya otra efeméride de derrota para el ideario catalanista, los promotores del referéndum se daban por satisfechos si superaban el 10% de participación. Se marcaban como listón superar el 12% que tuvo la consulta sobre las obras de la Diagonal. Por mucho que la comparación resulte cuando menos ridícula. Al final, la participación fue del 21,37% del censo de barceloneses, un 18,14% si se suma a los jóvenes de 16 y 17 años y a los inmigrantes empadronados pero no registrados en el censo, que ayer podían votar.
Con el 44,65% de los votos escrutados ganaba el sí con el 91,46% de los sufragios, frente al 7,32% que se inclinaban al no. El resultado definitivo se conocerá hoy. Con todo, el guarismo fue blandido como una victoria por los cuatribarrados. Olvidándose por un momento del artificio que es en sí este referéndum, para el que se podía votar desde el 12 de diciembre.
En todo este paripé soberanista que concluyó ayer —con civismo, eso sí, una protesta pacífica de Falange Española e incidentes aislados como un hombre amenazando con una navaja a los votantes—, quienes más se han abonado al gesto han sido algunos de los partidos, para rentabilizarlo el 22-M. La quintaesencia la ha encarnado el gobierno de CiU, que ha representado todos los papeles del teatrillo. Su presidente, Artur Mas, votó por anticipado y lejos de las cámaras, como su antecesor, Jordi Pujol, cuyo hijo Oriol, portavoz de CiU en el Parlament, se esforzaba ayer en salir en toda foto.
De los once «consellers», todos votaron, por anticipado o ayer, menos dos: el de Empresa y Ocupación, el independiente Francesc Xavier Mena, y el de Agricultura, Josep María Pelegrí, secretario general de UDC, partido cuyo líder, Josep Antoni Duran y Lleida, no apoyaba el referéndum. Pero eso no impidió que la vicepresidenta del Gobierno y miembro de esa formación, Joana Ortega, votara ayer en plena calle, aunque sin avisar a la Prensa. No reveló si a favor en contra, por lo que no se descarta que la pseudopsicóloga tuviera una crisis identitaria y avalara la independencia. Para alivio suyo, un compañero de partido, el secretario de Universidades, Antoni Castellà, votó sí y lo dijo.
De quien tampoco se sabe el sentido del voto es de la consejera de Justicia, Pilar Fernández Bozal, tan independiente que no ha tenido reparos en participar en una consulta contra la que recurrió, como abogada del Estado, cuando se celebró en Arenys.
El separatismo escinde CiU, pero también otros partidos como el PSC, cuyas cicatrices por la eterna lucha cainita entre sus militantes españolistas y catalanistas, se exacerba en ocasiones. Mientras el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, censuraba a su rival para el 22-M, Xavier Trias, por el «oportunismo» de CiU de apoyar la consulta, otro ilustre socialista, el ex consejero de Economía Antoni Castells, depositaba su voto.
CiU, PSC, y partidos nada dudosos en este sentido como PP, ERC y C's se las verán el miércoles y jueves en el Parlament. Donde se debatirá una Declaración de Independencia propuesta por SI. En manos de CiU está dejarla en nada, votando en contra o absteniéndose, un gesto que es más serio que votar en una urna de filfa.
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