Sergi Doria - Spectator in Barcino
Y el Barça volvió a perder
«Los polvos que llevaron a estos lodos comenzaron en la primera presidencia de Joan Laporta, cuyo independentismo desinhibido empezó a propagarse entre nuestras elites extractivas»
Sergi Doria
En 2011 Antoni Munné reunió a quince escritores en ‘Cuando nunca perdíamos’ (Alfaguara) para que relatasen sus experiencias en un momento dulce del F. C. Barcelona. Autores en catalán y en castellano. De Juan Cruz, a Jordi Puntí y de Enrique Vila-Matas a Màrius ... Serra, pasando por los hispanoamericanos Juan Gabriel Vásquez o Juan Villoro. El editor vindicaba una visión plural del club: «El Barça no es un camino de una sola dirección, todo el mundo tiene el derecho de entenderlo como quiera, y de hecho es así. ¡Abajo el pensamiento único!».
Los culés, añadía Munné en el prólogo, «estamos obsesionados (todos los culés, periodistas incluidos) por vernos reflejados en el espejo del otro (y este otro, en un noventa y nueve por ciento de las ocasiones, se llama Real Madrid)». Esa obsesión explica por qué «perdemos la razón y nos dejamos arrastrar por rencores que ocultan lo mejor que tiene este deporte, el ‘carpe diem’ que nos hace saber que hoy podemos ganar y mañana perder, aunque siempre queramos ganar».
Cuando el libro vio la luz el barcelonismo retozaba en la euforia. Una euforia que coincidió con la década histérica del proceso independentista. Las victorias y títulos, con Messi de Gran Timonel en el campo, abonaron el discurso nacionalista de la guerra contra un Estado Español, más allá de la rivalidad con el Real Madrid. Acertaba Arcadi Espada al relacionar el optimismo de quienes aseguraban que la república catalana advendría en dieciocho meses con los triunfos de un Barça acaparado por el pensamiento único: «Creyeron que romper un Estado era como ganar la Champions. El impacto emocional del Barça ganador en una sociedad acostumbrada a la carne viva de la derrota dan al proceso un carácter deportivo y de psicología de masas. Cuando el fanático sigue un partido de fútbol solo existen las líneas del terreno de juego. Cuando el partido acaba, empieza la realidad. Con el 1-O se acabó el partido de fútbol».
Los polvos que llevaron a estos lodos comenzaron en la primera presidencia de Joan Laporta, cuyo independentismo desinhibido empezó a propagarse entre nuestras elites extractivas. Más para mal que para bien, de aquella junta salieron personajes como Ferran Soriano, Sandro Rosell o Josep Maria Bartomeu. Gestores tan catalanísimos como nefastos blanqueados por las virguerías de Messi en el césped. Se derribaba el muro de contención que cimentó José Luis Núñez para impedir la infiltración nacionalista en la directiva y preservar la transversalidad social del club: recordemos el protagonismo de Banca Catalana en los años de Montal y las tentativas de colocar al convergente Sixte Cambra en la presidencia.
El mejor jugador del mundo salvó partidos y llenó de trofeos y millones el museo y las arcas azulgranas: muchos creyeron en el progreso del espíritu absoluto catalanista al estilo de Hegel. La impunidad de que hacía gala la dirigencia separatista caminaba pareja al descontrol del gasto barcelonista. Bartomeu lega una deuda de más de 1.300 millones y pérdidas cercanas a los 500 en el ejercicio 2020-2021: jugadores a precio de oro (hoy invendibles); o saldos disfrazados de crack. El Barcelona devino en paraíso del comisionista.
Laporta, que alcanzó la primera presidencia con la falsa promesa de fichar a Beckam, rerornó a la poltrona con otro embeleco: la renovación de Messi que él arreglaría con un asado. Las cuentas, malas, se revelaron peores: tanto, que Giró se largó. El Haber superado en un 110 por ciento por el Debe. Si la república-catalana- que-no-existe-idiota funciona como el Barça… ¡Pobres catalanes!
La comedia del fichaje que el club no podía pagar duró meses para culminar con un ambiguo comunicado oficial que atribuía el fiasco a la maléfica liga española dominada por un falangista. Emitía su veredicto Pilar Rahola, colegui paellera de Laporta en Cadaqués, hagiógrafa de Mas en Cataluña y exégeta de Rociíto en Mediaset.
Lo que ha pasado en el club azulgrana trae a la memoria dos dichos con los que nuestros mayores nos aleccionaban sobre la buena administración de los dineros. El primero, pura filosofía catalana, la aritmética de la contabilidad doméstica: «Quién tiene como 2 y gasta como 1 es más rico que quien tiene como 3 y gasta como 5». El segundo, cómo se pierde el oremus para conseguir algo sea como sea: «Eres más tonto que Abundio… aquel que vendió el coche para comprar gasolina».
Del F. C. Barcelona pasamos al F.C. Bancarrota. Bancarrota de patrioteros ‘abundios’ que dicen sentir los colores «fins al moll de l’ós». Una rueda de prensa de lágrimas y mocos (los ricos también lloran). Medios que confunden periodismo deportivo con pornografía sentimental. «Averigüen en el club», aconsejaba el padre del astro al volar a París. Un buen consejo para otro libro: «Cuando volvimos a perder».
Cuarenta millones por temporada en el PSG. Y Messi, pobrecito, vuelve a sonreír.
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